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Después de un tiempo llegué a la conclusión de que
tenía que ver con no sentir apego a nada, sentirse libre de todo para poder contener
al incontenible, hacer de Dios lo más importante.
Dios nos llama a vivir desprendidos de todo, a ponerlo a Él
como primero en nuestras vidas, a elegirlo, sobre todo. En
el Evangelio de Marcos nos hace una ilustración sobre esto:
«El que ama a su padre o a su madre más que a mí
no es digno de mí, y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno
de mi». (Mt 10, 37)
¿Qué puede ser más importante que la familia? Si
tenemos que tener a Dios como bien superior a la familia, ¡pues mucho más con
cualquier otra cosa!
Yo creía tenerlo todo en orden, agradecía
infinitamente todas las bendiciones de Dios en mi vida. Entiendo que todo lo
que poseo le pertenece a Él y todo es voluntad Suya. Todo se lo
ofrezco, sin embargo…
Ayuno: pan y agua
Hace un tiempo, me tocó pedir por una causa
urgente. Entonces un amigo me invitó a hacer oración y ayuno por
esta intención, un ayuno a pan y agua.
Conseguí pasar el día casi sin faltar al ayuno,
pero no fue del todo perfecto, y entonces me di cuenta de que no soy en
manera alguna, capacidad para que Dios se haga torrente.
Tras esta revelación, se me fueron
destapando cantidad de situaciones en las que dejé de elegirlo a Él. Y
esto me dejó perturbada.
Dios lo ofreció todo, su divinidad haciéndose
hombre, su bienestar, su libertad, su seguridad, su tiempo, sus oraciones, su
Padre, Su Madre, su vida, su dolor, su cuerpo y su sangre, y la lista no acaba
nunca.
No tenía por qué hacerse hombre para redimir y
sufrir lo que sufrió, y, sin embargo, se dio sin medida, por mí…
En cambio yo, en cambio los hombres…. Somos tan
frágiles y miserables que no somos capaces de entregarle un día de nuestras
vidas.
Ponerse en
camino
Unas semanas después de esta experiencia en la que
me costó un mundo ofrecer este ayuno, recibí un video sobre las revelaciones de
la Virgen María de Medjugorje, en las que
pide ayuno y oración, entendiéndose como el ayuno más perfecto (en caso de no
tener edad o impedimento razonable para ayunar) el que se hace a pan y agua.
El primer viernes después de ver este video,
intenté nuevamente el ayuno a pan y agua. No logré pasar ni las primeras horas
del día. Los siguientes días sentí que había perdido hasta las gracias de mis
confesiones. Me sentí totalmente miserable y faltada de amor hacia Dios.
Sin embargo, soy consciente de que “a quien es
fiel en lo poco, se le dará más”, y agradezco profundamente a Dios, ponerme por
delante estas oportunidades para demostrar fidelidad y entrega.
Agradezco que sea Él quien me cierre el camino y
se ponga delante para decirme:
“Es hora, no te acomodes, ponte en camino ¿acaso
no estás dispuesta a sufrir ni un poco a mi lado?”
¿Acaso no soy yo la que le pide que se haga más
clara su presencia, para que no dude, para que no me falte?
Claramente, si no nos
decidimos y lo elegimos, Él no podrá hacerse torrente en nosotros.
Los sacrificios y los sufrimientos nos despiertan
a un mundo cuyas dimensiones son infinitas, y yo quiero ser parte de este mundo, donde se
nos revela la verdad y el encuentro con esa verdad.
En mi caso, mi lucha hoy es con el ayuno, mañana
será otra cosa, así que, allá vamos… un nuevo intento, hacerme capacidad, para
que Él se haga torrente…
Lorena Moscoso
Fuente:
Aleteia