El rol fundamental de los capellanes en la Pandemia: Están en nombre de Jesús y de toda la Iglesia llevando cercanía, sacramentos y oración
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Programa FE |
El padre Tomás Barbero es sacerdote de la diócesis
de San Isidro, capellán en el Hospital de Pacheco, y secretario de la Comisión
Episcopal para la Salud de la Conferencia Episcopal Argentina. Por su servicio,
tiene contacto con varios capellanes que durante esta Pandemia, en la Argentina
como en todo el mundo, asumieron un rol fundamental para el bienestar tanto de
pacientes como de personal asistencial.
El padre Tomás tiene la particularidad de haberse
recibido de médico antes de ser ordenado sacerdote. Vive ambas vocaciones de
manera unida, y nos remite al explicarlo a lo que fue gran parte del ministerio
público del propio Jesús.
¿Cómo afectó la Pandemia
el trabajo de la pastoral de la salud?
Nos hemos tenido que adaptar porque en general
trabajamos en común con un equipo de pastoral de salud, que llamamos la Capellanía
del Hospital, un montón de voluntarios que generosamente dan su tiempo,
sabiduría y esfuerzo para acompañar.
Y en el tiempo de pandemia muchos se vieron
imposibilitados de acudir al hospital, hubo varias restricciones, aunque sí se
nos siguió permitiendo ir a los capellanes. Lo primero que tuvimos que
experimentar fue la dificultad de no poder contar con nuestro equipo, lado a
lado, aunque siempre nos sentimos parte de un equipo que nos acompañó en la
oración y en un montón de otras tareas.
Acompañados en la oración,
pero en el Hospital, en la habitación, qué fue cambiando estos meses…
En mi experiencia personal puedo decir que desde
tener que utilizar con mucha más prudencia todos los equipos de protección para
poder entrar a los lugares aislados por COVID, pero también ayudar a las
enfermeras en un momento con mucho trabajo para asistir a los pacientes en el
alimentarse, higienizarse… Son algunas de las tareas que fuimos asumiendo
varios de los capellanes en este tiempo de pandemia, y por supuesto lo más
propio nuestro, que tiene que ver con escuchar, acompañar, confortar, ayudar a
rezar y a encontrar a Dios en esa situación tan difícil.
Algunos capellanes como
usted tienen una vocación a la salud muy fuerte, ¿cómo es ser médico y
sacerdote?
En mi caso personal soy sacerdote y antes me
recibí de médico: soy médico y sacerdote; y conozco varios. Creo que hay una
intrínseca relación, muy profunda. Al menos en mi propia vocación lo
experimenté así, y tiene que ver con intentar ser un instrumento de sanación,
de alivio del cuerpo y del alma, de alivio del sufrimiento en nombre de Jesús.
Allí encuentro una profunda relación: Jesús, gran parte de su ministerio
público, estuvo dedicado a los enfermos, a aliviar su sufrimiento, su dolor,
muchas veces sanando las enfermedades y muchas perdonando los pecados con esa
sanación muy profunda del alma. Desde allí yo sigo viviendo mi vocación
personal, muy unida en esta doble dimensión de ser médico y sacerdote, como un
llamado a ser instrumento de la sanación de Dios.
La Pandemia y las medidas
preventivas hacen que momentos duros de la enfermedad tengan que ser
transitados en extrema soledad, ¿cómo ayudan los equipos de Pastoral de la
Salud durante estas etapas?
Al no poder estar presencialmente junto a los enfermos
en los hospitales, muchos equipos tuvieron que buscar modos creativos de
acompañarlos. En mi caso personal puedo decir que en el hospital de Pacheco fui
haciendo de paloma mensajera. Con el celular llevaba y traía mensajes de
enfermos que estaban más aislados, con su familia, o con los voluntarios, y esa
fue una tarea muy linda, que le fuimos encontrando la vuelta, para ayudar a que
se sigan sintiendo acompañados a través de muchos voluntarios y personas que
están allí afuera.
¿Qué ocurre con quienes son
responsables del día a día de los enfermos, de su cuidado, de su tratamiento:
el personal de salud?
También la pandemia trajo mucho stress en el
personal sanitario y una tarea fundamental desde los equipos de pastoral de
salud fue alentarlos, sostenerlos… Hicimos varios gestos de oración por cada
uno de los enfermeros, de los médicos, mandándoles mensajes de aliento. Hicimos
un lindo video en el día del enfermero y del médico en el que el Papa les dejó
un saludo, un agradecimiento, con pacientes y personas de la sociedad. Otro
punto importante fue hacer una colecta para adquirir elementos de protección
personal porque nuestros enfermeros y médicos estaban un poco escasos de
insumos al comenzar la pandemia.
¿Cómo fue el trabajo con
los enfermeros, responsables del cuidado de los pacientes?
Fuimos tomando un rol asistencial un poco más
intenso al lado de los enfermeros ayudándolos en algunas tareas en las que
tenían mucho trabajo, principalmente ayudar con la alimentación y la higiene de
algunos pacientes. A alguno de ellos que estaban muy solos, los acompañamos,
los escuchamos, les brindamos la palabra, los sacramentos, la oración, y ya
cuando se empezó a abrir un poquito los empezamos a pasear en silla de rueda
para que salieran un poquito y se reanimaran.
Volviendo al tema de la
soledad, ¿qué aporta el capellán en esa instancia, en esa visita?
Es verdad que la soledad en la internación es algo
muy duro; muchos pacientes refieren como una de sus principales causas de
sufrimiento, y el capellán, o cualquier presencia religiosa o humana es una
circunstancia que brinda mucho alivio. Simplemente estar, con una escucha
atenta, y un corazón compasivo, suele ser causa de mucho alivio y de mucha paz.
Los capellanes hemos sido para varias personas que
se encontraban más solas un instrumento de sanación, un instrumento o un signo
de la presencia del Señor a su lado. Presencia del Señor y de la Iglesia, que
no los abandona, que está pensando en ellos.
Muchas veces a través nuestro, se les llevaba un
pequeño regalito, una estampita, un rosario, a veces cosas que necesitaban para
el aseo personal, una golosina, algo rico, todo como un signo, un decirle: “La
Iglesia está con vos. Aunque no podemos estar hoy todos aquí visitando como
hacemos habitualmente, estamos pensando en vos, te tenemos presente, queremos
que nos sientas cerquita”. Como capellán puedo decir que experimenté ese rol,
esa tarea linda de ser un signo de la presencia de la Iglesia y de Jesús.
En esas visitas hay
personas, seguramente, que no se sienten cercanas a Dios, o que quizá no estén
contando con que un sacerdote pueda hacerles bien. ¿Qué ocurre en esos casos?
Muchas veces visitamos personas que se sienten
alejadas de la Fe; muchas veces es una lejanía muy real, y otras es más quizá
una supuesta lejanía que tiene que ver con una fea experiencia, o con alguna
herida. Pero con una escucha empática, atenta, y con un corazón compasivo
muchas veces se va logrando una mayor cercanía. Y descubrimos en realidad que
muchas personas que decían no tener fe, tienen una fe muy grande. Aunque no la
vivían de un modo más tradicional, allí estaba su confianza en el Dios bueno
que acompaña. Muchas veces simplemente hay que saber callar el silencio y ser
instrumentos para el desahogo, permitir ese desahogo que muchas veces hace
falta.
Cuando dentro de muchos
años le pregunten de la Pandemia, ¿qué anécdotas o recuerdos cree que recordará
más vivamente?
Es muy loco pensar cómo veremos la pandemia dentro
de algunos años. De a poco nos fuimos adaptando y acostumbrando a circunstancias
muy particulares, muy diferentes a las que teníamos antes.
Seguramente recordaré varias que tienen que ver
con esos encuentros de corazón a corazón con esas personas que se sentían muy
solas, o con el vínculo estrecho que se formó con varias de las enfermeras y
algunos de los médicos, o de momentos muy preciosos de encuentro con varios
pacientes a la vez, entre ellos, y compartir simplemente la vida y sentirnos
hermanos…
Alguna oración muy fuerte también, algún
acompañamiento al final de la vida de alguna persona que despidiéndose de este
mundo y preparándose para su pascua me dieron también un testimonio muy fuerte
de Fe, de Esperanza…Uff… yo creo que todavía estoy digiriendo muchas de las
experiencias que viví en esta pandemia; todavía no las he terminado de digerir
y asimilar.
Esteban
Pittaro
Fuente: Aleteia