La española Fundación Madrina nació en 2001 gracias a un hombre -y un milagro- que puso su vida en manos de Dios
![]() |
Fundación Madrina |
Conrado Giménez
es biólogo molecular. Los avatares de la vida hacen que acabe trabajando en
tres importantes bancos españoles. Acaba gestionando puestos muy relevantes,
pero nunca habría podido imaginar, que un accidente mortal le cambiaría la
vida.
Un día, salía
de trabajar y lo que ocurrió fue el primer paso para el gran proyecto de su
vida, con el que se iban a salvar miles de vidas. «Salí de preparar un consejo
de administración y tuve un accidente mortal. Alguien se saltó un ceda al paso
y me empotró contra la pared. Me tuvieron que sacar los bomberos y perdí el
conocimiento».
Conrado fue
capaz de despertarse en el hospital, y se da cuenta de que la situación es muy
delicada. De vida o muerte. «Creía que no iba a pasar, y por eso le recé a
Dios: si me concedes la vida trabajaré donde quieras».
Conrado prueba
lo que es la entrega y el voluntariado y ya no puede parar: «Viví una
experiencia especial en Perú, en Lima y en Cuzco. Aquí estuve con niños de la
calle, donde no tienen nada que comer y se alimentaban de basura, les
alimentaba e iban conmigo hasta la capilla».
Salvar a las
madres
Y es en este
lugar donde nace una nueva vocación a raíz de una vivencia: «Quedé muy tocado
cuando vi a madres dando a luz y que habrían muerto desangradas sin mi ayuda.
Entonces decidí dedicarme a la empresa más importante del mundo: la familia». Y
Conrado – que sabe mucho de empresas – sabe que la «CEO de esa familia es la
madre, la mujer. Pensaba que había que ayudarla, quererla y abrazarla para
sacar adelante esta empresa tan importante».
«Lo dejé todo y
di ese paso adelante», me cuenta Conrado para Aleteia. En ese proceso «hice
muchas peregrinaciones al Santuario de Schoenstatt. Caminatas de dos horas que
se transformaban en 7».
Nuestro
protagonista tenía que cruzar el parque de la Casa de Campo de Madrid para
llegar hasta la capilla. Aquí «buscaba a las chicas que se prostituían en la
Casa de Campo y rezábamos juntos, mientras los clientes estaban esperando
alrededor. Las ayudé porque vi a madres que eran capaces de vender su cuerpo
para salvar a sus hijos. Alguna de ellas acabó de catequista en alguna parroquia».
Conrado por
tanto empieza a trabajar para poder ayudar a las mujeres y madres de España.
Comienza solo esta locura y piensa que «si es una locura acabará en unos meses
y si es de Dios saldrá adelante y Dios pondrá a las personas».
Entonces crea
un banco de alimentos especializado: «El banco del bebé, donde se da
alimentación y ayuda del bebé. Una de las razones por las que se aborta es
porque las madres no tienen lo más indispensable para vivir: leche, pañales,
alimentos… Yo recogía los alimentos y los repartía».
Nace la
Fundación Madrina
Una de las
primeras mujeres a las que ayuda está en una situación terrible. «Una niña que
se iba a suicidar y por la que estuve rezando toda la noche. Al día siguiente
recibí un correo suyo con la frase: ‘Mi querida hada madrina, mis sueños se han
hecho realidad’.» Y de esta forma surge el nombre del proyecto que Dios quiere
para él: Fundación Madrina.
Fue uno de los
primeros casos. Tenía 14 años. Ahora tiene 30 y tantos y 9 hijos. «Yo la ayudé
a salir adelante y ahora me ayuda con la fundación. Hicimos una casa de
acogida, a las madres las echaban porque los niños lloraban, y entonces empecé
a montar yo mismo los pisos de acogida. Ahora tenemos cerca de 30 madres acogidas».
Diez años
después de que empezara esta locura, de aquel terrible accidente y de que
decidiera dejar su carrera de éxito, Conrado Giménez recibe su primer premio:
el premio Telva. Un premio otorgado por uno de los bancos en los que ha
trabajado. «Esa era la respuesta de Dios para saber que ese era el camino.
Ellos no sabían que yo había sido compañero suyo. Ahora tengo más madrinas, más
compañeras… aunque hubiese tenido un solo caso habría merecido la pena».
Crecimiento
imparable
Desde entonces
su fundación, no ha parado de crecer. «Solo el año pasado recibimos 320.000
llamadas de ayuda, un total de 4.000 casos al día», cuenta Conrado. «Hemos
entregado de 30 toneladas al trimestre a 20 toneladas al día, todo producto de
la pandemia. Pero el fruto de esta labor que realizamos son todos los niños que
se han salvado. Yo visualicé que iba a haber un gran hambre y por eso estábamos
preparados. Con el banco de alimentos se han salvado muchas vidas».
Durante esta
pandemia «hemos hecho 1.500 intervenciones de madres que no querían seguir
adelante con su embarazo por culpa de la pandemia. 10.000 canastillas hemos
regalado en esta pandemia, es decir hemos salvado a 10.000 niños».
Mirando atrás,
volviendo a aquel accidente y a esos primeros pasos. Veinte años después,
Conrado lo tiene muy claro: «Todo esto es de la Virgen. Habría sido imposible
sobrevivir sin ella. Es un proyecto de amor a la infancia, a la maternidad y a
la Virgen. Es algo sagrado y de Dios que ha puesto en mis manos y le pido que
pueda ser un humilde y digno instrumento de amor en sus manos. Podemos decir
que hemos ayudado a un millón y medio de niños en estos 20 años».
Javier
González García
Fuente: Aleteia