El 17 de marzo de 1697 una imagen de la Virgen María, conocida como la Virgen de Irlanda o la Madonna de las Lágrimas, lloró sangre durante tres horas en el día en que la Iglesia celebra a San Patricio
![]() |
La Virgen de Irlanda o Madonna de las Lágrimas |
La imagen, cuyo
nombre original era Nuestra Señora Consoladora de los Afligidos, muestra a la
Madre de Dios en posición orante ante al Niño Jesús que está acostado.
Mons. Lynch la
sacó de la Catedral de Clonfert y huyó con ella primero hacia Viena, en
Austria. En esa ciudad donde se encontró con el Obispo de Gyor quien lo invitó
a Hungría para servir como su obispo auxiliar, el Prelado irlandés permaneció
hasta su muerte en 1663.
Más de 30 años
después de la muerte de Mons. Lynch, el 17 de marzo de 1697, la imagen, que
estaba en la Catedral de Gyor, comenzó a llorar lágrimas y sangre durante la
Misa de las 6:00 a.m. Muchos pudieron ver el milagro.
Ante el
prodigio, se usó un trozo de lino para limpiar el rostro de la Virgen, pero las
lágrimas y la sangre siguieron saliendo durante unas tres horas, hasta las 9:00
a.m.
La tela, señala el Independent Westmeath de Irlanda, se conserva en una urna de vidrio y plata en la Catedral de Gyor, donde puede ser venerada.
La imagen fue
retirada de su marco y examinada, pero no se pudo dar explicación alguna a lo
ocurrido. De hecho, en la Catedral se conserva un pergamino firmado por los
sacerdotes y fieles presentes ese día, además de algunos protestantes
luteranos, calvinistas y un rabino de una sinagoga judía.
Las grandes
celebraciones de este hecho milagroso se dieron en 1797, al cumplirse los 100
años, luego en 1897 y después en 1947, en el 250 aniversario, cuando se calcula
llegaron unos 100 mil peregrinos para venerar la imagen.
En 1913, el
entonces Obispo de Toledo en Ohio (Estados Unidos), Mons. Joseph Schrembs,
visitó Gyor y mandó hacer una copia de la imagen para los católicos irlandeses
de su diócesis.
San Juan Pablo
II elevó la Catedral de Gyor a Basílica y visitó el lugar el 7 de septiembre de
1996, donde rezó ante la Virgen de Irlanda y ante las reliquias del rey San
Ladislao de Hungría.
Lo que dijo San
Juan Pablo II ante la Virgen de Irlanda
En aquella
oportunidad el Santo Padre animó a “las familias católicas, ‘iglesias
domésticas’, insertadas en la más grande comunidad de la parroquia, para que
sean escuelas de caridad, de fidelidad, de altruismo, acogiendo a los hijos
como una bendición del Señor”.
“Ofrezcan a los
jóvenes el testimonio concreto de la belleza de una vida conyugal vivida a la
luz del Evangelio”, alentó.
Tras animar en
su camino a los sacerdotes y seminaristas, el Papa polaco destacó el papel de
los laicos, a quienes “la Iglesia les pide asumir su propia responsabilidad” en
la vida pública.
“Su tarea se
hace siempre más urgente ante las nuevas posibilidades de participación en la
vida pública. En tal ámbito, el laico cristiano, animado por la convicción que
el crecimiento del Reino de Dios es, al mismo tiempo, un don y un esfuerzo,
rechazará toda forma de integralismo y se pondrá en actitud de diálogo y
servicio en el pleno respeto de la dignidad de toda persona, que siempre es el
fin de toda acción social”, resaltó el Santo.
Ese mismo día,
San Juan Pablo II se encontró en la curia de Gyor con los obispos de Hungría a
quienes recordó que “la santidad auténtica nunca pasa de moda” y que entre los
santos del país europeo “no faltan aquellos de todo estrato social que supieron
ser testimonio de Cristo en toda situación, incluso aquella del sacrificio
supremo”.
El Papa Wojtyla
también los exhortó a ser defensores de toda vida humana “ante una sociedad
consumista y hedonista que pone en peligro sobre todo la vida no nacida y la
que está en sus postrimerías”.
“Es tarea de
los creyentes promover su valor y defenderla con palabras y acciones. La
Iglesia tiene una especial vocación al servicio de la vida, sobre todo ante los
peligros de la cultura de muerte”, destacó el Santo.
Por Walter Sánchez
Silva
Fuente: ACI
Prensa