El pasado 30 de octubre publicábamos en Aleteia su testimonio
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@luciacapape |
Su
testimonio se ha convertido en luz para miles de personas. Ayer falleció en
Sevilla. Como dice Lucía -su mujer- es “un santo con corbata”.
Su última foto
Después sufrió un empeoramiento de su estado de salud. Tuvo que
ingresar en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde este miércoles –como
dice su cuñado Elías, sacerdote- “entró por la puerta grande en el Cielo”.
Lucía, a través de las redes sociales, anunciaba su fallecimiento y daba las
gracias por tantísimas muestras de cariño.
“No somos tan buenos”
El pasado 30 de octubre publicábamos en Aleteia su testimonio.
Mandé
a Miguel, buen amigo mío desde hace muchos años el artículo. Nos comunicábamos
por WhatsApp porque él no podía hablar. Yo le mandaba notas de voz y él me
respondía con textos.
Me agradeció el artículo, pero con su habitual sinceridad me
confesó que tenía miedo. No se sentía un ejemplo. Siempre ha sido una persona
muy humilde, y estaba abrumado por cómo su caso estaba difundiéndose.
Él, que nunca le gustaba ser el centro de atención pese a ser un
líder natural, de repente se veía en el foco. Si no le gustaba en sus mejores
momentos, imaginen así, sin hablar, en silla de ruedas, enfermo. Me decía “no
somos tan buenos”, en referencia a Lucía y él.
Un diario nacional le acababa de hacer otra entrevista, y hasta le
habían grabado un vídeo testimonial. Sentía vértigo.
Le insistí en que no había dicho nada de él que no fuera ya antes
de la enfermedad, una persona diez, pero que ahora, quizás fuera parte de su
misión dar testimonio de cómo encontrar a Dios y encontrarse con Dios en una
enfermedad tan cruel, como contrapunto a quienes defienden la eutanasia como
único camino ante el sufrimiento. Se me entrecortaba la voz cuando le pedía
eso.
Inspiración
Y él, con una simple frase de texto, me mandó “un abrazo inmenso”
que sentí como si me lo estuviera dando físicamente, el que me hubiera gustado
darle yo. Y vaya si han dado testimonio. Su forma de afrontar la enfermedad en
familia les ha convertido en una fuente de inspiración para miles de personas.
Lucía publicaba en Instagram cosas de su día a día en familia. Con
fotos tan radiantes por la belleza que entrañan que no necesitan filtros, y con
la certera prosa de una filóloga conseguían transmitir con cada publicación la
grandeza de un matrimonio enamorado, generoso, volcado con sus hijos, con todos
los que le quieren… y confiados absolutamente en la Voluntad de Dios. Sin
trampa ni cartón.
La
crudeza de la enfermedad, sin ocultar los momentos duros y las lágrimas, pero
demostrando que no era postureo cuando decían que “no hemos hecho nada para
merecer este regalo que nos permite vivir la vida con una perspectiva diferente
y, sin duda, nos aporta una felicidad verdadera y profunda”.
La meta del
Cielo
Lucía decía que la meta de este camino que les tocaba recorrer
juntos era el Cielo. Él ya está allí, “un santo con corbata” le llama su mujer.
Yo diría más: un santo contemporáneo, un santo de familia. Su huella en la
Tierra es muy profunda. Quienes le conocemos sabemos que –si Dios quiere-
también intercederá para grandes milagros desde el Cielo.
Quien les escribe se siente muy afortunado, con la certeza de
haber conocido y tratado a un santo en vida, a un amigo que se ha ido, pero con
quien seguiré hablando y riendo. Y esas carcajadas suyas seguirán resonando tan
fuertes y tan cercanas. Un amigo en el Cielo.
En una entrevista a ABC, en un solo párrafo, lo dijo todo:
“Con esta enfermedad he descubierto algo que todos sabemos, pero que no pensamos, y es que nos vamos a morir. Desde que me dijeron que tenía fecha de caducidad he aprendido a vivir sabiendo que me voy a morir y veo todo de otra manera. Hay gente que muere de repente, yo he tenido la suerte de ser avisado y así poder prepararme (…). He tenido la bendición de entender mejor muchas cosas, de sentir la cercanía de Dios, de ver el poder de la oración y de sentir que todo lo de este mundo es temporal y caduco. Creo que todos deberíamos pasar por algo parecido para valorar todo y acercarnos a Dios: amor puro y que llena el corazón”.
Benito Rodríguez
Fuente: Aleteia