Para llegar a ser él mismo, el niño necesita amor y verdad
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Vivir en familia es descubrir y amar el secreto de la propia
persona en toda su singularidad. Así es como nos liberamos. Ya no vivimos
según los deseos de los demás o según un tal personaje, sino desde
la llamada profunda de nuestra persona. Sin embargo, dar al niño esta
posibilidad de ser él mismo no es fácil. Pero es posible.
Para llegar a ser él mismo, el niño necesita amor y verdad
Negar a un niño el derecho a ser él mismo es mentirle, ya
sea para protegerlo o, peor aún, para adularlo. ¿Por qué tantos jóvenes de hoy
buscan desesperadamente el sentido de sus vidas? ¿No es, entre otras cosas,
porque demasiados adultos utilizan un lenguaje demagógico, que no es más que
una lamentable mentira?
El niño y, aún más, el adolescente (a pesar de las
apariencias) necesita puntos de referencia. Necesita padres que sepan
decir «sí» y «no». Padres que se atreven a correr el riesgo de desagradar.
Llegar a ser uno mismo no sucede en un solo día…
Especialmente en la adolescencia, la personalidad es a
menudo desconcertante y bastante difícil, sobre todo para los que le rodean.
Pero esto es normal. Los adolescentes deben ser capaces de tantear, oponerse,
criticar y caer de un exceso a otro, mientras tienen padres que siguen
siendo exigentes y misericordiosos. Más fácil de decir que de hacer frente
a estos adolescentes que nos provocan, es grande la tentación de caer en
la severidad intransigente o en la permisividad demagógica. Los niños, sea
cual sea su edad, necesitan tener delante a verdaderos adultos que sepan, cuando
sea necesario, afirmar, prohibir e imponer.
Pero al mismo tiempo estos adultos deben ser como el Padre
del hijo pródigo: los brazos siempre abiertos, dispuestos a perdonar. Perdonar,
como sabemos, no consiste en olvidar la falta (que sería una forma de mentira)
sino en superarla. Al perdonar, los padres demuestran que no reducen al
niño a su maldad: puede haber desobedecido, robado, mentido, pero no es
sólo un ladrón o un mentiroso. El perdón se niega a poner esas etiquetas, que,
al igual que los halagos, atrapan al niño en una imagen falsa.
Sólo el perdón—expresión del verdadero amor—permite al niño
(adolescente) caminar sin miedo hacia el descubrimiento de quién es
realmente. «La identidad profunda de todo hombre y mujer consiste en la capacidad
de vivir en la verdad y el amor; más aún, consiste en la necesidad de la
verdad y el amor, dimensión constitutiva de la vida de la persona. Esta necesidad
de verdad y de amor abre al hombre tanto a Dios como a las demás criaturas»,
señala San Juan Pablo II en su Carta a las Familias. Porque es en la entrega
de uno mismo donde uno se encuentra.
Christine Ponsard
Fuente: Edifa






