El hermano Eugenio Magdaleno, que falleció a los 88 años, fue uno de los más emblemáticos maristas de la Argentina. Tuvo entre sus alumnos a un Papa, pero sobre todo, sembró cercanía y profesionalidad educativa
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Había llegado a la Argentina en la década del 50, ya miembro de la
congregación fundada por Marcelino Champagnat. Y fue
participando progresivamente de las distintas escuelas que la familia marista
tiene en la Argentina. Continuó estudios teológicos en Roma y literarios en
Francia, donde le tocó conocer a gran parte de los ilustres hombres de letras
de su época. Notable para un joven palentino proveniente de una familia de
agricultores que recorría cinco kilómetros de niño para continuar sus estudios
en el colegio en el que conoció el carisma de Champagnat.
En la Argentina, ya desempeñaba funciones docentes para su
congregación y para otras, entre otras la familia jesuita, dentro de la cual
tuvo al entonces estudiante de Teología Jorge Bergoglio.
“Era muy callado y se sentaba en los últimos bancos. Recuerdo que era muy inteligente y sobresalía por eso”, dijo en una entrevista al diario Los Andes, de Mendoza, uno de sus últimos destinos. Al encontrarse con el Papa en Roma, recordaron con afecto y gratitud esos días.
Una huella en América Latina y África
Como Bergoglio, le tocó ser provincial de su congregación en la
década del 70, y como el luego Papa, ocultó personas perseguidas por la
dictadura militar.
Llegó a ser delegado del Capítulo General Maristas y con
funciones para América Latina y África logró viajar y
conocer gran parte del mundo. Además, desde su servicio al Consejo General,
colaboró activamente con la investigación médica del milagro que llevó a la
canonización de san Marcelino, puesto que se trató de la curación de un hermano
uruguayo.
Pero pese a su prestigio, su sobresaliente formación y su
prolífica contribución literaria, como el libro “Hijos de la posmodernidad”,
no se alejaba de pasillos en los que conocía y conversaba con alumnos, ni las
aulas en las que compartía sus saberes en los distintos destinos que tuvo.
Lo hizo en Luján, en Pergamino, en Morón, en el centro, en Belgrano, y en San Rafael, última comunidad educativa a la que se brindó por entero, creando vínculos con los alumnos y con las familias de los que pasaban por los colegios maristas. Y mostrándose siempre orgulloso de la propia.
«Siempre trabajé por Dios»
En la reseña de la Agencia
AICA, se destacó su adaptación del Catecismo a los
cursos primarios y secundarios. Como referente del Instituto Marista acompañó
la formación de cientos de catequistas, transitando hasta altas horas de la
noche los pasillos del colegio Champagnat en el centro porteño.
En la entrevista a Los Andes, brindada hace
algunos años, se reconocía en paz transitando los últimos años de su vida: “Ahora
viene lo mejor, porque estoy en el final de la vida y sé que siempre trabajé
por Dios, por la Iglesia y por los chicos”.
El hermano Eugenio Magdaleno fue uno de los más emblemáticos
maristas de la Argentina. Tuvo entre sus alumnos a un Papa, pero sobre todo,
sembró cercanía y profesionalidad educativa en cada comunidad en la que le tocó
servir. Vivió con otros.
Esteban Pittaro
Fuente: Aleteia






