Este joven católico de Madrid cuenta su experiencia de fe y de vida en este proyecto
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| Fernando, el tercero por la izquierda, relata su experiencia en un Hogar Lázaro |
Uno de estos jóvenes voluntarios que ha decidido ir a un hogar
Lázaro para convivir con personas que no tenían hogar es Fernando, un profesor madrileño de 34 años, que sintió
la llamada de servir así a Dios y al prójimo.
“Yo colaboraba en la Casa de acogida San Juan Pablo II de Caritas
Alcalá de Henares e hice amistad con varios de los acogidos. Uno de ellos del
cual su historia me impactó, (padre de 6 hijos, abuelo de 5 niños que se quedó
sin trabajo y terminó viviendo en la calle) necesitaba encontrar un lugar donde
poder vivir a más largo plazo. Empecé a buscar por internet y esos días en que
andaba buscando providencialmente me llego una mensaje de WhatsApp con
información sobre el Proyecto Lázaro. Llamé para pedir información y quedé fascinado con el proyecto.
Busca hacer hogar, responder a la necesidad de vida de encuentro con el prójimo”,
comenta este joven católico.
Fernando reconoce que al conocer en qué consistía “el
planteamiento me pareció integral, no se trataba de compartir un rato con
personas sin hogar, sino que se
trataba de compartir piso y ser uno más con ellos”.
El paso de dejar su casa para compartir vivienda con unos
desconocidos lo dio al descubrir –explica- que “mi vida es un don que sólo cuando es compartida responde a mis
deseos más profundos de comunión”.
En un Hogar Lázaro, comenta Fernando, Dios “es el centro de todo”. De hecho, cuenta feliz que
tienen “el privilegio de tener una capilla con el Santísimo en casa y todas las
mañanas los voluntarios rezamos laudes y hacemos un rato de oración
silenciosa”.
Pero la cosa no queda ahí sino que lo trasciende todo en este
hogar. “Dios está en nuestras relaciones personales, que queremos que sean
fraternales”, cuenta. Pero además, Fernando ha experimentado que “poniendo a Dios en el centro
estamos atentos de las necesidades del hermano y nos podemos pedir
perdón cuando ofendemos a alguno de los compañeros”.
Muchos se preguntarán cómo es el día a día en un Hogar Lázaro.
Este joven responde de manera clara: “como la de cualquier familia, sencilla, natural…”. “A
diario los voluntarios rezamos, nos vamos a trabajar y coincidimos en las
comidas, en las tardes o las cenas. Nos gustan mucho los juegos de mesa por lo
que algunas tardes las pasamos con juegos. Una vez por semana tenemos una cena
fraterna en la que ponemos en juego nuestras capacidades de chef y
cocinamos algo especial. En esta cena compartimos cómo estamos, cómo nos va la
vida y nos organizamos la semana”, señala Fernando.
Por otro lado, las personas que han salido de la calle y han
llegado a un hogar Lázaro “viven muy agradecidas. Muchos de ellos la experiencia potente que viven es ‘tener una
familia’. Algunos no hablan con su familia y ahora tienen la
experiencia de poder encontrar una. ‘El día que deje de vivir aquí vais a
seguir siendo mi familia’, dicen. Se crean lazos familiares fuertes aquí”.
Los Hogares Lázaro tienen un componente espiritual y social que va
unido. Acerca de la unión de estas dos realidades, Fernando asegura que en
estos meses ha visto que “todo es importante, pues muchas veces los cristianos vivimos la fe y la vida de la
Iglesia de forma disociada. Nos volcamos en lo social reduciendo la fe a
sociologismos que no llevan al hombre a trascender o nos volcamos en el plano
más espiritual cayendo en espiritualismos baratos que dan la espalda a las
necesidades de los hermanos”.
“En principio puede
parecer que el voluntario va a un hogar a hacer una buena obra, pero ¿la
realidad es esta o hay un intercambio recíproco con las personas que viven
allí?”, se pregunta.
Para entender todo esto, Fernando ha recibido el auxilio de la
sabiduría de San Juan Pablo II.
“Empecé a leerlo y a estudiarlo, y me impactó la mirada que tenía de las personas, del amor humano
y el análisis que hacía de los problemas del mundo, del comunismo,
capitalismo... Me fascinó la valentía de Juan Pablo II por los problemas de la
gente y fui descubriendo lo que enseña la Iglesia Católica”, afirma.
En este proceso, comprendió completamente que “la Iglesia no predica un mundo ideal
sin problemas ni echa la culpa a Dios por los problemas de los hombres, la
Iglesia anuncia y vive la Encarnación de Dios que asume el pecado del hombre y
entregando su vida y resucitando redime ese pecado. Ese pecado que tengo de creerme el centro del
universo, de reducir el mundo a ‘yo, mí, me, conmigo’”.
De este modo, Fernando recalca que el Hogar Lázaro “para mí es la
posibilidad de vivir una vida de Encuentro con el prójimo. Tengo el privilegio de tener un
hogar donde ponemos delante la debilidad del hombre y entendemos que los
problemas del otro son mis problemas. Cuando mi corazón desea riquezas
materiales en el fondo lo que desea es amar y ser amado. Y solo he encontrado
respuestas a ese deseo de amar y ser amado en la Iglesia Católica y actualmente
se concreta en Hogares Lázaro”.
Javier Lozano
Fuente: ReL






