22.4.21

EVANGELIO DEL DÍA

22 - Abril. Jueves de la III semana de Pascua

Evangelio según Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.

Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.

COMENTARIO

El Evangelio según San Juan nos ha transmitido como ningún otro Evangelio los discursos de Jesús en los que habla de su relación con el Padre. Estos días la liturgia nos recuerda las palabras que encontramos en el capítulo sexto, concretamente en el Discurso del Pan de Vida. Las personas que seguían al Señor buscaban en él la vida. Y, sí, Jesús se ofrecía como Pan de Vida, pero de una Vida como ellos no podían imaginar. El alimento que estaba ofreciendo no era simplemente para el cuerpo.

Con las palabras del evangelio de hoy se nos está animando a no desistir de buscar, encontrar y amar a Jesús (cfr. Camino, 382). Para ello, es necesaria una actitud abierta del corazón, de escucha confiada y agradecida, que responda implicándose en un diálogo de amor con la propia existencia. Esto es: una verdadera escucha es la que nos dejemos tocar en lo más profundo de nuestro ser y, fruto de ello, conformemos nuestra vida según lo recibido. Cristo nos quiere dar la mano, iluminar nuestra inteligencia, fortalecer nuestra voluntad y acompañarnos en el camino hacia el Padre. Dios es la fuente de la Vida, y a esa fuente nos quiere llevar. ¿Cómo lo hace?: dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (cfr. 1 P 2,21). Esto es la fe: identificación con aquel en quien se cree.

En una de las lecturas de la Vigilia Pascual leímos estas palabras: ¡Todos los sedientos, venid a las aguas! Y los que no tengáis dinero, ¡venid! Comprad y comed. Venid. Comprad, sin dinero y sin nada a cambio, vino y leche. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestros salarios en lo que no sacia? Escuchadme con atención y comeréis cosa buena, y os deleitaréis con manjares substanciosos (Is 55,1-2). ¡Cuántas veces habremos usado la palabra “saciar” sin saber realmente lo que significa estar saciados! Porque el profeta está hablando de algo que llena y ya no se pierde. Ahí es donde merece la pena invertir: en alimentarnos de Cristo, en convertir toda nuestra existencia en un diálogo con él, trabajando con él, descansando con él, cuidando las amistades con su amor, anhelando ver a un Padre cuyo rostro solo él ha contemplado y que nos ha mostrado y nos muestra en la medida en que le dejemos vivir en nosotros.

Juan Luis Caballero

Fuente: Opus Dei


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