Dominique Dawes buscaba la felicidad en el deporte y la encontró en Cristo
Dominique
Dawes nació en 1976 en Maryland, donde se crio en una familia perteneciente
a una iglesia bautista. Desde su niñez entregó su vida a la gimnasia
artística, sufriendo la soledad en medio de la “cultura tóxica” del
deporte. Fue la primera mujer afroamericana en ganar una medalla en su
disciplina, y con 24 años ya tenía tres medallas olímpicas.
Ha contado su conversión de “felicidad y plenitud” en Catholic
News Agency.
La madre de Dominique era maestra
en una escuela dominical bautista. La gimnasta detalla la importancia “de esa
semilla que plantó mi madre en mí. El Espíritu Santo me ha protegido a lo
largo de mi vida y me ha mantenido lejos de personas y situaciones que no
eran las más recomendables”.
A jornada completa, desde niña
Dominique comenzó a cosechar
sus primeros éxitos nacionales en un mundo que para ella era exigente,
solitario, y sobre todo, tóxico.
En ese nivel “sacrificas toda tu
infancia, especialmente si entrenas para los Juegos Olímpicos”, explica. “En mi
caso, entrenaba más de treinta horas a la semana. Eso es un trabajo a
tiempo completo, con la rutina física, emocional, social y psicológica de cada
día que esto conlleva”.
“Mi madre hizo lo mejor que pudo
conmigo y mi entrenador fue etiquetado muchas veces como una figura materna
para mí, pero ninguno de ellos era verdaderamente feliz”, añade.
Inmersa en una cultura tóxica
Dawes recuerda que pese a que
entrenaba con sus compañeros de equipo, ninguno de ellos entrenaba a su nivel y
se encontraba sola. “Sentía que necesitaba encontrar una madre que fuese
feliz, con esos brazos amorosos en los que puedes encontrar ese consuelo y amor
que nunca sentí cuando era niña. Hablaba mucho con Cristo, y le pedía y
suplicaba ayuda”, explica.
“Me despertaba en medio de la
noche y me arrodillaba, porque aunque amaba el deporte, tenía pasión por
Cristo, me identificaba con Él y percibía que el deporte estaba infestado
de una cultura tóxica. Era normal que te criticaran, ridiculizaran y te dijeran
que no eras lo suficientemente bueno”.
Rezó antes de ganar los Juegos
Olímpicos
Conforme creció, Dawes comenzó a
asistir a una Iglesia Interdenominacional Cristiana, donde participó en
estudios bíblicos y conferencias religiosas, “en busca de la paz, alegría y
felicidad”.
Con 20 años compitió con el
equipo estadounidense de Las siete magníficas en los Juegos Olímpicos de
Atlanta. “50.000 personas mirando en la `Cúpula de Georgia´, 3.400 millones de
personas observando… me rompí emocionalmente. Era demasiado para mí”.
Entonces la capitana de
su equipo, Amanda Borden, se arrodilló a su lado y rezaron juntas. Dominique supo que no estaba sola
"porque Él es quien me fortalece. Cuando me levanté, me sentí libre,
ligera y salimos juntas. Hicimos historia”. Aquel día, `Las siete Magníficas´
ganaron el oro en Atlanta, quedando Rusia y Rumanía en segundo y tercer puesto.
Los éxitos y la fama no le
llenaban
La trayectoria de Dominique
fue imparable. Obtuvo una medalla de bronce individual en
suelo, y un nuevo bronce con su equipo en Sídney el año 2000. En los
campeonatos mundiales fue tres veces plata y una vez bronce, y en los
campeonatos estadounidenses sumó 15 medallas de oro individuales, 2 de plata y
2 de bronce entre 1991 (con quince años) y 1996.
Sin embargo, cuenta que nunca
sintió "que eso me completara”. Desde sus primeros años de éxito
siempre estuvo “en búsqueda de la plenitud” hasta que, tras su retirada en el
año 2000, comenzó a sentirse atraída por visitar una iglesia católica de
Rockville, en Washington.
Se enamoró de María y la fe
“Fui y me senté en esa
iglesia sabiendo muy poco sobre la fe católica, pero me sentía llamada a
estar allí. Me encantó la sensación de paz y silencio”. Dominique se inscribió
en el programa de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA) y se enamoró
profundamente de la fe católica, especialmente de la Virgen María.
En 2013 Dominique se convirtió a
la fe católica y se casó con Jeff Thompson, un profesor católico a quien
había conocido un año antes. Tuvieron cuatro hijos: Dakota, Quinn, Kateri y
Lincoln Thompson.
Familiar de la primera santa
nativa americana
Tras su conversión, Dominique descubrió
que sus entre sus familiares lejanos, no solo tenía una antepasada
católica, sino que de hecho, esta era la primera santa nativa americana, Kateri
Tekakwitha. Nació en el actual Nueva York en 1656, y fue canonizada con el
nombre católico de Catalina Tekakwitha el 21 de octubre de 2012 por
Benedicto XVI.
Enseña gimnasia de forma positiva
Actualmente, la campeona del
mundo dirige su propia academia de
gimnasia en Washington, donde quiere transmitir una cultura del deporte
“marcadamente distinta” a la que ella recibió. Allí, Dominique pretende “que
todas las niñas que crucen estas puertas se den cuenta de que tienen todo lo
que necesitan en su interior para tener éxito y que son más que aptos de lo que
les enseña el actual deporte”.
“La gimnasia no es un
deporte tóxico o corrupto. Es la cultura, y la cultura determina a la gente”,
explicó tras recordar la presión y las críticas recibidas en sus años como
gimnasta.
“Él está a mi lado”
“Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” menciona Dawes citando su versículo favorito. “Tengo que
recordármelo frecuentemente, necesito recordarme que no estoy sola, que no
hice gimnasia sola, ni me forme sola en el vientre de mi madre. Siempre que
tengo miedo o ansiedad, me recuerdo que Él está a mi lado”.
J. M. Carrera
Fuente: ReL