1 – Mayo. San José Obrero
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Fue a su ciudad y se
puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa
sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre
María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus
hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de
él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y
no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.
COMENTARIO
En su brevedad, el
pasaje escogido como evangelio para la celebración de San José Obrero dice
mucho. Las palabras de Mateo recogen la sorpresa de los paisanos de Jesús que,
aunque ven y admiten lo extraordinario de su sabiduría y sus poderes, se
comportan de una forma sorprendente: se escandalizan y lo rechazan. Sus
palabras podrían traducirse así: “pero, ¿quién se ha creído este que es?”, “¿en
razón de qué hace estas cosas, siendo, como es, uno de nosotros?”. El pasaje
menciona a José, y se refiere indirectamente a él como “el artesano”, esto es,
como alguien que ejerce una profesión que, en sí, no tiene nada de
extraordinario. “¿Cómo es posible”, estarían pensado algunos, “que su hijo
aspire a ser lo que ahora muestra ser?”.
Hay una gran dificultad
en el “amor cercano”. Es muy fácil pensar que lo que se repite mucho es algo
“normal”, que no tiene nada extraordinario detrás. Es fácil acostumbrarse a
cualquier cosa que se repite y verla con mirada pequeña. La lejanía y lo poco
frecuente se presentan a menudo como aval de la grandeza: consideramos grande a
lo lejano, a lo que no conocemos bien, a lo que se nos presenta como
extraordinario o que ocurre pocas veces. Pero grande es lo más ordinario: el
aire que respiramos, los buenos días de quien vive con nosotros, el trabajo de
cada día hecho por amor. Y esa grandeza solo la puede percibir el corazón
grande, el que está dispuesto a acoger como “milagro de amor” hasta lo más
pequeño que se le ofrece; milagro que todos podemos hacer y que no depende de
la “grandeza” de lo que realicemos sino del amor que pongamos en nuestras
obras.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei