Recordar que la acción pertenece al Señor permite no perder nunca de vista que es el Espíritu la fuente de la misión
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El Papa Francisco recibió en
audiencia en el mediodía de este 30 de abril, a los miembros de la Acción
Católica Italiana con motivo de su con motivo de la 17ª Asamblea Nacional. En
el saludarlos con afecto, el Sumo Pontífice ofreció elementos de reflexión
sobre las tareas que les competen, en un tiempo como el que estamos viviendo,
precisamente a partir de las palabras que los conforman.
Acción
El Evangelio – dijo el Papa - nos
asegura que la acción pertenece al Señor: es Él quien tiene el derecho
exclusivo de actuar, caminando "de incógnito" en la historia que
habitamos. Sin embargo, “recordar esto no nos exime de responsabilidad, sino
que nos devuelve a nuestra identidad de discípulos-misioneros”. Recordar que la
acción pertenece al Señor, en cambio, “permite no perder nunca de vista que es
el Espíritu la fuente de la misión: su presencia es la causa -y no el efecto-
de la misión. Y, además, permite tener siempre presente que "nuestra
capacidad viene de Dios", es decir, “que la historia está guiada por el
amor del Señor y nosotros somos coprotagonistas”. Tal es así que “acoger lo
imprevisto, en lugar de ignorarlo o rechazarlo, significa permanecer dóciles al
Espíritu y, sobre todo, fieles a la vida de los hombres y mujeres de nuestro
tiempo”.
Hablando del Espíritu, que nos
hace avanzar, y del Señor que actúa y nos acompaña, el Papa Francisco advirtió
sobre la “ilusión del funcionalismo”: los programas – explicó - los
organigramas, son útiles, pero como punto de partida, como inspiración; lo que
hace avanzar al Reino de Dios es la docilidad al Espíritu. "El Espíritu,
nuestra docilidad y la presencia del Señor".
Es triste ver cómo muchas
organizaciones han caído en la trampa de los organigramas: todo perfecto, todas
las instituciones perfectas, todo el dinero necesario, todo perfecto... Pero
dime: la fe, ¿dónde está? ¿Dónde está el Espíritu? "No, lo buscamos
juntos, sí, según el organigrama que estamos haciendo". Cuidado con los
funcionalismos. Cuidado con caer en la esclavitud de los organigramas, de las
cosas perfectas ... El Evangelio es un desorden porque el Espíritu, cuando
llega, hace tanto ruido que la acción de los apóstoles parece la acción de
borrachos. Así decían: "¡Son borrachos!" La docilidad al Espíritu es
revolucionaria, porque Jesucristo es revolucionario, porque la encarnación es
revolucionaria, porque la resurrección es revolucionaria. Su envío debe ser
también con esta característica revolucionaria.
Según el Santo Padre, la labor de
la Acción Católica debe tener como características, ante todo, la gratuidad,
pues “el impulso misionero no se sitúa en la lógica de la conquista sino en la
del don”. Esa gratuidad pide dedicación a las comunidades locales, asumiendo la
responsabilidad del anuncio, de la escucha y del entretejido de relaciones
fraternas. Las segundas características señaladas por el Papa son “la humildad
y la mansedumbre”, claves para vivir “en el servicio”, y no para “ocupar
espacios”, sino “para iniciar procesos”. Se trata, en este caso, de
una presencia que “a menudo no hace ruido”, pero que es una presencia “fiel,
generosa y responsable”, a la que la Iglesia está agradecida.
Católica
La palabra "católica",
que puede traducirse en “hacerse prójimo” y que “cualifica la identidad” de la
Acción Católica Italiana, está a significar, como señalado por el Papa en su
discurso “que la misión de la Iglesia no tiene fronteras”. Como Jesús, que
alcanzó a sus discípulos “allí donde vivían y trabajaban” y “así como eran”,
los miembros de la Acción católica están llamados a hacerse cercanos, y, “el
tiempo de la pandemia, que ha exigido y sigue exigiendo que aceptemos formas de
distanciamiento, ha hecho aún más evidente el valor de la cercanía fraterna”.
“La distancia – subraya el Papa - nunca puede convertirse en indiferencia”. En
este sentido, los miembros de la ACI pueden “hacer mucho”, porque son una
asociación de laicos. El “peligro”, pone en guardia Francisco, “es
la clericalización de la Acción Católica". Aunque si bien “todavía está muy
extendida la tentación de pensar que la promoción del laicado -frente a tantas
necesidades eclesiales- pasa por una mayor implicación de los laicos en las
'cosas de los curas'", con el riesgo de acabar “clericalizando a los
laicos”, la laicidad “es riqueza para la catolicidad de la Iglesia”, y no es
necesario “convertirse en algo distinto” de lo que se es “por el
Bautismo”.
En particular, dice el Pontífice,
“los laicos de Acción Católica pueden ayudar a toda la Iglesia y a la sociedad
a repensar juntos qué tipo de humanidad queremos ser, qué tipo de tierra
queremos habitar, qué tipo de mundo queremos construir”, y están llamados a
“hacer una contribución original a la creación de una nueva ecología
integral”. Además, “el gran sufrimiento humano y social generado por
la pandemia corre el riesgo de convertirse en una catástrofe educativa y una
emergencia económica”, por eso el Santo Padre pide cultivar “una actitud sabia”
como lo hizo Jesús, que "aprendió la obediencia por las cosas que
padeció", lo que significa aprender “una forma de escucha elevada y
exigente, capaz de permear la acción”. En este sentido, el Papa confía a la ACI
sobre todo a los más afectados por la pandemia y a los que corren el riesgo de
pagar el precio más alto, es decir, los pequeños, los jóvenes, los ancianos,
los que han experimentado la fragilidad y la soledad. También les pide no
perder nunca el carácter popular: “su experiencia asociativa es católica- les
remarca - porque implica a chicos, jóvenes, adultos, ancianos, estudiantes,
trabajadores: una experiencia de pueblo”. Y “la catolicidad" es
"precisamente" la experiencia del Santo Pueblo fiel de Dios:
"¡no perder nunca el carácter popular!", exhorta Francisco, en el
sentido de ser pueblo fiel de Dios.
Italiana
Por último, la ACI, siempre parte
de la historia italiana, dice el Pontífice, “puede ayudar a la comunidad
eclesial a ser fermento de diálogo en la sociedad”, en
el estilo indicado por él mismo en el V Congreso de la Iglesia italiana de
Florencia en 2015. Esto porque “una Iglesia del diálogo es una Iglesia
sinodal, que escucha conjuntamente al Espíritu y la voz de Dios que nos llega a
través del grito de los pobres y de la tierra”. Y el plan sinodal, puntualiza,
“no es tanto un plan a programar y realizar, una decisión pastoral que tomar,
sino sobre todo un estilo a encarnar”. Esto porque “la sinodalidad no es hacer
parlamento” y “buscar una mayoría”: al contrario, “lo que hace que la
discusión, el parlamento, la búsqueda de cosas se convierta en sinodalidad es
la presencia del Espíritu", a saber, "la oración, el silencio, el
discernimiento de todo lo que compartimos". "No puede haber
sinodalidad sin el Espíritu, y no hay Espíritu sin oración”. La asociación, en
este sentido “constituye un ‘gimnasio’ de la sinodalidad, una actitud que puede
“seguir siendo un recurso importante para la Iglesia italiana, que se interroga
sobre cómo madurar este estilo en todos sus niveles”.
La contribución “más valiosa” de
la ACI, concluye el Papa, puede venir de sus laicos, que son “un antídoto
contra la autorreferencialidad”, pues “cuando no se vive la verdadera laicidad
en la Iglesia se cae en la autorreferencialidad”. “Hacer sínodo no
es mirarse en el espejo, ni siquiera mirar a la diócesis o a la Conferencia
Episcopal- señala. Es “caminar juntos detrás del Señor y hacia la gente, bajo
la guía del Espíritu Santo”. Además, la laicidad es también un “antídoto contra
la abstracción”, puesto que “un recorrido sinodal debe conducir a la toma de
decisiones” que, “para ser factibles, deben partir de la realidad” y no “de las
tres o cuatro ideas que están de moda o que han salido en la discusión”. Esto a
fin de “incidir en ella, hacerla crecer en la línea del Espíritu Santo y
transformarla según el proyecto del Reino de Dios”.
Deseando, finalmente, buen
trabajo a la Asamblea de la Asociación, el Pontífice expresó su esperanza de
que la misma “pueda contribuir a hacer madurar la conciencia de que, en la
Iglesia, la voz de los laicos no debe ser escuchada ‘por concesión’”, sino “por
convicción” y “por derecho”, tal como la de los obispos y sacerdotes, porque
todo el pueblo de Dios es infalible in credendo.
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