Premio Nobel de Literatura en
1928, se convirtió tras fracasar su relación conyugal
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Sigrid Undset, una escritora muy consciente del valor del matrimonio. |
La
escritora noruega Sigrid Undset (1882-1949) se convirtió al catolicismo en
1924, sólo cuatro años antes de recibir el Premio Nobel de Literatura. Fue una
auténtica rara avis en un país de abrumadora mayoría luterana,
confesión en la que la bautizaron aunque, hija de padres ateos, creció toda su
juventud y primera madurez como agnóstica.
El amor y el matrimonio son temas esenciales de sus novelas, así como el papel
de la mujer en la familia y en la sociedad. El preciado galardón literario lo
consiguió precisamente por una trilogía sobre un fuerte carácter femenino,
ambientada en la Edad Media: Cristina, hija de Lavrans (publicada entre 1920 y
1922).
En cuanto a la significación del matrimonio en la obra de Undset, un
artículo de Howard Kainz, profesor emérito de la Marquette University,
la universidad de los jesuitas en Wisconsin (Estados Unidos), recuerda un hecho
interesante en la vida de Sigrid.
Poco tiempo después de recibir el Premio Nobel, un sacerdote de Oslo (Noruega)
le preguntó por qué en su obra, escrita antes de su conversión al
catolicismo, ya denominaba al matrimonio como "sacramento", siendo
así que para los protestantes es sólo un contrato y no figura entre los
sacramentos que conservaron -aunque perdiendo su carácter- tras la Reforma,
como el bautismo o, en algunas confesiones, la eucaristía.
Instrumento para la salvación y
canal de la gracia
Sigrid le dijo que la
respuesta requería cierta extensión, y al poco tiempo publicó un ensayo en la
revista católica noruega Credo, que luego se convirtió en uno de los
capítulos de su obra Los años más largos, de 1934.
"Para mí, y para muchos de quienes compartían mis puntos de vista",
decía Undset en ese texto, "lo lógico habría sido que toda la cristiandad
tuviese como dogma común que la única forma de matrimonio admitida es la
indisoluble, para toda la vida. Pero nos enfrentábamos al hecho histórico de
que todos los fundadores de sectas protestantes estaban de acuerdo en
tirar por la borda ese dogma. Todos ellos habían aceptado la opinión de que en
ciertas circunstancias el matrimonio puede disolverse y que las personas
divorciadas pueden casarse de nuevo, incluso en vida de su anterior
pareja".
Para ella (cuyo matrimonio, que le dio cinco hijos, había fracasado y acabó
también en divorcio) era incomprensible que los protestantes redujesen el
matrimonio a un contrato civil: "Como sacramento -canal de la gracia-, el
matrimonio se instauró primordialmente para ayudar a las personas en el
camino hacia la salvación eterna. Sin esa premisa, es inconcebible que nadie
haya podido pensar que es, y debe ser, una unión indisoluble, en la cual ambas
partes, por encima de todo, asumen deberes hacia Dios, y uno hacia otro en
Dios".
En la esencia misma, católica, de
Europa
Y completaba esta idea con una
observación interesante: "Incluso cuando la doctrina de la Iglesia sobre
el matrimonio se consideró prácticamente en toda Europa objetivamente verdadera
y correcta, el adulterio era habitual. Sin embargo, la Iglesia podía decir con
plena justificación que el matrimonio es un canal de la gracia, pero que
si los hombres rechazan cooperar con la gracia, es inútil, porque los hombres
conservan la libertad de pecar".
Justo lo que quería Sigrid
Unset al explicar así su posición era convencer a sus lectores de que "las
tradiciones europeas, incluidas las tradiciones sobre el matrimonio, provenían
de fuentes católicas, pero en algunos aspectos habían degenerado en pálidas
imitaciones", en palabras de Kainz.
"Tenemos que convencernos", concluía Undset, "de que no tenemos
derecho a pensar que ningún aspecto de la tradición europea, de los valores
culturales, de las ideas morales, de la riqueza emocional que tienen su origen
en la cristiandad dogmáticamente definida de la Iglesia católica, seguirá
viviendo una vida ´natural´ si los europeos rechazan aceptar la gracia
sobrenatural de Dios. No puede pensarse que un árbol sin esas raíces continúe
dando ramas, hojas y frutos".
Unos párrafos que explican por qué, allí donde el matrimonio perdió su
condición de sacramento, perdió también su preeminencia como institución social,
y en seguida su valor intangible hasta la desintegración de la sociedad que se
basaba antes en él.
Artículo publicado en Religión en
Libertad el 30 de junio de 2012.
Carmelo
López-Arias
Fuente: ReL