Cuando algo acaba, otra cosa empieza y quizás es mejor que lo que estás echando de menos...
«Lo
que la oruga llama el fin del mundo, el resto del mundo llama mariposa». Lao Tse
Lo que a veces nos parece una
culminación, luego se nos revela como un nuevo comienzo. Lo que parece ser
el final puede convertirse en una nueva posibilidad de vida y de transformación.
Preocupación por el futuro
Nuestras preguntas más urgentes
suelen ser sobre el futuro. Queremos saber qué va a pasar, cómo va a pasar
y conocer los detalles de lo que nos depara la vida.
Guardamos en el corazón un deseo
de estar tranquilos, de sentirnos seguros. Pero sabemos que en la vida del que
cree la obediencia comienza con la entrega de nuestro tiempo.
Los
discípulos también querían saber sobre el futuro. Si Jesús se iba, qué pasaría
con ellos, qué pasaría con la vida que tenían entre manos.
Constantemente le preguntaban si
lo que estaban viviendo era el Reino de Dios sobre la tierra.
En su pregunta mostraban lo lejos
que estaban todavía del Reino del que les había hablado Jesús que no era de
este mundo.
No comprendían y seguían atados a
proyectos humanos de afirmación y de poder.
Esta es una imagen de las
preguntas que también nosotros le hacemos a Jesús, que manifiestan no nuestra
entrega del tiempo de nuestra vida a su voluntad, sino un intento de forzarlo a
entrar en nuestras expectativas y proyectos.
Una misión
Después de Pentecostés los
discípulos tienen el poder de hablar nuevos idiomas para encontrar nuevas
formas de proclamar el Evangelio y de anunciar la vida que Jesús les había
dejado.
Dios los fortalece para que
puedan manejar todas las seducciones a las que estaban sometidos, beber los
venenos contenidos de la lógica y las palabras del mundo sin sufrir daños.
Pero, sobre todo, son llamados
a consolar, son llamados a curar las enfermedades de los hombres.
Están llamados a curar los
corazones de todo el que está desanimado, como ellos lo estuvieron unos días
antes.
“También nosotros estamos llamados
a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser paráclitos, es decir
consoladores. Sí, el Espíritu nos pide que demos forma a su consolación.
¿Cómo podemos hacerlo? No con
grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia,
sino con la oración y la cercanía.
Recordemos que la cercanía, la compasión
y la ternura son el estilo de Dios, siempre.
El Paráclito dice a la Iglesia
que hoy es el tiempo de la consolación. Es el tiempo del gozoso anuncio
del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo.
Es el tiempo de llevar la alegría
del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización.
Es el tiempo para derramar amor sobre
el mundo, sin amoldarse a la mundanidad.
Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito! Es el tiempo de la libertad del corazón, en el Paráclito”. Papa Francisco. Homilía en la fiesta de Pentecostés
Por qué podemos consolar y hacer arder
En nuestro mundo tan
convulsionado, la fiesta de Pentecostés hace que resuene en nuestro interior el
estruendo silencioso del Espíritu que nos llama al diálogo, a crear puentes, a
llevar la paz.
Jesús nos asegura que sigue
actuando junto a nosotros. Él con su Espíritu entra hasta el fondo de nuestra
alma y nos consuela. Nos llama a consolar porque Él nos renueva y nos
consuela primero.
“Por eso la mediocridad cayó de nuestros hombros como un manto que se pierde en la carrera; y donde hubo pescadores tartamudeantes, nacieron llamaradas, epístolas y martirio”. Martín Descalzo
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia






