El Reino de Dios crece en el corazón de cada persona con una lógica muy distinta a la de la productividad y la fuerza
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Mahmudul-Hassan | Shutterstock |
«¿Con qué
compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es
como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las
semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos
y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra».
Lo compara con la semilla de la mostaza, la más pequeña de todas.
Y de ella brota un árbol inmenso.
Siempre me conmueve el poder de esta semilla insignificante. El origen
en Dios siempre es pequeño.
Lo más
pequeño esconde lo más grande
El comienzo de la
Iglesia fue pequeño, unos hombres rudos y un hombre muerto en la cruz. Así ha
seguido siendo a lo largo de su historia. El inicio pequeño de una semilla
pequeña.
A menudo me quejo de
mi falta de formación, de mi carencia de medios para enfrentar la vida.
Ninguna comunidad
religiosa en la Iglesia ha desaparecido por falta de medios económicos. Y sí
muchas han muerto por tener demasiados bienes y medios.
La comodidad engendra
el ocio y el ocio lleva a los vicios. Y entonces la planta muere porque
ha dejado de mirar al cielo.
Lo más pequeño puede
ser el origen de lo más grande. Dios lo puede hacer posible. Eso es lo que me da paz.
Corazones dóciles y generosos
No
necesita Jesús que sus apóstoles sean hombres poderosos en Jerusalén. No
requiere personas muy formadas y doctas.
Necesita sólo corazones dóciles,
abiertos y generosos. Comenta san Ignacio de Antioquía:
«Lo que
necesita el cristianismo, cuando es odiado por el mundo, no son palabras
persuasivas, sino grandeza de alma».
La grandeza de alma tiene que ver con esa semilla pequeña.
Corazones grandes pero débiles. Sueños inmensos en cuerpos pequeños y
frágiles.
Un árbol inmenso
No
importa porque Dios puede hacer crecer la vida desde la muerte y logra que de una
semilla insignificante surja un árbol inmenso.
En él anidarán los pájaros buscando sombra. No morirá este árbol
frondoso con las heladas. Se mantendrá firme desafiando el tiempo.
Un árbol sin miedo a ser destruido. Dará ramas fuertes. Y muchos
encontrarán en él un descanso, un abrigo. Me
gusta esa imagen.
Sólo requiere Dios para empezar de nuevo el sí de una semilla
insignificante. No importa que no tenga fuerza en apariencia. Su
potencial es inmenso.
El
poderoso reino de los sencillos
Así
es el reino que desestabiliza el poder humano y crea una estructura diferente.
Es un reino que surge desde los pequeños, desde los sencillos, desde los que no
buscan el poder humano y confían sólo en el poder de Dios.
Los desechados por el mundo son importantes para Dios. Leía el
otro día:
«Junto a
Jesús, los enfermos recuperan la salud, los poseídos por el demonio son
rescatados de su mundo oscuro y tenebroso. Él los integra en una sociedad
nueva, más sana y fraterna, mejor encaminada hacia la plenitud del reino de
Dios»
José Antonio
Pagola, Jesús,
aproximación histórica
Es el suyo un reino que está sostenido por el amor fraterno. Ya no hay miedo a perder el poder y la hegemonía.
Ya no teme el poderoso perder su lugar porque en ese reino cada uno
ocupa con humildad el lugar que le corresponde y no ansía
otros puestos mejores.
Amados
incondicionalmente
En
este reino todos son amados por su belleza, por su grandeza. No importa mi
aspecto ni mi indignidad. Me siento amado por lo que soy,
por Dios, por los hombres.
No importa tampoco mi pecado, porque Dios construye sobre hombres
frágiles que han caído más de una vez.
Sólo importa la grandeza de mi alma. Que tenga un corazón grande
que sepa amar con la medida de Dios. Esa forma de amar es la que merece la
pena.
Es un reino en el que todos caben. No hay
diferencias. No hay rupturas.
Dios los ama a todos. A los pequeños, a los débiles, a los pecadores.
Y busca almas que estén dispuestas a dar la vida por amor. De ellos brotará un
reino en el que todos tendrán paz y descanso.
En el
corazón la paz
Esa
forma de entender la vida me gusta. Un reino en el que el hombre encontrará su
lugar. Sin prisas, sin pausa todo se irá desarrollando.
A veces me parece que en mi mundo es más poderoso el mal que el
bien, la injusticia que la justicia.
Pero no son las categorías humanas las que lo mueven. Sólo Dios
sabe cómo se va dando la trama.
Sucede este reino en el corazón del
hombre. Es difícil saber cuándo está creciendo. Porque se hace más
fuerte desde la renuncia. Y en la forma de vencer las adversidades se hace más
hondo.
Es un reino tan distinto que me conmueve. Quiero dejarme hacer por
esta nueva forma de entender la vida. Sólo con esta nueva mirada seré más feliz
y pleno.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia