Exjugador profesional de hockey –incluso participó en los Juegos Olímpicos de Londres–, periodista y sacerdote, Litus, como todos lo conocen, será el coordinador de la recién impulsada Pastoral del Deporte en la Conferencia Episcopal Española
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| Carlos Ballbé. Foto cedida por Carlos Ballbé |
Siempre he sido creyente.
Incoherente, pero fe he tenido. Al terminar el colegio quería ser reportero de
guerra. En ese momento, mi vida era el deporte y el periodismo.
Pero a raíz de la muerte de mi
abuela me tomé las cosas más en serio. Y con ese cambio me empezaron a ir muy
bien las cosas. Llegué con mi club, el Atlètic Terrassa, a la final de la Copa
de Europa, que perdimos, y me llamó la Selección Española para preparar los
Juegos Olímpicos de 2008 en Pekín. Era 2007 y tenía 22 años.
No podía pedir más…
Ese verano, antes de concentrarme
con la selección, me fui a Mallorca a descansar. Cogí la mononucleosis y estuve
tres semanas en cama. Ya no podía reengancharme al equipo. Sentía un gran vacío
a pesar de tener todo lo que quería en mi vida. No sabía qué me pasaba. Hablé
con un sacerdote y me propuso peregrinar a Medjugorje. Ya había ido dos veces y
no me apetecía mucho. Pero, al final, fui la tercera semana de agosto de 2007.
En una de las adoraciones –yo no era de rezar mucho–, me quedé aparte y ahí se
fue recolocando todo. Contaba mis planes a Dios y, al mismo tiempo, me daba
cuenta de que no me llenaban. Y sentí una llamada a entregarme al Señor, aunque
no pensaba en el sacerdocio.
¿Qué pasó a la vuelta?
Hablé de nuevo con el cura y le
planteé que quería despejar la incógnita, pero que no quería entrar en un
seminario. Me propuso irme a una casa en Pamplona para gente que se lo está
pensando y estuve allí un año. Sí me pidió que no dejase el hockey. «Si Dios te
ha encontrado en el hockey, Dios está en el hockey. No lo abandones», me dijo.
Además, si tenía tan claro que no iba a ser sacerdote, no había por qué tirar
la carrera. Jugué mientras en un equipo en San Sebastián.
Y entras en el seminario, pero no
dejas el hockey.
Me llamaron de mi club de Tarrasa
y me dijeron que lo que estaba haciendo en Pamplona lo podía continuar en
Barcelona. El único motivo por el que entré en el seminario fue porque podía
seguir jugando al hockey con mi club y mis amigos. El hockey ha salvado mi
vocación, he visto a Dios en el hockey. Todo lo que he conseguido ha sido
gracias al seminario y al club, porque me permitieron compaginarlo. La idea era
hacer cuatro años y dejarlo los dos últimos cursos.
Pero…
En 2011, la selección española me
dio la opción de optar a una plaza para los Juegos Olímpicos de Londres. Ese
año viví fuera del seminario –teníamos viajes– y estudié Teología a distancia.
Fue uno de los mejores de mi vida, pues pude combinar mi pasión, el hockey, con
lo que da sentido a mi vida, Dios. Lo único que pedí fue poder ir a Misa los
sábados por la tarde o los domingos. Y lo hice.
¿Cómo vive un seminarista los
Juegos Olímpicos?
Lo disfruté mucho. Había una zona
con espacio para las distintas religiones. Pude estar en unos Juegos Olímpicos,
comulgar cada día y conocer a católicos y creyentes de otras confesiones.
Creo que le costó contar a sus
amigos que daba el paso al sacerdocio, ¿no?
No me costó, sino que no me atreví. Les envié un correo electrónico. Les decía que no podía contárselo a la cara porque tenía miedo a que me rechazaran o que no lo entendieran. Y fue todo lo contrario.
¿Se puede evangelizar con el
deporte?
Nadie puede decir que no. Yo lo
he vivido, Dios me ha encontrado en el hockey. Se puede educar a las personas y
si el chaval se lo pasa bien, disfruta y aprende, es mucho más fácil hablarle
de Dios.
Además de deportista y sacerdote,
también es periodista. Y en su foto de perfil de WhatsApp tiene a Miguel Gil,
reportero asesinado en el año 2000 en Sierra Leona. ¿Por qué?
Toda la vida he querido ser
periodista, pero deportivo. Estudié en el colegio Viaró y Miguel había hecho
los dos últimos cursos allí. Cuando falleció yo estaba en el centro. Al año, un
sacerdote le dijo a mi madre que como quería ser periodista tenía que
leer Los ojos de la guerra [se relata su muerte]. Cuando lo leí, me
dije que quería ser como él.
¿Conoce a la familia?
Hace dos años, a través de un
amigo, me puse en contacto con su madre, y nos vemos de vez en cuando. Hace
unos días y le dije que me iba a África a hacer de Miguel Gil.
¿África?
Me voy tres semanas a República
Centroafricana con Juan José Aguirre, obispo de Bangassou. Voy a ayudar y,
si puedo, haré un reportaje con el móvil.
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega






