La responsabilidad de regularlo vuelve al obispo, que se asegurará de que no se «excluyan la validez y legitimidad de la reforma litúrgica», del Concilio ni del magisterio de los Papas
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Misa por el rito extraordinario en el altar mayor de la basílica de San Pedro. Foto CNS |
Según informa Vatican News,
desde ahora la responsabilidad de regular la celebración según el rito
extraordinario vuelve al obispo, que es siempre el moderador de la vida
litúrgica diocesana. «Es de su exclusiva competencia autorizar el uso del Missale
Romanum de 1962 en la diócesis, siguiendo las orientaciones de la Sede
Apostólica».
Atención pastoral y espiritual de
los fieles
Las lecturas serán «en lengua
vernácula» según las traducciones aprobadas por las conferencias episcopales.
El obispo también es responsable de verificar si es oportuno o no mantener las
celebraciones según el antiguo misal, comprobando su «utilidad efectiva para el
crecimiento espiritual». De hecho, es necesario que el sacerdote encargado no
mire solo a la celebración digna de la liturgia, sino a la atención pastoral y
espiritual de los fieles que acuden a las celebraciones. El obispo «se
preocupará de no autorizar la creación de nuevos grupos».
Los sacerdotes ordenados después
de la publicación del motu proprio que pretendan utilizar el misal
preconciliar «deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, que
consultará a la Sede Apostólica antes de conceder la autorización». Los que ya
lo hacen, deben pedir permiso al obispo diocesano para seguir
utilizándolo.
Las nuevas disposiciones del
Vaticano afectan también a los institutos de vida consagrada y las sociedades
de vida apostólica «erigidos en su momento por la Comisión Pontificia Ecclesia
Dei». Desde ahora, pasarán a depender de la Congregación para los Institutos de
Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Este dicasterio, así como
la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos,
velarán por el cumplimiento de lo establecido en Traditionis custodes.
Deseo de unidad traicionado
En la carta que acompaña al documento, el Papa Francisco
explica a los obispos que las concesiones establecidas por sus
predecesores para el uso del misal antiguo fueron motivadas sobre todo «por el
deseo de favorecer la recomposición del cisma con el movimiento liderado por el
arzobispo Lefebvre». Un anhelo que se ha visto frustrado. La petición, dirigida
a los obispos, de acoger generosamente las «justas aspiraciones» de los fieles
que pedían el uso de ese misal «tenía, por tanto, una razón eclesial para
recomponer la unidad de la Iglesia». Esa facultad, observa Francisco, «fue
interpretada por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar
libremente el Misal Romano promulgado por san Pío V, determinando un uso
paralelo al Misal Romano promulgado por san Pablo VI».
La decisión de Benedicto XVI con
el motu proprio Summorum Pontificum (2007), continúa el Santo Padre,
se apoyó en «la convicción de que tal medida no pondría en duda una de las
decisiones esenciales del Concilio Vaticano II, socavando así su autoridad».
Hace 14 años, el Papa alemán declaró infundados los temores de escisión en las
comunidades parroquiales, porque, escribió, «las dos formas de uso del rito
romano pueden enriquecerse mutuamente».
Encuesta a los obispos
Pero una encuesta promovida
recientemente por la Congregación para la Doctrina de la Fe entre los obispos
ha mostrado un diagnóstico diferente. Las respuestas revelan, escribe
Francisco, que el deseo de unidad ha sido «gravemente despreciado», y las
concesiones ofrecidas con magnanimidad han sido utilizadas «para aumentar las
distancias, endurecer las diferencias, construir oposiciones que hieren a la Iglesia
y obstaculizan su camino, exponiéndola al riesgo de la división».
Esta situación «me apena y me
preocupa, confirmándome en la necesidad de intervenir», subraya el Pontífice.
Se muestra apenado por los abusos en las celebraciones litúrgicas «de un lado y
de otro», pero también por «un uso instrumental del Missale Romanum de
1962, cada vez más caracterizado por un creciente rechazo no solo de la reforma
litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e
insostenible de que traicionaba la Tradición y la “verdadera Iglesia”».
La «verdadera Iglesia»
Dudar del Concilio, explica
Francisco, «significa dudar de las intenciones mismas de los Padres, que
ejercieron solemnemente su potestad colegial cum Petro et sub Petro en
el concilio ecuménico, y, en definitiva, dudar del mismo Espíritu Santo que
guía a la Iglesia».
Una última razón que cita
Francisco para su decisión es que «es cada vez más evidente en las palabras y
actitudes de muchas personas que existe una estrecha relación entre la elección
de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio
Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que
juzgan como la “verdadera Iglesia”. Es un comportamiento que contradice la
comunión, alimentando ese impulso hacia la división… contra el que el apóstol
Pablo reaccionó con firmeza. Es con el fin de defender la unidad del Cuerpo de
Cristo que me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis
predecesores».
Fuente: Alfa y Omega