Muchos creen que la única forma de socializar con sus amigos tras la pandemia es salir a la calle y beber, pero no es cierto
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| Shutterstock | Christian Bertrand |
Después de los últimos meses en
los que todos hemos vivido de “puertas para adentro”, sin apenas relacionarnos
ni compartir momentos, en una parte del mundo estamos viviendo un verano sin
demasiadas restricciones y con una confianza ciega en que la vacuna contra el
coronavirus nos protege de todo daño.
Quizá nos comportamos con exceso
de seguridad y pensemos: “Lo peor ya ha pasado”. “Ya nada puede salir mal”. Y
si los adultos creemos esto, ¿qué pensarán los jóvenes, tan llenos de vida y
con tantos planes por hacer?
Ganas de salir
La pandemia ha generado en muchos
adolescentes y jóvenes un deseo irreprimible de salir a la calle con amigos.
Hasta aquí todo correcto. Pero el tema se complica cuando lo hacen sin
mascarilla, ni distancia de seguridad y además utilizan la bebida como la
excusa principal para salir y relacionarse.
Identifican diversión con alcohol
Es decir, esta costumbre no ha
nacido ahora, tras la pandemia, sino que la pandemia no ha hecho más que
consolidar y normalizar esta costumbre. Los adolescentes asocian diversión
y ocio con consumo de alcohol y otras sustancias. Salir con los amigos es
igual a beber en compañía.
Problemática del “botellón”
El consumo de alcohol se ha
convertido en uno de los principales problemas de salud pública a escala
mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) aproximadamente
seis de cada diez adolescentes de 15 años han consumido alcohol en alguna
ocasión, según los datos de la última publicación de la Health Behaviour in
School-Aged Children (HBSC).
En Europa, la media de
estudiantes que han bebido alcohol al menos una vez en su vida asciende al 80%,
tal y como revela el European School Survey Project on Alcohol and Other Drugs
(ESPAD). Y si nos centramos en España, a pesar de que se sitúa justo por debajo
de la media europea (78%), los datos son igual de preocupantes.
Efectos negativos del “botellón”
El problema del “botellón” afecta
a varios aspectos de nuestra vida diaria y así lo vemos día sí, día
también en las noticias.
A la salud pública, ya que
las consecuencias del consumo del alcohol y otras sustancias entre los jóvenes
afectan negativamente a su salud, física y mental. Además, debido a la
situación pandémica, los contagios de COVID-19 crecen rapidísimo por la
concentración de gente en un espacio relativamente pequeño.
Al orden público, porque la
aglomeración de gente en la calle produce ruidos y malestar entre los vecinos
de la zona.
A la limpieza y salubridad del
área en la que se producen las reuniones: las botellas y vasos, u otros objetos
se acumulan. Por no hablar de los vómitos o la orina de los participantes en la
fiesta.
A la falta de seguridad debido
a las peleas, robos o vandalismo derivados del estado de embriaguez en el que
se encuentran los jóvenes.
Por último, a las familias,
que viven angustiadas cada noche en la que alguno de los hijos sale con los
amigos.
¿Qué pueden hacer las familias?
Así que, ante esta realidad que
preocupa a las instituciones públicas, a las fuerzas del orden, pero
principalmente a las familias, os podemos dar unos consejos para conseguir
que vuestros hijos y sus amigos dediquen su tiempo libre a consumir alimento
para su cuerpo, su mente y su alma.
1. LABRARSE LA CONFIANZA DEL HIJO.
En primer lugar, el trabajo
de labrarse la confianza con un hijo adolescente debe realizarse cuanto
antes mejor.
Desde que el niño empieza a
hablar, entablar conversación con él. Cuando da sus primeros pasos, cogerle de
la mano.
Crear ese ambiente de
familiaridad y seguridad entre los padres y los hijos ayuda a la confidencia y
a la intimidad.
Si conseguimos crear ese ambiente
distendido, nuestros adolescentes serán capaces de pedirnos consejo y se
moverán con libertad.
2. CONOCER A LOS AMIGOS DE NUESTROS
HIJOS.
En segundo lugar, conocer a
los amigos de nuestros hijos. No se trata de meterse en sus planes como si
fuéramos uno más del grupo. Si desde pequeños hemos intentado organizar sus
juegos y momentos de descanso, y también su trabajo, en compañía de sus amigos,
podremos percibir cómo son.
3. HABLARLES CLARO Y ORIENTARLES.
Con la confianza que nos hemos
ganado a lo largo de la infancia de nuestros hijos y sus amistades, es el
momento de orientar. Y hablarles claro. Presentarles las situaciones cara
a cara. Ahora ya son mayores y no hay que azucarar la realidad. Solo con
un buen criterio formado sabrán distinguir lo mejor para ellos, y podrán
ayudar también a los demás, incluido a sus amigos.
4. ANIMARLES A PARTICIPAR EN UN
VOLUNTARIADO.
Para ir acabando y rematar,
quizás sería muy positivo invitarles a participar en un voluntariado
social. Los adolescentes y jóvenes tienen un gran corazón y se entregan.
Además, con esta experiencia, pueden ver de primera mano la realidad de muchas
personas que viven en situaciones de marginalidad. Algunas de ellas,
probablemente, han llegado allí por culpa del alcohol o las drogas.
5. REZAR Y CONTAR CON EL PODER DE
LA ORACIÓN.
Por último, una vez llegados a
este punto, juntar las manos y rezar. Rezar para que nuestros hijos sepan
moverse por la vida con buen criterio, con decisión y sepan orientar siempre
sus acciones hacia el bien.
Por supuesto, las instituciones
públicas, los ayuntamientos, los centros de enseñanza o cualquier otra
administración deben facilitar la formación de los jóvenes. También
combatir con todos los medios a su alcance el hecho de que los jóvenes salgan a
la calle y consuman alcohol.
En definitiva, se pueden promover
y organizar campañas de salud, de bienestar, habilitar centros juveniles,
cederles espacios urbanos para realizar actividades,… pero son las
familias las que deben realizar este acompañamiento a los jóvenes, educarles
para que aprendan a controlarse y tengan un consumo responsable.
Merche
Crespo
Fuente: Aleteia






