El Papa Francisco continuó este 4 de agosto con su serie de catequesis sobre la Carta de San Pablo a los Gálatas después de la habitual pausa veraniega del mes de julio y de su periodo de convalecencia por la cirugía a la que fue sometido el 4 de julio
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Papa Francisco en la Audiencia General en el Aula Pablo VI. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
En su catequesis, el Santo Padre
explicó cómo San Pablo no pudo hacer “otra cosa que dedicarse con todas sus
fuerzas” a su misión del anuncio de Evangelio y advirtió que “no se puede
negociar con el Evangelio”.
“El Apóstol, sin embargo, no
puede arriesgarse a que se creen compromisos en un terreno tan decisivo. El
Evangelio es solo uno y es el que él ha anunciado; no puede existir otro.
¡Atención! Pablo no dice que el verdadero Evangelio es el suyo porque lo ha
anunciado él, ¡no! Esto sería presuntuoso, sería vanagloria”, dijo el Santo
Padre quien recordó también que "no
hay evangelios a la moda".
A continuación, el texto completo
de la catequesis pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Cuando se trata del Evangelio y
de la misión de evangelizar, Pablo se entusiasma. Sale de sí. Parece que no ve
otra cosa que esta misión que el Señor le ha encomendado. Todo en él está
dedicado a este anuncio, y no posee otro interés que no sea el Evangelio. Es
el amor de Pablo, es el interés de Pablo, la profesión de Pablo, anunciar.
Llega incluso a decir: «Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar
el Evangelio» (1 Cor 1,17). Pablo interpreta toda su existencia como una
llamada a evangelizar: «¡ay de mí -dice- sino predicara el Evangelio» (1
Cor 9,16).
Escribiendo a los cristianos de
Roma, se presenta sencillamente así: «Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol
por vocación, escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1). Esta es su
vocación. En resumen, es consciente de haber sido “apartado” para llevar el
Evangelio a todos, y no puede hacer otra cosa que dedicarse con todas sus
fuerzas a esta misión.
Se comprende por tanto la
tristeza, la desilusión e incluso la amarga ironía del apóstol con los
Gálatas, que a sus ojos están tomando un camino equivocado, que los llevará
a un punto sin retorno, han equivocado el camino.
El eje en torno al cual todo gira
es el Evangelio. Pablo no piensa en los “cuatro evangelios”, como es
espontáneo para nosotros. De hecho, mientras está enviando esta Carta,
ninguno de los cuatro evangelios ha sido escrito todavía. Para él el
Evangelio es lo que él predica, esto se llama el kerygma, es decir, el
anuncio, ¿cuál anuncio? El anuncio de la muerte y resurrección de Jesús como
fuente de la salvación, esta es la predicación de Pablo.
Un Evangelio que se expresa con
cuatro verbos: «que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;
que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se
apareció a Cefas » (1 Cor 15,3-5). Este es el anuncio de Pablo, que nos
da vida a todos.
Este Evangelio es el cumplimiento
de las promesas y es la salvación ofrecida a todos los hombres. Quien lo acoge
es reconciliado con Dios, es acogido como un verdadero hijo y obtiene en
herencia la vida eterna.
Delante de un don tan grande que
se les ha entregado a los Gálatas, el apóstol no logra explicarse por qué
están pensando en acoger otro “evangelio”, quizá más sofisticado, más
intelectual, no sé, “otro evangelio”. Hay que notar, sin embargo, que estos
cristianos todavía no han abandonado el Evangelio anunciado por Pablo. El apóstol
sabe que están todavía a tiempo para no realizar un paso en falso, pero les
advierte con fuerza y con mucha fuerza.
Su primer argumento apunta
directamente sobre el hecho de que la predicación realizada por los nuevos
misioneros, estos de la novedad que predican, no puede ser el Evangelio. Es
más, es un anuncio que distorsiona el verdadero Evangelio porque impide
alcanzar la libertad, esta palabra es clave ¿eh? Impide alcanzar la libertad
que se adquiere llegando a la fe.
Los Gálatas son todavía
“principiantes” y su desorientación es comprensible. No conocen todavía la
complejidad de la Ley mosaica y el entusiasmo en el abrazar la fe en Cristo les
empuja a escuchar a los nuevos predicadores, bajo la ilusión de que su mensaje
sea complementario con el de Pablo y no es así.
El Apóstol, sin embargo, no
puede arriesgarse a que se creen compromisos en un terreno tan decisivo. El
Evangelio es solo uno y es el que él ha anunciado; no puede existir otro.
¡Atención! Pablo no dice que el verdadero Evangelio es el suyo porque lo ha
anunciado él, ¡no! Esto sería presuntuoso, sería vanagloria. Afirma más
bien, que “su” Evangelio, el mismo que los otros apóstoles iban anunciando en
otros lugares, es el único auténtico, porque es el de Jesucristo. Escribe
así: «Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de
orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo» (Gal 1,11).
Se comprende entonces por qué
Pablo utiliza términos muy duros. Usa dos veces la expresión “anatema” que
indica la exigencia de tener lejos de la comunidad lo que amenaza sus
fundamentos. Y este nuevo “evangelio” amenaza los fundamentos de la comunidad.
En resumen, sobre este punto el
apóstol no deja espacio a la negociación, con la verdad no se puede negociar,
o tú recibes el Evangelio como es, como ha sido anunciado, o recibes cualquier
otra cosa, pero no se puede negociar con el Evangelio. La fe en Jesús no
es mercancía para negociar, es salvación, es encuentro, es redención, no se
vende en buen mercado.
Cuando se habla del Evangelio y
de un posible desorden, no se negocia: la fe en Jesús no es una mercancía a
negociar.
Esta situación descrita al
principio de la Carta parece paradójica, porque todos los sujetos en cuestión
parecen animados por buenos sentimientos. Los Gálatas que escuchan a los
nuevos misioneros piensan que con la circuncisión podrán estar aún más
entregados a la voluntad de Dios y por tanto agradar aún más a Pablo. Los
enemigos de Pablo parecen estar animados por la fidelidad a la tradición
recibida por los padres y consideran que la fe genuina consista en la
observancia de la Ley. Delante de esta suma fidelidad justifican incluso las
insinuaciones y las sospechas sobre Pablo, considerado poco ortodoxo en lo
relacionado con la tradición.
El mismo apóstol es bien
consciente de que su misión es de naturaleza divina, ha sido revelado de
Cristo mismo a él, y por tanto está movido por el total entusiasmo por la
novedad del Evangelio, que es una novedad radical, no es una novedad pasajera,
no hay evangelios a la moda, el Evangelio siempre es nuevo, es la novedad.
Su ansia pastoral lo lleva a ser
severo, porque ve el gran riesgo que se cierne sobre los jóvenes cristianos.
En resumen, en este laberinto de buenas intenciones es necesario desprenderse,
para acoger la verdad suprema que se presenta como la más coherente con
la Persona y la predicación de Jesús y su revelación del amor del Padre.
Esto es importante, saber
discernir, hay veces que hemos visto en la historia, también vemos hoy, algún
movimiento que predica el Evangelio con una modalidad propia, hay veces con un
carisma verdadero, propio, pero luego exagera, y reduce todo el Evangelio al
movimiento y esto no es Evangelio de Cristo, esto es el evangelio del fundador,
de la fundadora y esto podrá ayudar al inicio, pero al final no da frutos con
raíces profundas. Por esto, la palabra clara y decidida fue provechosa para los
Gálatas y es provechosa también para nosotros. El Evangelio es el don de
Cristo a nosotros, es Él mismo que lo revela, es lo que nos da vida. Gracias.
Fuente: ACI Prensa