Se trata de una experiencia de Santa Teresa que estando en gran unión con Dios, sintió cómo su corazón era traspasado por una lanza, fundiéndose por completo en el amor de Dios
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| Revista Ecclesia |
Cada 26 de agosto se celebra el
Día de la Transverberación de santa Teresa, una experiencia mística que la
Santa experimentó en 1560 en el Convento de la Encarnación de Ávila, y que
relata con palabra vibrante en su Libro de la Vida: «Quiso el Señor que
viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado
izquierdo, en forma corporal… No era grande sino pequeño, hermoso mucho, el
rostro tan encendido, que parecía de los ángeles muy subidos, que parecen todos
se abrasan… Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me
parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas
veces y que me llegaba a las entrañas; al sacarle, me parecía consigo y me
dejaba toda abrasada en amor grande de Dios» (Vida, 29, 13).
En una de sus poesías, también inmortalizó
su vivencia mística:
Una capilla en memoria
Este suceso es de tanta
importancia para la Familia del Carmelo, que la Orden edificó en el Monasterio
de la Encarnación una capilla en memoria de la vivencia mística. Allí, en su
suelo, se halla una gran placa conmemorativa que dice: “Este tierra que pisas
es santa”. En la capilla se conserva la celda donde ocurrió la
Transverberación.
El poder del Amor
Según el carmelita Saverio
Cannistrà: «Teresa se encuentra con el Crucificado resucitado y en su cuerpo
ve, lee con claridad el poderío de este amor, capaz de superar toda resistencia
y abatir cualquier obstáculo. Teresa se abandona totalmente a él liberándose de
todo lo que la frenaba en el plano personal, social y eclesial. Su corazón
herido es el corazón del hombre nuevo, el corazón de carne (Ez 11, 19),
liberado y aliviado, como en el impulso ascensional de la representación de
Bernini, hacia el amor que la atrae a sí y la hace suya. Su esposa, se dirá y
se ha dicho, pero todavía más su amiga y su colaboradora. Precisamente como la
Samaritana es descrita como la amiga que habla con Jesús y la discípula que
habla a los demás de Jesús, así Teresa. A la pasividad de ser perdonada,
escuchada y amada por Jesús, corresponde la actividad de la amiga y
colaboradora que ya no se espantará más de su debilidad o de las dificultades
materiales o de los prejuicios de los hombres, aun siendo eclesiásticos
influyentes. Teresa se pone en camino y no dejará de caminar hasta su muerte,
que es para ella el umbral más allá del cual continuará caminando al encuentro
con él, ya verdaderamente Esposo contemplado cara a cara».
Fuente: Revista Ecclesia






