¿Por qué seiscientos sevillanos se apellidan «Japón»?
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| En 1600, 40 años después de la llegada de los jesuítas a Japón, había cerca de 700.000 cristianos. |
¿Por qué hay más de 600 españoles que se apellidan
Japón? ¿Qué hace un samurái en la localidad sevillana de Coria del Río y
por qué allí se celebran tradiciones y ceremonias orientales? ¿Qué historia
llevó a la gran pantalla la última película de Dani Rovira, Los Japón?
¿Qué pintan en todo esto San Ignacio de Loyola o el Papa Pablo V?
Entre 1613 y 1620, decenas de samuráis Japoneses
acudieron a España y después a Roma para reunirse con Felipe III y el
Papa. Era la primera delegación diplomática oficial enviada por Japón a España.
El objetivo de la comitiva, reforzar la evangelización de Japón, aumentar las
relaciones comerciales y mejorar la diplomacia, por entonces deteriorada debido
a las feroces persecuciones que asolaban a la joven Iglesia en Japón.
El resultado no fue el esperado, pero la expedición
comenzó una larga tradición de samuráis católicos en España con
consecuencias que llegan hasta nuestros días.
De la conversión masiva a las catacumbas
Poco antes de su muerte en 1552, San Francisco Javier dejó
todo preparado para la evangelización de Japón. En 1540 recibió de San Ignacio
de Loyola el encargo de este proyecto y tan solo 60 años después había 700.000
cristianos entre las fronteras niponas, como recoge la historiadora Ainhoa
Reyes Manzano.
Tan rápido como este número creció, comenzó a disminuir por
las violentas persecuciones anticristianas del shōgun Ieyasu
Tokugawa, que consideraba a la Iglesia como una amenaza a la identidad
japonesa.
En 1641, su sucesor, Iemitsu, decretó la expulsión del
cristianismo y el Sakoku o “cerrojo”. Desde entonces, solo se permitió la
entrada en el país de una nave anual china, una coreana y otra holandesa,
acabando así con el “siglo cristiano” de Japón. Miles de cristianos fueron
martirizados.
Hasta la reapertura total del país en 1868, los
cristianos ocultos –kakure-kirishitan– mantendrían la Iglesia viva en las
catacumbas. Durante este tiempo, muchos misioneros, como Akio
Tanigawa, trataban de cruzar las fronteras y evangelizar, pero la mayoría
eran perseguidos y ejecutados.
Katanas, armaduras, guerra... ¿Quiénes eran los
samuráis?
Entonces, el máximo dirigente en Japón era el shōgun –que
significa “comandante del ejército” –, y desde hacía siglos se regía bajo
un sistema de gobierno samurái. En un principio, el término samurái se
refería a “el que sirve a un superior” y tenía connotaciones de servicio
doméstico, pero finalmente su uso se acabó generalizando para esta etapa de
gobierno y organización militar, en la que los samuráis eran los guerreros
de los señores o daimyō.
A su llegada, los jesuitas y evangelizadores se encontraron
una sociedad profundamente dividida, en decenas de facciones y feudos
enfrentados en guerras civiles internas cuyo objetivo era mantener el
equilibrio de poder sin que ninguno de los señores obtuviese demasiado poder.
Este periodo, conocido como “Sengoku” –país en guerra– duró desde 1460 hasta su
unificación definitiva en la batalla de Sekigahara en el 1600.
"Conversión y doctrina", el interés español en
Japón
Sin embargo, aquel contexto impregnado de violencia no
afectó a la Iglesia Católica, a los misioneros ni a las coronas española y
portuguesa, en un primer momento. Durante los primeros 40 años, las
relaciones fueron por lo general de convivencia pacífica y eran los propios
señores locales, los daimyō, quienes pedían la evangelización y el
bautismo.
Las coronas de España y Portugal, especialmente durante su
unificación entre 1580 y 1640, ejercieron de forma conjunta los impulsos
políticos y económicos necesarios para estrechar lazos con el Shogunato de
Japón, siempre teniendo como fin la evangelización.
Una orden de Felipe II es ejemplo de sus intereses
en Japón: “Mandamos, y cuanto podemos encargamos a los de nuestro Consejo de
Indias, que pospuesto todo provecho de interés nuestro, tengan por
principal cuidado las cosas de conversión y doctrina”.
Armas de fuego, guerra civil y comercio
La evangelización era el fin principal de las expediciones
jesuitas e hispanoportuguesas, pero no el único.
Los propios daimyō o señores feudales se encontraban
inmersos en profundas guerras civiles y luchas de poder. Por ello, vieron
la llegada de España y Portugal como una buena oportunidad para alcanzar el
puesto de shōgun gracias a sus armas de fuego y nuevas posibilidades
comerciales. Comenzó así una gran actividad económica que involucró a la
Compañía de Jesús en puntos tan estratégicos a nivel comercial como
Macao y Manila, además de Japón.
El descubrimiento del llamado “tornaviaje”, la
ruta que permitía la vuelta desde Asia hasta el continente americano evitando
volver a Europa bordeando África revolucionó estas relaciones comerciales, y
Japón reclamaba su parte en este beneficio.
La primera embajada Japón-España, para pedir misioneros
Jonathan López-Vera, especialista en historia de Japón y
fundador del portal Historia Japonesa y Revista Asiadémica,
destaca el interés de Date Masamune, un importante daimyō, en poder participar
de este comercio. Para ello, explica, “no dudó en otorgar favores a la
Iglesia, autorizando a los religiosos a predicar en su territorio y
promoviendo la conversión de sus súbditos a la fe cristiana”.
Y así, “en el año 1612 Masamune conoció al padre franciscano
Luis Sotelo (1574-1624), que estaba intentando organizar una expedición a
Europa con el fin de pedir al rey Felipe III (1578-1621) y al Papa Pablo V
(1550-1621) un mayor envío de sacerdotes franciscanos a Japón”.
“Masamune vio en esta expedición una buena manera de
contactar directamente con el rey de España, Felipe III, para establecer una
relación comercial con Nueva España y Europa por lo que decidió financiar
el viaje a condición de introducir esta petición comercial como uno de los
objetivos principales del mismo”, concluye López Vera.
La expedición, conocida como Embajada Keichō, fue
coordinada por el padre Sotelo y dirigida por el samurái católico Hasekura
Tsunenaga. Un delegado del Virrey de México, Sebastián Vizcaíno, y cerca de 150
samuráis japoneses completarían la comitiva que zarpó desde la provincia de
Miyagi el 28 de octubre de 1613 con Madrid, la capital del imperio, como
destino. Comenzó así una curiosa expedición en la que “los descubiertos son los
que viajan a descubrir a sus descubridores”.
El bautismo frente a la persecución y las iglesias quemadas
La comitiva, embriagada en un ambiente de alegría y
cordialidad tuvo su primera escala en México. Poco después de comenzar llegaron
noticias del shōgun Tokugawa Ieyasu: “Acababa de prohibir
oficialmente el cristianismo en todo el país, expulsando a los sacerdotes
extranjeros, obligando a los japoneses cristianos a abandonar la doctrina
católica, quemando iglesias y ejecutando a todo el que se resistiese a
acatar las órdenes”.
“Como respuesta a esta situación”, explica López-Vera, “decenas
de japoneses que formaban parte de la comitiva decidieron convertirse
al Cristianismo bautizándose en México, en un intento de mostrar sus
buenas intenciones”.
Treinta samuráis en Madrid
Gran parte de la expedición decidió regresar a su tierra
natal, pero cerca de treinta samuráis continuaron en la comitiva hasta
su próximo destino en Madrid.
El recibimiento tras su desembarco en Sanlúcar de Barrameda
fue fastuoso. Ya en Sevilla, el propio alcalde “hizo entrega a la expedición de
varios coches de caballos para que pudieran hacer camino hasta Madrid”. En
España, Tsunenaga sería bautizado como Felipe Francisco de Fachicura.
Incluso el Papa Pablo V recibió en audiencia a toda la comitiva en
uno de sus viajes a Roma y concedió la ciudadanía a los samuráis que
le visitaron.
"Japón", el legado samurái en Sevilla
Al finalizar la embajada, no fueron pocos los samuráis
que se quedaron para siempre en España, concretamente en Coria del Río
(Sevilla), como refugiados de un pueblo, el japonés, donde el cristianismo
estaba ya en el punto de mira.
Como consecuencia, uno de los legados que más ha trascendido
de la presencia samurái en España es el apellido “Japón”. Algunas teorías afirman que, debido a la dificultad de la escritura y
la pronunciación de los nombres japoneses, los descendientes de los
samuráis fueron inscritos con el apelativo del país.
“El primer caso conocido del uso de este apellido data
de principios del siglo XVII en el registro bautismal de la
Iglesia de Santa María de la Estrella, en Coria del Río, donde se encontraron
los datos de un niño apellidado así”, escribe López-Vera, en referencia a un hijo de los
miembros de la expedición. Durante el pontificado de Pío IX, se constituyó en
la Iglesia la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío, uno de cuyos
vocales, D. José Castro, también tenía este peculiar apellido.
Actualmente, más de 600 sevillanos tienen en su DNI el apellido Japón, y en Coria del Río se celebran eventos que recuerdan esta curiosa relación. El año pasado, el Ayuntamiento de Coria del Río recibió la visita institucional de Yasumune Date, descendiente de Date Masamune, y cada año organizan eventos en torno al monumento del samurái Hasekura.
José
María Carrera
Fuente: ReL






