Al recordar su reciente viaje apostólico a Budapest y Eslovaquia, el Papa Francisco destacó en la catequesis de la Audiencia General de este miércoles 22 de septiembre que la vida del cristiano debe consistir en “adorar, rezar, caminar, peregrinar y hacer penitencia”
Imagen referencial. Papa Francisco en el Aula Pablo VI. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
“Así mi peregrinación fue de
oración en el corazón de Europa, iniciado con la adoración y concluido con
la piedad popular. Rezar porque a esto es a lo que sobre todo está llamado el
Pueblo de Dios: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia, y en esto
sentir la paz, la alegría que nos da el Señor. Nuestra vida debe ser así:
adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia”, señaló el Santo Padre.
A continuación, la catequesis
pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Hoy quisiera hablarles del viaje
apostólico que realicé a Budapest y a Eslovaquia, y que terminó precisamente
hace una semana, el miércoles pasado. Lo resumiría así: ha sido una
peregrinación de oración, una peregrinación a las raíces, una
peregrinación de esperanza. Oración, raíces, esperanza.
Y la peregrinación de escucha
concluyó en Eslovaquia en la Fiesta de María Dolorosa. También allí, en
Šaštín, ante el Santuario de la Virgen de los Siete Dolores, un gran pueblo
de hijos llegó para la fiesta de la Madre, que es también la fiesta religiosa
nacional.
Así mi peregrinación fue de
oración en el corazón de Europa, iniciado con la adoración y concluido con
la piedad popular. Rezar porque a esto es a lo que sobre todo está llamado el
Pueblo de Dios: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia, y en esto
sentir la paz, la alegría que nos da el Señor. Nuestra vida debe ser así:
adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia. Y esto tiene una
particular importancia en el continente europeo, donde la presencia de Dios se
diluye, lo vemos todos los días, la presencia de Dios se diluye en el
consumismo y en los “vapores” de un pensamiento único fruto de la mezcla de
viejas y nuevas ideologías. Y esto nos aleja de la familiaridad con el Señor,
de la familiaridad con Dios. También en tal contexto, la respuesta que sana
viene de la oración, del testimonio, del amor humilde. El amor humilde que
sirve, el servicio, retomamos esta idea, el cristiano es para servir.
Es lo que vi en el encuentro con
el pueblo santo de Dios: ¿qué vi? un pueblo fiel, que sufrió la persecución
ateísta. Lo vi también en los rostros de nuestros hermanos y hermanas
judíos, con los cuales recordamos la Shoah. Porque no hay oración sin
memoria. No hay oración sin memoria. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando
nosotros rezamos debemos hacer memoria de la propia vida, de la vida del propio
pueblo, de la vida de tanta gente que nos acompaña en la ciudad, en el pueblo,
cuál ha sido la historia.
Uno de los obispos eslovacos me
ha dicho, ya anciano, yo he hecho el conductor del tranvía para esconderme de
los comunistas, bueno, en la dictadura, en la persecución, este obispo era un
conductor del tranvía, después, a escondidas, realizaba su ‘oficio’ de obispo y
ninguno lo sabía, así es la persecución, la persecución. Recuerden, no hay
oración sin memoria, la memoria de la propia vida, de la vida del propio
pueblo, de la historia, hacer memoria, recordar, esto hace bien y ayuda a
rezar.
2. Segundo aspecto: este viaje ha
sido una peregrinación a las raíces. Encontrando a los hermanos obispos,
tanto en Budapest como en Bratislava, pude tocar con la mano el recuerdo
agradecido de estas raíces de fe y de vida cristiana, vívido en el ejemplo
luminoso de testigos de la fe, como los cardenales Mindszenty y Korec, como el
beato obispo Pavel Peter Gojdič. Raíces que descienden en profundidad hasta
el siglo IX, hasta la obra evangelizadora de los santos hermanos Cirilo y
Metodio, que han acompañado este viaje como una presencia constante. Percibí
la fuerza de estas raíces en la celebración de la Divina Liturgia en rito
bizantino, en Prešov, en la fiesta de la Santa Cruz. En los cantos sentí
vibrar el corazón del santo pueblo fiel, forjado por muchos sufrimientos
padecidos por la fe.
En más de una ocasión insistí
en el hecho de que estas raíces están siempre vivas, llenas de la savia vital
que es el Espíritu Santo, y que como tales deben ser custodiadas: no como
exposiciones de museo, no ideologizadas e instrumentalizadas por intereses de
prestigio y de poder, para consolidar una identidad cerrada. No. ¡Esto
significaría traicionarlas, traicionarlas y esterilizarlas! Cirilo y Metodio
no son para nosotros personajes para conmemorar, sino modelos a imitar,
maestros de los que aprender siempre el espíritu y el método de la
evangelización, como también el compromiso civil – durante este viaje en el
corazón de Europa pensé a menudo en los padres de la Unión Europea -, como
la han soñado, no como una agencia para distribuir las colonizaciones
ideológicas de la moda. Así entendidas y vividas, las raíces son garantía de
futuro: de ellas brotan gruesas ramas de esperanza.
También nosotros tenemos raíces,
cada uno de nosotros tenemos raíces ¿recordamos nuestras raíces? ¿de los
padres? ¿de los abuelos? ¿Estamos vinculados a los abuelos que son un tesoro?
‘no, pero son viejos, no’… ellos te dan savia, tú tienes que ir hacia ellos
para tomar y crecer y llevar hacia adelante. Nosotros no decimos ‘ve y
refúgiate en las raíces, no, no, ve a las raíces, toma la savia, y ve hacia
adelante, ve a tu lugar. No te olvides. Y repito lo que he dicho muchas veces,
aquel verso bello ‘todo lo que el árbol ha florecido proviene de lo que ha
sumergido’. Tú podrás crecer en la medida que estás unido a las raíces, te
viene la fuerza de allí, si tú podas las raíces, todo nuevo, no te lleva a nada
eso, no te hace crecer, terminarás mal.
3. El tercer aspecto de este
viaje ha sido una peregrinación de esperanza. Oración, raíces y esperanza. He
visto mucha esperanza en los ojos de los jóvenes, en el inolvidable encuentro
en el estadio de Košice. Me ha dado esperanza ver muchas, muchas parejas
jóvenes, muchas, y muchos niños. Yo pensé en el invierno demográfico que
estamos viviendo y aquellos países florecen con parejas jóvenes, con niños, un
signo de esperanza.
Especialmente en tiempo de
pandemia, este momento de fiesta fue un signo fuerte y alentador, también
gracias a la presencia de numerosas parejas jóvenes, con sus hijos. Como
fuerte y profético es el testimonio de la beata Anna Kolesárová, joven
eslovaca que a costa de su vida defendió la propia virginidad contra la
violencia: un testimonio más actual que nunca, lamentablemente, porque la
violencia sobre las mujeres es una llaga abierta en todos lados.
He visto esperanza en muchas
personas que silenciosamente, se ocupan y se preocupan del prójimo. Pienso en
las Hermanas Misioneras de la Caridad del Centro Belén en Bratislava, buenas
hermanas que reciben a los descartados de la sociedad rezan y sirven, rezan y
ayudan, y rezan mucho y ayudan mucho, sin pretensiones, son las heroínas de
esta civilización, yo quisiera que todos nosotros hagamos un reconocimiento a
Madre Teresa y a estas hermanas, todos juntos, un aplauso a estas hermanas
buenas. Estas hermanas acogen a personas sin hogar. Pienso en la comunidad
gitana y en los que se comprometen con ellos por un camino de fraternidad y de
inclusión. Fue conmovedor compartir la fiesta de la comunidad gitana: una
fiesta sencilla, que sabía a Evangelio. Los gitanos son nuestros hermanos,
debemos recibirlos, como hacen los padres salesianos allí en Bratislava,
cercanos a los gitanos.
Queridos hermanos y hermanas,
esta esperanza se realiza, esta esperanza de Evangelio que he podido ver en el
viaje, se realiza, se hace concreta solo si se declina con otra palabra:
juntos. La esperanza nunca desilusiona, pero la esperanza nunca va sola, juntos.
En Budapest y en Eslovaquia nos
hemos encontrado juntos con los diferentes ritos de la Iglesia católica,
juntos con los hermanos de otras confesiones cristianas, juntos con los
hermanos judíos, juntos con los creyentes de otras religiones, juntos con los
más débiles. Este es el camino, porque el futuro será de esperanza si será
juntos, no solos, esto es importante.
Después de este viaje, en mi
corazón hay un gran “gracias”. Gracias a los obispos y a las autoridades
civiles; al presidente de Hungría y a la presidente de Eslovaquia, gracias a
todos los colaboradores en la organización; gracias a los muchos voluntarios;
gracias a cada uno de los que han rezado. Por favor, añadan aún una oración,
para que las semillas esparcidas durante el viaje den buenos frutos. Rezamos
por esto, gracias.
Fuente: ACI Prensa