13 – Septiembre. Lunes. San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia
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Evangelio según san Lucas 7, 1-10
Cuando terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo,
entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un
criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le
envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su
criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece
que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido
la sinagoga». Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la
casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te
molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco
me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará
sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con
soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; y
a mi criado: “Haz esto”, y lo hace». Al oír esto, Jesús se admiró de él y,
volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he
encontrado tanta fe». Y al volver a casa, los enviados encontraron al
siervo sano.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
“Mientras escuchaba la Palabra de Dios me acordé de este
hermoso hecho del Evangelio, el gobernante orando por uno de sus subalternos,
este centurión orando por uno de los suyos. Esto sigifica che los gobernantes
también tienen que rezar por su pueblo del mismo modo que éste gobernante
intercedía por un siervo o quizás por una sierva, del cual se sentía
responsable. Como los gobernantes son responsables de la vida de un país, es
esperanzador pensar que si el pueblo reza por ellos, los gobernantes a su vez podrán
rezar por su pueblo, como este centurión que rezaba por su siervo”. (Homilía
desde Santa Marta, 16 de septiembre de 2019)
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