5 – Septiembre. XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
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Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Marcos 7,
31-37
Dejando Jesús el territorio de
Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la
Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y
le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le
metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando
al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se
le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba
correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se
lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del
asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los
mudos».
Comentario
En el Evangelio de hoy, meditamos
sobre la mirada misericordiosa de Jesús y sobre su influencia en nuestra propia
vida.
La primera lectura del domingo es
del libro de Isaías. En el texto se dice “Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí
vuestro Dios! Viene en persona y os salva… entonces se despegarán los ojos de
los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán… porque han brotado aguas en el
desierto (Is 35, 4-7).
Estas palabras de la Escritura se
cumplen en plenitud con Jesús. Él es quien cumple lo anunciado, de Él hablaron
los profetas, es Él quien hace oír a los sordos y ver a los ciegos.
En nuestra vida, Jesús también
hace milagros. Muchas veces, no serán milagros exteriores sino interiores. Hoy
día, sigue actuando en el interior de cada persona. Algunos ejemplos: nos hace
tomar conciencia de nuestra vida como un don de Dios; nos hace percibir la
grandeza de sabernos perdonados por Dios de nuestros pecados; nos entrega una
gracia para darnos cuenta de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Dios
está siempre actuando en las personas.
Meditemos un momento sobre cómo
Jesús acude en ayuda de las personas necesitadas. Esto lo perciben los que
están a su alrededor cuando exclaman asombrados “todo lo ha hecho bien: hace
oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Jesús siempre mira con
misericordia al que lo necesita. Jesús mira con amor a toda persona que sufre:
el que no entiende una circunstancia de su vida, el que sufre por algo que le
parece una injusticia, el que se siente desolado por el devenir de su vida,
etc… A las personas que sufren, la respuesta de Dios es una mirada
misericordiosa. Nos dice “Effeta”, es decir “Ábrete”. Ábrete al amor de Dios,
ábrete a su perdón, ábrete a su acción amorosa.
A san Josemaría le gustaba
considerar como todas las maravillas del mundo no son nada si se comparan con
el amor de Dios: "¿No seremos nosotros capaces de removernos ante ese
inmenso amor de Dios?”
Dios realiza grandes cosas en
nuestra vida. Los que son curados en el pasaje del Evangelio que desoyen la
petición de Dios de no difundirlo se dan perfecta cuenta de esto. En cambio
nosotros podemos no darnos cuenta de las grandes maravillas del amor de Dios en
nuestra vida.
Procuremos imitar esta actitud
misericordiosa de Jesús, esta actitud para ayudar a todas las personas
necesitadas. El Papa Francisco lo denomina “la cultura del encuentro”. Salir al
encuentro de las necesidades de los demás, escuchar al que lo necesita,
acompañar al que está solo.
El principal obstáculo es nuestro
propio egoísmo, mirarnos a nosotros mismos y no percibir las necesidades de los
demás. Por eso, no debemos excluir a nadie, no debemos juzgar a nadie. Que no
tengamos prejuicios sobre los demás, porque se perjudica y se excluye al
prójimo.
Pidamos al Señor tener su mirada
misericordiosa para poder ayudar siempre a las personas necesitadas que tenemos
a nuestro alrededor.
Josep Boira
Fuente: Opus Dei