3 – Septiembre. Viernes. San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Pero ellos le dijeron: «Los
discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en
cambio, los tuyos, a comer y a beber». Jesús les dijo: «¿Acaso podéis
hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán
días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días». Les
dijo también una parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para
ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no
le cuadra la pieza del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos:
porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los
odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino
añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».
Comentario
El evangelio de hoy nos recuerda
una controversia de algunos fariseos con Jesús. Justo antes, Lucas ha hablado
de la vocación de Mateo y de la comida que organiza en su casa. Los fariseos
habían echado en cara a los discípulos de Jesús haber comido con publicanos y
pecadores y de romper las tradiciones, pero Jesús les había confiado que los
que necesitaban médico eran los enfermos.
Esta actitud de los fariseos,
aparentemente producto del celo por la ley, desvela, por un lado, falta de
conocimiento del sentido de la ley y, como se ve por los evangelios, falta de
rectitud de intención. Para esos fariseos, el ayuno tenía un valor absoluto en
sí mismo. Ahora bien, ellos también modificaban esos ayunos en ocasiones
especiales. Jesús les hace ver que el “esposo” está presente. El “esposo” es él
mismo. Él es el mesías, él va a desposar a la Iglesia. El ayuno tiene un
sentido, un contexto de penitencia, y ahora, mientras él está con los
discípulos, es tiempo de alegría.
Aquellos fariseos no reconocían
en Jesús a nadie importante. Nuestras obras manifiestan lo que hay en nuestro
corazón. Si vamos a misa y tenemos fe en la presencia real de Cristo en la
Eucaristía, llegamos a la hora, nos presentamos con elegancia, participamos
activamente, nos comportamos con respeto. Las cosas grandes han de ser
celebradas. También con banquetes que sean una auténtica acción de gracias a
Dios, que ha hecho los alimentos para nosotros, y con los que ha querido
decirnos que la vida del hombre es siempre un regalo de alguien que nos ama y
es generoso.
Las últimas palabras del
evangelio nos animan a profundizar en la novedad de la presencia de Cristo
entre nosotros. El ayuno, práctica tradicional judía, es bueno, y los
cristianos lo vivimos con ese buen espíritu, pero a lo que aspiramos es a un
tiempo de alegría, en el que el ayuno haya perdido su sentido porque ya
viviremos con Dios para siempre.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei