Los Rubio Millán, de Castellón, llevan 10 años como misioneros en Ucrania
En la imagen, María está embarazada de la pequeña Gloria |
David Rubio y María Millán son un joven matrimonio de la
parroquia Santo Tomás de Villanueva de Castellón que junto a sus nueve hijos
están como familia en misión en
Ucrania. Allí llegaron hace ya 10 años y muchos menos hijos, el más pequeño ha
nacido este verano.
En este tiempo han vivido de cerca todo el conflicto de Crimea y
los tambores constantes de guerra entre Ucrania y Rusia. Durante nueve años han permanecido
en Odesa y en este último año han sido enviados a Kiev.
Allí anuncian a Jesucristo y David junto a María y sus hijos
Israel, Josué, David, Juan, Pablo, Francisco Javier, María, Cecilia y Gloria viven como una familia cristiana
en una tierra lejana, pero donde también necesitan a Dios.
De este modo, la familia Rubio Millán señala que su misión “consiste en anunciar a Jesucristo
resucitado”. Además, estos castellonenses forman parte de una missio
ad gentes, una comunidad formada por varias familias, que en este
caso son dos ucranianas, una polaca, otra española de Valencia, tres chicas, y
nosotros, que somos los responsables junto a un sacerdote y un seminarista”.
¿Qué es lo que hacen? “Formamos una comunidad cristiana y vivimos allí como lo hacían
las primeras comunidades cristianas, encontrándonos para celebrar la
Palabra, la Eucaristía y anunciar que Cristo ha resucitado. Este año, en la
medida que hemos podido, hemos salido a la calle a anunciar que Cristo ha
resucitado, y que ama a los ucranianos, un pueblo que ha sufrido mucho en su
ser, en su alma, a causa del comunismo”.
Otra parte de su misión –añade este matrimonio- consiste en apoyar a la
parroquia, que en este caso es la catedral, como catequistas, formando
comunidades cristianas. También acompañan a los jóvenes de la parroquia
y realizan catequesis con ellos.
Una de las preguntas más frecuentes que reciben como familia
misionera es cómo lo viven sus hijos. David asegura que los mayores “son más
conscientes de lo que es la misión y son más participativos”. Es más, el padre
prosigue afirmando que “ellos la viven de una forma en la que, al igual que el
matrimonio, se sienten llamados. Viven la misión con mucha fe, creyéndose de verdad los motivos
por los que estamos allí, y forman parte de ella en el mismo grado que los
padres, porque el carisma es ‘familia en misión’, no padres en misión o hijos
en misión”. También la viven con sufrimiento, por la adolescencia, por la
persecución de este mundo, en el que ser cristiano es muy difícil, y tienen sus
combates, pero saben y tienen grabado a fuego que son parte de esta misión. Por
otra, es una maravilla ver a los niños más pequeños, que han crecido en misión
y forman parte de ella. Ellos saben que nosotros estamos llamados a la misión y
anunciar a Jesucristo”.
Por su parte, María explica que como madre ella ve que sus hijos “viven la misión con alegría”. Confiesa
que “hay momentos difíciles, pero están contentos cuando están en la misión.
Les ayuda muchísimo el contacto con la Palabra de Dios, el poder formar parte
de su comunidad, el poder formar parte de un prevocacional en el que se escruta
la Palabra, en el que celebran la Eucaristía, en el que tienen contacto con
otros jóvenes que también se preguntan por su vocación”.
Mientras tanto, los pequeños –indica María- “lo asocian todo con Dios y
con su providencia, y todo esto es gracias a la misión. A veces hay gente
que nos pregunta por los sufrimientos de los hijos en la misión, como si fuese
algo que a ellos les coarte la libertad, o les haga vivir de una forma más
precaria que otros niños, cuando ellos lo viven al revés, como una riqueza, en
obediencia a sus padres, con alegría y sin rebeldía”.
Preguntados sobre los instrumentos que tiene la familia cristiana,
este matrimonio del Camino Neocatecumenal lo tiene claro: “tiene que habitar
Cristo en ella. Para que
Cristo pueda habitar en la familia primero tiene que habitar en sus miembros,
de tal forma que alguien que no es creyente, viendo a una familia cristiana
pueda ver a Cristo”.
“Mi experiencia es
que Cristo puede habitar en mí si yo no me separo de la Iglesia, si voy de su
mano y vivo en comunión con ella, si voy de la mano de mis catequistas, si
obedezco al Obispo, en la apertura a la vida, en tener los hijos que Dios
quiera, en no vivir egoístamente el acto conyugal, en la forma de vestirse, en
la forma de educar a los hijos, en la relación con las redes sociales…,Ahí el
mundo puede ver que existe Cristo, cuando lo primero que se pone en la familia
es a Él”, agrega.
Un elemento fundamental es la transmisión de la fe a los hijos. A
juicio del padre, “es un
reto, pero es fundamental para la Iglesia, porque su futuro son los hijos,
y si a ellos no les transmitimos la fe el futuro de la Iglesia está en riesgo”.
Los Rubió Millán lo hacen –tal y como describen- “a través de la
oración, rezando con ellos las Laudes todos los domingos. Eso ha sido muy importante
en mi vida, porque es como mis padres me transmitieron a mí la fe desde
pequeño, y así es como ahora María y yo se la transmitimos a nuestros hijos.
Todos los domingos nos reunimos alrededor de la mesa y rezamos todos juntos, y
después elegimos un personaje de la Biblia o un evangelio y lo leemos, y les
damos una catequesis haciéndoles ver que en la Sagrada Escritura está su vida y
la sabiduría de Dios, la riqueza del cristianismo, y les preguntamos cómo les
ayuda esta palabra que les damos en su vida. Es una celebración preciosa, en la
que los niños participan cantando, leyendo, nos cuentan como están, los
sufrimientos que tienen, le piden aquello que necesitan al Señor, nos damos la
paz, también los padres nos pedimos perdón delante de ellos, les hablamos de
nuestra historia y de los milagros que ha hecho Dios en nuestra vida. Vivimos
el domingo de una forma distinta. Es el día del Señor, el día que nos ha dado para descansar y
para transmitir la fe a los niños, poniéndole a Él lo primero y haciendo una
comida especial”.
Sin embargo, también avisa que “los hijos son muy inteligentes.
Los padres les podemos contar, nos podemos saber muy bien la Biblia de memoria,
podemos contarles la vida de los santos…, pero si ellos no ven en nosotros una coherencia y una
sinceridad de lo que decimos con lo que hacemos, la fe no se transmite.
Pero si ellos ven una concordancia entre lo que decimos y nuestra forma de
vivir, la fe se pasa, se transmite”.
Fuente: ReL