7 – Octubre. Jueves. Bienaventurada Virgen María del Rosario
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Evangelio según san Lucas 11,
5-13
Y les dijo: «Suponed que alguno
de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo,
préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo
nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes;
la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo
levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por
ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto
necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y
hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que
busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su
hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide
un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis
dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el
Espíritu Santo a los que le piden?».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El nuevo templo de Dios, el nuevo
encuentro de Dios con su Pueblo se llevará a cabo en lugares que normalmente no
esperamos, en los márgenes, en las afueras. Allí se darán cita, allí se
encontrarán; allí Dios se hará carne, para caminar con nosotros desde el seno
de su madre. Ya no será un lugar reservado a unos pocos mientras la mayoría
espera fuera. Nada ni nadie le serán indiferentes, ninguna situación será
privada de su presencia: la alegría de la salvación comienza en la vida diaria
de la casa de una joven de Nazaret. Dios mismo es el que toma la iniciativa y
elige insertarse, como hizo con María, en nuestros hogares, en nuestras luchas
diarias, llenas de ansias y al mismo tiempo de deseos. Y es precisamente dentro
de nuestras ciudades, de nuestras escuelas y universidades, de las plazas y los
hospitales que se escucha el anuncio más bello que podemos oír: «¡Alégrate, el
Señor está contigo!». Una alegría que genera vida, que genera esperanza, que se
hace carne en la forma en que miramos al futuro, en la actitud con la que
miramos a los demás. Una alegría que se convierte en solidaridad, hospitalidad,
misericordia hacia todos. (HOMILÍA Solemnidad de la Anunciación del
Señor, 25 de marzo de 2017)
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