30 – Octubre. Sábado de la XXX semana del Tiempo Ordinario
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 14, 1.
7-11
Un sábado, entró él en casa de
uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando
que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando
te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan
convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y
al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a
ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en
el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo,
sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque
todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Comentario
En este texto del Evangelio Jesús
parece interesado en que podamos quedar bien ante los demás, que sean los otros
los que nos valoren haciéndonos subir de puesto, del lugar donde nos colocamos
nosotros.
Y dice: “Todo el que se enaltece
será humillado”. Y sucede que se nos escapa por tantas rendijas de la vida ese
“afán” por creernos mejores que los demás. Nos llevará toda la vida “trabajar”
por no engreírnos, por situarnos en nuestra verdad. Mientras procuremos hacerla
nuestra, se irá consolidando en nuestra vida, pero no podemos creer que
“poseemos la humildad”, pues cuando menos te das cuenta, si te distraes, ya nos
estamos “enalteciendo” no sólo con palabras, sino también con pensamientos,
gestos, y actitudes.
Aquí los fariseos que “espían” a
Jesús se están enalteciendo porque van con prejuicios y desconfianza,
calculando lo que hace, controlando sus pasos. Con esta actitud se están
“enalteciendo”, sus miradas están cegadas y no ven en Jesús al “manso y humilde
de corazón”.
Por eso la humildad es esa virtud
que siempre hemos de buscar, es una “perla preciosa” que nos abre las puertas,
derriba los muros, allana el camino, crea puentes, acoge a todos. Jesús es el
manso y humilde de corazón.
En el Magníficat María dijo:
“El Poderoso… ha mirado la humildad de su servidora”. La humildad atrae la
mirada divina ¿Qué tiene la humildad que es tan poderosa para atraer la mirada
de Dios? Nos hace buenos, nos hace parecernos a Jesús.
Este pasaje del Evangelio
nos invita a preguntarnos:
¿Cuándo me estoy enalteciendo a
mí mismo?
Fuente: Dominicos





