Está especializado en atención a adolescentes con problemas de adicción al móvil
ReL |
Marc Masip es el CEO y fundador del Programa
Desconecta. Licenciado en Psicología, MBA y experto en adicciones a las nuevas
tecnologías, tiene centros especializados en Barcelona y Madrid (110 y 90
pacientes, respectivamente, con edades entre 11 y 19 años) orientados
específicamente a los trastornos adolescentes derivados de la dependencia respecto a los
dispositivos móviles, con un colegio psicopedagógico, un hospital de día y un
instituto psicológico.
Nunca antes de los 16
Son ya diez años de experiencia en el tratamiento de unos
trastornos de conducta cada vez más extendidos y que le hacen ser muy tajante:
los chicos "no deberían
tener un smartphone con conexión
a internet antes de los 16 años, porque antes no tienen el cerebro
suficientemente desarrollado ni la madurez necesaria para utilizarlo".
Masip hizo recientemente estas declaraciones al diario El
Mundo, donde pidió que el Gobierno regule el uso de
pantallas. Que China haya prohibido a los menores jugar a videojuegos más de
tres horas a la semana "es un avance, pero no suficiente: para los adictos, la solución es
la abstinencia total".
Adicción a videojuegos
Pone nombres y apellidos a los videojuegos que considera
"nocivos", que son "los que tienen componentes adictivos,
como recompensas por la
victoria, penalización si no se finaliza la partida, incentivos por jugar cada
día, opción de pagar para ganar...": Fortnite, GTA, Call of Duty,
Counter-Strike, League of Legends, Among Us, Clash Royale, Browl Stars o Fifa,
en la parte de la compraventa de jugadores.
Los padres no son conscientes de los peligros que puede causar la
adicción a los videojuegos: "Dar un móvil a un niño a los 12 años o
dejarle jugar a videojuegos es ponerle en riesgo" de aislamiento,
desmotivación, fracaso académico, falta de autoestima, agresividad, problemas
de higiene y alimentación, estrés, ansiedad, depresión... "además de una
merma en las habilidades sociales: estamos creando una sociedad de cobardes sin habilidad para relacionarse".
El efecto tóxico de Instagram
Señala que "las chicas juegan tanto como los chicos, pero el
95% de los adictos son chicos". Aunque ellas tienen otros problemas
también vinculados a las pantallas. Una investigación de The
Wall Street Journal publicada el pasado mes de
septiembre dio a conocer documentos internos de Facebook que muestran que la compañía sabía que otra de
sus redes sociales, Instagram,
la que le consigue clientes jóvenes (el 40% de los usuarios es menor de 22
años) es tóxica para las
adolescentes: “Un 32% de las chicas [y un 14% de chicos] dicen que
cuando se sienten mal con su cuerpo, Instagram les hace sentir peor”, dice uno
de los informes desvelados por el WSJ,
fechado en marzo de 2020, que añade que "las comparaciones en Instagram
cambian la forma en la que las jóvenes de ven o se describen".
Otros resultados de los estudios llevados a cabo por Facebook en
los últimos tres años muestran que una de cada tres adolescentes empeora la
imagen corporal de sí misma, con el resultado de incrementos notables de la ansiedad y la depresión. Un
13% de las jóvenes británicas con ideas suicidas (y un 6% de las
estadounidenses) dejan huella de sus intenciones en Instagram.
La empresa de Marc
Zuckerberg había descartado públicamente cualquier impacto negativo de
Instagram. Pero nada que ver con la realidad: "Nos vienen casos cada
vez más graves y complicados", confiesa Masip, y cita como ejemplo
precisamente "una chica de 16 años que tenía una dependencia total a
Instagram: se vestía como las influencers pero
su cuerpo no era el mismo, así que tuvo anorexia nerviosa, se autolesionaba, la
expulsaron del colegio porque estaba permanentemente revisando el
teléfono..."
En su opinión, que Facebook escondiese que Instagram era malo para
los adolescentes "debería
ser un delito y veremos si se depuran responsabilidades".
La heroína del siglo XXI
Pero no se puede culpar solamente a los creadores de videojuegos o
de redes sociales. El problema es social: "Hemos normalizado la adicción al móvil", que es
"la heroína del siglo XXI", subrayó Masip hace algunos meses en una charla TED para
concienciar de este problema.
Hay tres
características básicas de esa dependencia: el síndrome de abstinencia, la
sustitución de actividades (dejar de hacer algo que hay que hacer por estar
enganchado al celular) y un 'quiero y no puedo' cambiar esa pauta de
comportamiento. Un 77% de la población española declara alguno de estos tres
síntomas.
Y lo que es peor: el 21,3% de los adolescentes españoles
padece adicción a la red (por un 12,7% de media europea). "Por culpa nuestra",
señala Masip, la generación de los llamados nativos digitales "creen
que sin el móvil no hay vida... Esto es una responsabilidad nuestra". Y
aunque pide regulaciones estatales que limiten alguno de los males que produce,
destaca la importancia de la formación en el "buen uso" del teléfono
móvil.
Lo real y lo humano, mejor
que cualquier pantalla
Que consiste, ante todo, en ser consciente de que lo que
proyectamos a través de las redes sociales está varios niveles por encima de lo
que somos en realidad. Hasta que un día "te das cuenta de que soy esto
[nivel bajo], vendo esto [nivel alto], a esto no llego y me frustro, y la frustración tiene dos
amigas: la adicción y la depresión".
En el caso de los adolescentes, la inmadurez propia de la edad
agrava el problema porque no se tienen instrumentos y experiencia de
compensación. El móvil les ofrece un 100% de libertad (el primer contacto con
la pornografía está teniendo lugar a los 9-10 años, recuerda Masip) pero con un
0% de conocimiento de lo que están haciendo: "Un cóctel perfecto para que explote".
Con el teléfono, "si no tenemos conocimiento, jamás seremos
libres". Ese conocimiento consiste en "dar un pasito atrás en lo tecnológico y avanzar tres en lo
humano... Ver, sentir, tocar, empatizar... jamás va a tener comparación con
una pantalla. Mi único mensaje es que la educación de los más jóvenes sea fuera
de las pantallas. Lo real siempre va a ser superior a lo virtual".
C.L.