Ante el dolor por las informaciones de abusos sexuales por parte de la Iglesia en Francia podríamos preguntarnos muchos porqués... finalmente todo depende de la sabiduría de Dios y de su amor
PD |
En
medio de una discusión sobre la Iglesia y el Estado, sobre la justicia y otros
términos, Fiodor Dostoievsky, en Los Hermanos Karamazov pone
en voz del starters una argumentación que deja a todos los presentes
impresionados: “Verdad es que la sociedad cristiana no está todavía cerca de
conseguir esa disposición. Sólo reposa sobre siete justos. Pero como éstos no
desfallecen esperan tranquilamente la transformación absoluta, de asociación
casi pagana, en la Iglesia única, universal y reinante».
La
teoría del mundo que se soporta sobre siete justos no es nueva. En el Génesis,
el Señor ya muestra cómo no destruiría la ciudad de Sodoma: “Tal vez haya
cincuenta justos dentro de la ciudad. ¿En verdad la destruirás y no perdonarás
el lugar por amor a los cincuenta justos que hay en ella?”.
Jorge
Luis Borges en su poema “Los justos” ofrece una particular visión de cómo son
estas personas a las cuales hay que agradecerles que siga existiendo el mundo.
A mí de todos ellos, hay un tipo que me causa especial satisfacción: “el que
prefiere que los otros tengan razón”.
Los justos
que salvan la sociedad y la Iglesia
No hacía más que pensar en esta serie de justos cuando leía el
informe sobre abusos sexuales en la Iglesia francesa desde 1950. 216.000 personas
agredidas sexualmente. Aproximadamente entre 2.900 y 3.200 sacerdotes y
religiosos depredadores. A ellos podríamos añadirle los casos que ya
aparecieron en un informe en Alemania, más lo vivido en la Iglesia chilena (por
poner un ejemplo latinoamericano). Incluso, podríamos, si queremos, añadir los
casos que aún no sabemos de la Iglesia en Italia o en España. Ante todo esto lo
único que puede decirse es lo que afirmó hoy el Papa: “Es el momento de la
vergüenza”.
Es el
momento de la vergüenza, de la tristeza y del dolor. Es el momento, si me lo
permiten de la rabia y de la incomprensión. Con todos los casos encima de la
mesa… podríamos preguntarnos: ¿Por qué Dios no ha destruido la Iglesia? ¿Por
qué no nos ha destruido ya a toda la sociedad (no olvidemos que en la Iglesia
no es el lugar donde se dan la mayoría de los casos)? ¿Por qué sigue
permitiendo este dolor?
Sólo puedo pensar en la misericordia divina, en esos cincuenta,
siete, o 36 personas justas de las que habla la Biblia, el Talmud, Dostoievski
y Borges. Hoy he intentado hacer cuentas y he buscado estas personas justas
dentro y fuera de la Iglesia. Y… si… ¡Hay muchas! y me volvió la esperanza.
Termina el starets de Los Hermanos Karamazov con una bellísima
conclusión: “No hay que inquietarse por las dilaciones, ya que este proceso
misterioso depende de la sabiduría de Dios y de la presencia de su amor. Lo que
para los ojos del hombre parece muy lejano, está tal vez a punto de cumplirse
para la predestinación divina”. Hago mía la contestación última del padre
Paisius y que pone nombre a ese maravilloso capítulo: ¡Así sea! ¡Así sea!
Álvaro Real
Fuente: Aleteia