13 – Noviembre. Sábado de la XXXII semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio
según san Lucas 18, 1-8
Les decía una
parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había
un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En
aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a
mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a
sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta
viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a
cada momento a importunarme”». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice
el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman
ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia
sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la
tierra?».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La enseñanza
del Evangelio es clara: se debe rezar siempre, también cuando todo parece vano,
cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece que perdemos el tiempo. Incluso si
el cielo se ofusca, el cristiano no deja de rezar. Su oración va a la par que
la fe. Y la fe, en muchos días de nuestra vida, puede parecer una ilusión, un
cansancio estéril. Hay momentos oscuros, en nuestra vida y en esos momentos la
fe parece una ilusión. Pero practicar la oración significa también aceptar este
cansancio. “Padre, yo voy a rezar y no siento nada… me siento así, con el
corazón seco, con el corazón árido”. Pero tenemos que ir adelante, con este
cansancio de los momentos malos, de los momentos que no sentimos nada. Muchos
santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios
—cuando nosotros llamamos y Dios no responde— y estos santos han sido
perseverantes. AUDIENCIA GENERAL 11 de noviembre de 2020
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