Discurso del Papa Francisco en el encuentro de oración y testimonios en ocasión de la celebración de la quinta Jornada Mundial de los pobres en Asís, y que se celebrará mundialmente el domingo
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En su
discurso, el Papa pide que se escuchen a los pobres, que el mundo se vuelva
sensible y se escandalice ante la realidad de los niños hambrientos,
esclavizados, náufragos, víctimas inocentes de todo tipo de violencia.
El Papa
Francisco tuvo este emotivo encuentro con los pobres en la ciudad de San
Francisco de Asís, el poverello. Se encontró con 500 pobres y recibió los
testimonios de algunos de ellos, en la celebración de la quinta Jornada Mundial
de los pobres. En su discurso, el Pontífice agradeció a Dios por la idea de
haber creado la Jornada, que nació de una forma extraña:
"En una sacristía. Estaba a punto de celebrar la misa y uno de ustedes - se llama Etienne, ¿lo conocen? Es un enfant terrible... Etienne me dio la sugerencia: "Hagamos una Jornada de los Pobres". Salí y sentí que el Espíritu Santo, en mi interior, me decía que lo hiciera. Así es como empezó: a partir de la valentía de uno de ustedes que tiene el valor de llevar las cosas adelante. [Le agradezco su trabajo en estos años y el de tantos que le acompañan, y quiero agradecer -perdón, Eminencia- la presencia del cardenal: él está entre los pobres, él también ha sufrido con dignidad la experiencia de la pobreza, del abandono, de la desconfianza. Y se ha defendido con el silencio y la oración. Gracias, Cardenal Barbarin, por su testimonio que edifica a la Iglesia".
"Ya es hora que los pobres vuelva a tener voz"
“Ya es hora de
que los pobres vuelvan a tener la palabra, porque durante demasiado tiempo sus
demandas no han sido escuchadas. Es hora de que abran los ojos para ver el
estado de desigualdad en el que viven tantas familias. Es hora de arremangarse
para recuperar la dignidad creando puestos de trabajo. Es hora de volver a
escandalizarse ante la realidad de los niños hambrientos, esclavizados,
náufragos, víctimas inocentes de todo tipo de violencia. Es hora de que la
violencia contra las mujeres se detenga y de que se las respete y no se las
trate como mercancías. Es hora de romper el círculo de la indiferencia y
descubrir de nuevo la belleza del encuentro y del diálogo”. Es este el
llamamiento que pide el Papa al mundo, que se movilice esta solidaridad, que no
deja de clamar el Santo Padre, sobre todo hacia los más necesitados.
El Papa
resaltó además la importancia del encuentro: encontrarse es lo primero, dijo,
es ir hacia el otro con el corazón abierto y la mano tendida. Porque cada
uno de “nosotros necesita al otro, e incluso la debilidad, si la experimentamos
juntos, puede convertirse en una fuerza que mejore el mundo. Es hora de
reunirse. Es el momento del encuentro. Si la humanidad, si los hombres y las
mujeres no aprendemos a encontrarnos, nos dirigimos a un final muy
triste".
El Pontífice
aseveró que en las sociedades se ve la presencia de los pobres con fastidio y
se aguanta; “a veces oímos que son los pobres los responsables de la pobreza.
Para no hacer un serio examen de conciencia sobre sus propios actos, sobre la
injusticia de ciertas leyes y medidas económicas, un examen de conciencia sobre
la hipocresía de los que quieren enriquecerse sin medida, echan la culpa a los
más débiles”, manifestó.
Resistir
Escuchando los
testimonios de algunos de ellos, el Papa agradeció la sinceridad con la que
compartieron sus vidas con los demás. Han abierto “sus corazones con el deseo
de ser comprendidos”. Testimonios que han entrado en el corazón del Papa
Francisco, como la esperanza. Porque, dijo, no obstante “la vida no siempre ha
sido amable con ellos… y a menudo les ha mostrado una cara cruel: la
marginación, el sufrimiento de la enfermedad y la soledad”. Sin embargo, señaló
el Santo Padre, la falta de muchos medios necesarios no les ha impedido mirar
con ojos llenos de gratitud las pequeñas cosas que les han permitido aguantar.
Lo segundo que
le ha impresionado a Francisco, es que cada uno de esos testimonios resistió a
cada desaventura, a cada obstáculo. Resistir, señaló el Papa es tener la fuerza
para seguir adelante a pesar de todo. Resistir surge de la esperanza de un
futuro mejor. El Papa agregó:
“La
resistencia no es una acción pasiva, al contrario, requiere el valor de
emprender un nuevo camino sabiendo que dará sus frutos. Resistir significa
encontrar razones para no rendirse ante las dificultades, sabiendo que no las
vivimos solos sino juntos, y que sólo juntos podemos superarlas. Resistir toda
tentación de abandonar y caer en la soledad o la tristeza. Resistir
aferrándonos a la pequeña o escasa riqueza que podamos tener: pienso en la
chica de Afganistán, con su frase lapidaria: mi cuerpo está aquí, mi alma está
allí. Resistiendo con la memoria, hoy: pienso en la madre rumana que habló al
final. Dolor, esperanza y sin salida, pero fuerte esperanza en los niños que la
acompañan y le devuelven la ternura que recibieron de ella".
La acogida
Repasando la
historia del Santo de los pobres, el Pontífice recordó que, en la Porciúncula,
desde donde se llevó a cabo el encuentro, San Francisco acogió a Santa Clara, a
los primeros frailes y a muchos pobres que acudían a él. Con sencillez, dijo,
los recibió como hermanos y hermanas, compartiendo todo con ellos.
La acogida al
otro, dijo Francisco, es “la expresión más evangélica que estamos llamados a
hacer nuestra”. Acoger es “abrir la puerta, la de la casa y la del
corazón, y dejar entrar a los que llaman. Y que se sientan a gusto, no
asombrados. Donde hay un verdadero sentido de la fraternidad, hay también la
experiencia sincera de la acogida”. Acoger al otro, manifestó, con una sonrisa,
como Madre Teresa, que como explicó el Papa, hizo de su vida un servicio a la
hospitalidad:
“Compartir
una sonrisa con alguien necesitado es bueno para ambos, para mí y para el otro.
La sonrisa como expresión de simpatía, de ternura”. La sonrisa te involucra,
manifestó, después, no podrás distanciarte de la persona a la que has sonreído.
En cambio,
cuando no nos abrimos a los demás, cuando “hay miedo a los demás, desprecio por
su vida, entonces nace el rechazo”, expresó el Papa. “La acogida genera un
sentimiento de comunidad; el rechazo, por el contrario, se encierra en el
propio egoísmo, o, peor aún, la indiferencia: ese mirar hacia otro
lado".
“El Señor
nunca nos deja solos”
Siempre
recordando la historia del santo, el Papa recordó que "la Porciúncula, es
una de las pequeñas iglesias que San Francisco pensó en restaurar, después de
que Jesús le pidiera "reparar su casa". En aquel momento, nunca
habría pensado que el Señor le pediría que diera su vida para renovar no la
iglesia hecha de piedras, sino la de las personas, de los hombres y mujeres que
son las piedras vivas de la Iglesia", dijo.
Y hoy cada uno
de nosotros, puede aprender "de lo que hizo San Francisco". Cada uno,
así como el Santo, que le gustaba pasar mucho tiempo en esta iglesia rezando,
en silencio escuchando al Señor, afirmó el Papa y agregó:
"Nosotros
también hemos venido aquí para esto: queremos pedir al Señor que escuche
nuestro clamor y venga en nuestra ayuda. No olvidemos que la primera
marginación que sufren los pobres es la espiritual", y manifestó que no
basta con asistir a los pobres, llevarles comida y bebida caliente, aunque si
el Papa agradeció esos gestos, pero sobre todo agradeció a quienes se detienen
a hablar con los pobres, y rezan con ellos: "Así, nuestro estar aquí, en
la Porciúncula, nos recuerda la compañía del Señor, que nunca nos deja solos,
siempre nos acompaña en cada momento de nuestra vida. El Señor está hoy
con nosotros. Él está con nosotros, en la escucha, en la oración y en los
testimonios dados".
Por
último, el Santo Padre, recordó que Asís no es una ciudad como las demás,
lleva la huella de San Francisco.
"Pensar
que en estas calles donde él vivió su inquieta juventud, recibió la llamada a
vivir el Evangelio al pie de la letra, es una lección fundamental para
nosotros. Por supuesto, en cierto modo su santidad nos hace temblar, porque
parece imposible imitarle. Pero entonces, en el momento en que recordamos
ciertos momentos de su vida, esos "fioretti", esas florecillas, que
se recogieron para mostrar la belleza de su vocación, nos sentimos atraídos por
esa sencillez de corazón y de vida: es el atractivo mismo de Cristo, del Evangelio.
Son hechos de la vida que valen más que los sermones".
El Papa
agradeció a los pobres, "que abren sus corazones para darnos sus riquezas
y sanar nuestros corazones heridos. Gracias por este valor. Agradeció a los
organizadores del evento, y pidió una vez más rezar por él, porque él
también dijo, tiene sus pobrezas.
Patricia
Ynestroza-Ciudad del Vaticano
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