María Eugenia Muñiz relata su duelo y conversión tras «la partida» de Iñaki
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María Eugenia Muñiz estaba en Argentina cuando recibió una fatal llamada de teléfono. Su hijo
había fallecido en un accidente de moto. Tenía 18 años. Cuenta que fue
“como quedar muerta en vida”, pero pronto comenzó a albergar la percepción de
que su hijo todavía tenía un
mensaje para ella cargado de esperanza.
Iñaki no había comenzado sus estudios de Turismo cuando un
conductor que triplicaba
la tasa de alcoholemia arrolló la moto en la que iba de pasajero.
Prácticamente falleció en el acto.
En ese momento, “pensaba que se acababa todo, que nunca más le
vería y fue como una luz
que se apagaba dentro”, relata su madre, ahora de 50 años.
Pronto perdonó
interiormente al causante del accidente y comenzó a sentir una paz y cercanía especial con
su hijo. “Lo sentía presente, vivo, que me acompañaba y guiaba”, explica.
Así comenzó “un periodo incesante en búsqueda de paz”, que le
llevaría a una felicidad que llevaba años buscando.
La "partida" de su
hijo motivó su conversión
Desde los siete años María Eugenia estudió en un colegio católico pero la muerte de su
abuelo le alejó por
completo de la fe.
Conforme crecía, “siempre
tenía un vacío, muchas dudas sobre el para qué estábamos en este mundo
y durante un largo periodo de depresión no encontré el sentido de la vida a pesar de tener
esposo e hijos”, relata.
El
fallecimiento de su hijo le movió a plantearse su fe y la
existencia de Dios: “Antes
de mi conversión todo era traumático. Cuando uno cree que con la muerte
llega el final y no volveremos a ver nuestros seres queridos, quedamos muertas
en vida”.
Pero “la partida” de su hijo lo cambió todo y se aferró a una fe
que creía perdida: “Seguí
pensando que Dios existía, que me asistía cuando necesitaba ayuda, y que
cuando tocamos la puerta de la fe se abre para encontrar soluciones”.
Desde entonces, la
fe “es más vital, necesaria, e insustituible que cualquier píldora”, y
admite que “no significa que no vayamos a tener problemas, pero nos permite
llevarlos de otra manera. Tengo tristeza, pero también paz y la balanza se
equilibra. Y cuando pesa más la tristeza, me voy al Santísimo y se renueva la
paz”.
Su conversión concluyó cuando, a sus 43 años, recibió el sacramento de la confirmación.
"Muerta en vida", recibió una paz que venía del cielo
Entonces decidió relatar su propia experiencia en varios libros,
incidiendo la relación que desde entonces mantiene con su hijo y cómo ha
cambiado su vida incluso tras “su partida”: Iñaki, el ángel, El
camino hacia la luz e Iñaki, una luz en la
oscuridad, que saldrá estas navidades, son las tres publicaciones
que hasta ahora ha hecho María Eugenia.
En los libros, que podrían verse como una historia de superación, también se advierte la forma en
que María Eugenia se enfrentó contra la adversidad.
“A través de la fe
tengo certeza de que la Vida Eterna existe, que hay un más allá con Cristo, la
Virgen y los ángeles. Las que nos quedamos muertas en vida somos nosotras
[las madres], porque esa parte de nuestra vida muere mientras estemos aquí,
pero cuando estoy mal Iñaki me rescata y los momentos de tristeza duran poco”.
“Nadie es inmune a
la muerte. Lo que cambia es cómo estás preparado y cómo la fe te puede ayudar.
Esto que estoy viviendo, sin fe es imposible, y me doy cuenta de que la vida es
un peaje que tenemos que pagar para llegar a un lugar mejor, que existe. Y como
existe y estoy segura de que voy a volver a ver a mi hijo, tengo una paz que sé que, además, tiene
que venir de arriba”.
Agradecida a Dios por ayudarla a creer
Desde entonces, no con pocas las casualidades o, cómo ella las
llama, “diosidades”, que le transmiten paz en el día a día y le hacen saber
“que las cosas tenían que ser así”.
De hecho, explica, “son tantas las manifestaciones que Dios fue
poniendo en el camino, que si
me rebotase con Él sería una ingrata”, recalca.
Amigos que retomaban la fe y los sacramentos tras leer los libros,
gente que sin haberle conocido acababa beneficiándose gracias a su historia… “Dios me estaba demostrando de una
manera clarísima cuando necesitaba ver para creer”, explica su madre.
“Sobre todo con los ángeles: el día de mi conversión, el 24 de
marzo, era el que se celebra la solemnidad del arcángel Gabriel”.
María Eugenia menciona un ejemplo, y recuerda cuando su hijo le
pidió prestado un misal que el acababan de regalar. “Iñaki me pidió el misal y
se lo regalé. Siempre me hablaba de él con mucho cariño y nostalgia. Cuando
llegué del funeral, el misal estaba en su mesilla de noche, y quizá no lo había
leído, pero lo tenía muy presente”, concluye.
Fuente: ReL