24.12.21

EVANGELIO DEL DÍA

24 – Diciembre. Viernes de la IV semana de Adviento

Dominio público

Evangelio según san Lucas 1, 67-79

Entonces Zacarías, su padre, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, | porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación | en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo | por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos | y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, | recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, | le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, | porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación | por el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, | nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, | para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Comentario

Termina hoy el Adviento. A lo largo de estas semanas nos hemos ido preparando para la gran celebración de la Natividad del Señor. Y en estos últimos días, de la mano del evangelista San Lucas, hemos ido recorriendo las etapas finales antes del gran acontecimiento, y nos hemos encontrado con los protagonistas más cercanos a la primera Navidad: el arcángel Gabriel, Zacarías e Isabel, su hijo Juan, José y, de modo muy especial, María, la Madre del Mesías que va a nacer.

El último episodio que narra San Lucas antes del relato del nacimiento de Jesús lo protagoniza Zacarías, el cual, cuando creyó, recuperó el habla. Con hermosas palabras, comenta San Ambrosio: “Con razón su lengua se desató, porque, atada por la incredulidad, fue desatada por la fe”. Y entonó el Benedictus, una solemne acción de gracias y alabanza a Dios, que expresa la gran esperanza de un piadoso israelita en las antiguas promesas que Dios reservó para su pueblo. Bendito sea el Señor, Dios de Israel: con esta expresión, muy frecuente en los salmos, Zacarías, y nosotros con él, da gracias a Dios por su infinita misericordia derramada sobre su pueblo, al enviarnos “el poder salvador”, Jesucristo. Los anuncios de los antiguos profetas están a punto de cumplirse. La salvación está a las puertas.

Es fácil imaginar el orgullo santo de Zacarías, pues su hijo iba a ser el “Profeta del Altísimo”. Recordaría las palabras del arcángel que no pudo repetir durante nueve largos meses: su hijo iba a convertir “a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; e irá delante de él” (Lc 1,16-17). Ahora lo proclama exultante de gozo: “irás delante del Señor a preparar sus caminos, enseñando a su pueblo la salvación para el perdón de los pecados”.

A punto de estallar de alegría por el nacimiento del Hijo de Dios, vemos hoy en Zacarías un ejemplo de humildad, de alegre conversión, de esperanza firme en Dios y de renovada confianza en su palabra.

Josep Boira

Fuente: Opus Dei


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