El Papa ha recordado que hoy se celebra el Día Mundial de la Paz
Revista Ecclesia |
Tras haber celebrado la
primera Misa del Año 2022, el sábado 1 de enero, solemnidad de María Santísima,
Madre de Dios, el Papa Francisco ha rezado el Ángelus junto a los
fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. «Mirando a María con su
Hijo en brazos, pienso en las jóvenes madres y en sus hijos que huyen de las
guerras y de las carestías o que esperan en los campos de refugiados», les ha
dicho.
Y contemplando a María que coloca
a Jesús en el pesebre, poniéndolo a disposición de todos, recordamos que «el
mundo cambia y la vida de todos mejora sólo si nos ponemos a disposición de los
demás, sin esperar que sean ellos los que comiencen. Si nos convertimos en
artesanos de la fraternidad, podremos tejer los hilos de un mundo lacerado por
guerras y violencias».
Custodiar el don de la Paz
El Papa ha recordado que hoy se
celebra el Día Mundial de la Paz. La paz «es tanto un don de lo alto como el
fruto de un compromiso compartido. Debe ser implorada por Jesús, porque solos
no somos capaces de custodiarla. Sólo podemos construir verdaderamente la paz
si la tenemos en nuestro corazón, sólo si la recibimos del Príncipe de la paz.
Pero la paz es también nuestro compromiso: nos pide dar el primer paso,
nos pide gestos concretos».
Una Paz que se construye con la atención a los últimos, «con la promoción de la justicia, con el valor del perdón, que apaga el fuego del odio. Y también necesita una mirada positiva: que siempre se mire – en la Iglesia como en la sociedad – no el mal que nos divide, sino ¡el bien que puede unirnos! No sirve abatirse y quejarse, sino arremangarse para construir la paz. Que la Madre de Dios, Reina de la paz, al comienzo de este año obtenga la concordia para nuestros corazones y para el mundo entero».
Reflexionado sobre el Evangelio
de la liturgia de hoy que habla de la Virgen, «remitiéndonos nuevamente al
encanto del pesebre», el Santo Padre ha destacado que María, tras el nacimiento
del Hijo de Dios, «no se lo guarda para ella misma, sino que nos lo presenta» y
deja que los pastores que van sin demora hacia la gruta, puedan adorarlo. «Lo
deposita para invitarnos a mirarlo, a acogerlo y a adorarlo. He aquí la
maternidad de María: el Hijo que ha nacido nos lo ofrece a todos nosotros».
Para Francisco, precisamente
cuando experimentamos nuestra debilidad y fragilidad, es cuando podemos sentir
a Dios aún más cerca, «porque se nos ha presentado así, débil y frágil». «Es el
Dios-niño que nace para no excluir a nadie. Para hacer que nos convirtamos
todos en hermanos y hermanas».
Por último, el Papa ha indicado
que el nuevo año empieza con Dios que, en los brazos de su Madre y acostado en
un pesebre, nos anima con ternura: «Tenemos necesidad de este aliciente.
Vivimos aún tiempos inciertos y difíciles a causa de la pandemia. Son muchos
los que están atemorizados por el futuro y agobiados por las situaciones
sociales, los problemas personales, los peligros que provienen de la crisis
ecológica, de las injusticias y de los desequilibrios económicos planetarios».
Fuente: Revista Ecclesia