Es todo un reto no huir hacia ideales soñados ni caer en la amargura, se trata de confiar en Dios y dejar que su amor dirija
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Definitivamente
no deseo ni el dolor, ni la enfermedad, ni la muerte. Nunca elijo el mal, ni el
daño, ni la soledad forzosa. No quiero la derrota ni el fracaso en mis sueños y
deseos.
Quiero que la realidad se acomode a lo
soñado. Espero que las cosas salgan según lo previsto.
No soporto la demora en la realización de lo que espero. Ni me gusta
aguardar, ni esperar.
Tampoco me consuela el pensar que
mañana será mejor cuando el hoy no lo es. Ni saber que
me esperan al otro lado del cielo los que han partido cuando su ausencia me
duele.
Yo no quiero que las cosas sean como tienen que ser en lugar de
ser como yo había planeado. Entonces sufro al pensar en el
futuro incierto.
Quiero dirigir yo la vida, pero…
Me
gustaría que todo fuera mejor o a mi manera. Intento hacer las cosas como si
dependieran totalmente de mí.
Controlo con mis brazos alargados el timón de mi barca para que
siga la ruta deseada. Me frustro cuando veo que las olas me apartan de mi
playa. Temo hundirme sin llegar a donde deseaba.
Las cosas no son como había imaginado. Ni la realidad, ni las
personas, ni siquiera yo mismo cuando me imaginé con más años siendo niño.
Y sigo levantándome con miedo cada vez que el mañana me amenaza con
posibles desgracias.
No elijo la cruz, es lo que más temo. Pero no quiero vivir sin paz. No deseo
vivir amargado soñando con cosas que no existen, que no vuelven.
Confiar en Dios
Así las cosas me levanto confiado. Hago
todo lo que está en mi mano por esquivar las rocas ocultas bajo las aguas.
Pero tengo puesta mi confianza en un Dios que me ama. No me envía
ningún mal, ninguna desgracia. Permite, lo tengo claro, cosas que no me
agradan.
La naturaleza es caduca y la
libertad del hombre elige a menudo el mal o lo que no le
conviene.
Por eso sé que las cosas no siempre son tan bellas como las había
soñado. Y el tiempo echa a perder la belleza. O mis elecciones no son las
correctas.
Vuelvo a pedirle a Dios que no me suelte de la mano. Quiero
confiar y abandonarme en ese abrazo que me sostiene. Mi alma florece cobijado
en sus brazos.
Cuando pasa algo malo, dudo
Pero
me cuesta confiar:
«A la mayoría
nos falta la confianza. ¿Qué significa que nos falta la confianza? Siempre
pensamos que tenemos que salvarnos nosotros mismos».
J. Kentenich, Lunes por la tarde,Tomo 2:
Caminar con Dios a lo largo del día
No consigo descansar en sus manos, en
su pecho. En cuanto sucede algo malo dejo de creer en la bondad de Dios.
Dudo de su amor. Desconfío
de su predilección. Me rebelo contra su mano que salva a unos y deja morir a
otros. ¿Por qué no me ha elegido a mí?
A menudo hablo mucho del amor de Dios. Hablo de su misericordia.
Sé que Dios es poderoso.
Me quiere, pero en la cruz no lo noto. No percibo su
abrazo. No me calmo en ese dolor que me pesa. Y pienso que el
presente es demasiado duro.
A mi lado
Pero
no me desanimo. Dios va en mi barca, a mi lado, no me suelta
de la mano. Dios no me manda nada malo para educarme, para formarme.
No me envía dificultades para fortalecer mi vida. No aparece de
golpe para tocar mi corazón y hacerlo suyo.
Las cosas malas suceden y la realidad no es ideal, no es un sueño.
Es dura, y áspera con frecuencia.
A menudo me veo roto ante tanta dureza. Y siento que
me pierdo alejándome de Dios. No lo quiero. Ni sé sus planes. No conozco el
futuro.
Quiero confiar. Abandonarme en las manos de Dios y saber que me
ama. Quiero
ser más hijo, más niño, más dócil.
Quiero mirar mi vida y saber que no quiero el miedo en
mi alma.
Cruz y paz
Puede que no ocurra exactamente lo que deseo, que la cruz me rompa
por dentro, o que las cosas no sean tan bonitas como había pensado. Puede que
el futuro sea incierto, duro, e inquietante.
No deseo el mal ni lo elijo. Opto por el bien, por la
verdad, por la bondad. Acepto con un sí hondo la realidad de
mi vida como es, no como hubiera soñado.
Puede que mis decisiones me hayan llevado a cargar cruces que no
quería. Yo elegí, me equivoqué, opté por lo que deseaba.
Y al final me encontré con mares nuevos que me duelen en el alma.
Y esos momentos quiero vivirlos con paz, sufrirlos con calma:
«El momento en
el que vamos a poder salir recobrados de nuestro sufrimiento y angustia sólo
llegará al ritmo preciso y personal de los que estamos viviendo el duelo. Sólo
nosotros podemos marcar las necesidades temporales que exige nuestro ser para
poder considerarse recuperado. Cada uno necesita su tiempo único para sanar».
Anji Carmelo, Déjame llorar
Al final la luz
Necesitaré mi tiempo para enfrentar la
cruz. Y necesitaré una gracia de Dios, un don del Espíritu para
vivir con calma en medio de situaciones difíciles.
En esos momentos miraré a los demás con misericordia.
Sé que las cosas no van a ser a mi manera. Pero me decido a
enfrentar la vida en medio del dolor.
No me amargo, no me angustio y pido el don de vivir
alegre. Con esa alegría que viene del cielo.
Haga lo que haga, pase lo que pase la sonrisa de Dios desciende a
mi alma. Noto
su abrazo y florece la luz en mi interior. Una luz nueva
que me habla de un presente lleno de esperanza.
Camino sin saber lo que pasará, confío. Siempre mi
alma confía en ese Dios que está conmigo.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia





