Se celebró en España, el Día de la Infancia Misionera. La historia de Rafael Marco es la de tantos misioneros que se encuentran ayudando a los más pequeños por todo el mundo
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Rafael Marco cumplirá 78 años. 51
en África como misionero. Pertenece a la Sociedad de Misiones Africanas y
cuenta a Obras Misionales Pontificias el proyecto para niños
invidentes que se fundó en Gaya (Niger). Todo un proyecto que le ha hecho estar
cerca de los más abandonados.
Todo partió de una niña, Hamida.
Fue a visitar a los niños invidentes en una escuela inclusiva de la ciudad. La
niña le recitó una poesía: “Mañana la luz” que le llegó al alma. “Regresé a
esta escuela con cierta frecuencia hasta que la directora me dijo: ‘Tendría que
ir a ver al inspector’. Y fui a ver al inspector de enseñanza y con él ideamos
un proyecto de ayuda a esos niños, cinco, de familias muy humildes:
alimentación, transporte, ropa, material escolar…”
Fue creciendo su implicación y
buscó crear un proyecto de ayuda integral con la colaboración de las religiosas
que se ocupaban de la escuela católica que tan buenos resultados obtenían: “La
idea era de crear un centro de acogida y formación para niños invidentes.
Finalmente las religiosas desistieron de ese proyecto, pero pude ponerlo en
marcha con el grupo inicial de cinco personas que se constituyó en Asociación y
ONG: CIES o Centro de Iniciativas y Ayuda Social”.
No fue sencillo y fueron poco a
poco creciendo: “Se alquiló una casa bastante amplia que se fue equipando de
mesas, sillas, literas, vajilla, cocina… se organizaron cursos de lectura y
escritura Braille, ejercicios de orientación, juegos para invidentes,
aprendizaje de instrumentos musicales… todo un laboratorio que se fue montando
a lo largo del curso pasado, tanto para los niños como para nosotros, monitores
y fundadores, que íbamos descubriendo un mundo nuevo que nos llenaba de
ilusión, a unos aprendiendo y a otros contemplando sus emociones”.
13 niños estuvieron allí el año
pasado y este año se encuentran veintiuno. Ahora, el misionero ha tenido que
trasladarse, por cuestiones de seguridad a 140 kilómetros, pero sigue informado
día a día de lo que allí ocurre. Han sido momentos díficiles, pero se encuentra
feliz de su labor: “las odiseas pasadas, las dificultades superadas, el
esfuerzo realizado y la alegría de haber realizado un sueño que nos llena de un
humilde orgullo que nos ensancha el alma”.
Álvaro Real
Fuente: Aleteia