11 – Abril. Lunes Santo
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Evangelio según San Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los
pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una
muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús,
sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los
muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque
muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Comentario
Las horas de Jesús están
contadas. Las autoridades civiles, militares y, sobre todo, religiosas, han
decidido que tiene que morir y solo falta encontrar una ocasión propicia para
eliminarle. Han tenido oportunidades para detenerlo, pero siempre les ha
frenado el miedo a la reacción de las gentes. Jesús tiene seguidores y
simpatizantes que podrían aguar las fiestas del templo y eso sería un problema.
Hay que proceder con nocturnidad y alevosía y buscan el momento propicio.
A esto se añade que Jesús ha
resucitado a su amigo Lázaro y ver a este muerto caminando, hablando, comiendo,
en definitiva: viviendo, es un fuerte golpe en su contra. Es, pues, necesario
acabar también con él. Tal vez sea Lázaro ese mal colateral, necesario a los
ojos de los estrategas, para lograr un golpe publicitario que ponga la
situación a su favor.
En esta era cibernética esto
sería fácil de solucionar con unas cuantas “fake news” bien dirigidas en las
redes para inclinar la opinión pública a favor del enemigo y lograr que el
pueblo, puede que debamos llamarlo “populacho”, a poco que lo animemos, grite
“¡Crucifícalo, crucifícalo!, tal vez sin convicción, pero sí con un aparente
entusiasmo capaz de convencer a un cobarde Pilatos, a quien la vida de un judío
le trae sin cuidado, con tal de conservar la paz en su finca.
Y nos falta recordar a María que
unge los pies del Maestro con un magnífico perfume, caro, intenso que Jesús interpreta
como la unción que se aplica a su cadáver antes de depositarle en el sepulcro.
María se ha anticipado a los hechos que se van a producir en breve. Pero,
siempre surge un pero…, algunos de los presentes, Judas entre ellos, critican
la acción y se escudan en una aparente caridad que no tienen, posiblemente,
ninguna intención de ejecutar.
Y ¿cómo estamos hoy?, ¿comemos
con Jesús o nos escudamos en unas oraciones con las que traspasamos a Dios los
problemas (-escúchanos Padre-) mientras seguimos viviendo tranquilos y
contentos con nuestras mediocridades. ¿No será ahora mismo el momento de
cambiar nuestro ser y actuar y acercarnos a Dios?
Fuente: Dominicos