La Iglesia sigue con su proyecto #HazMemoria en el cual se quiere ofrecer lo que es su vida en los más variados ámbitos de su trabajo diario
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Ecclesia |
La Iglesia sigue en este mes de
abril su proyecto #HazMemoria. Durante doce semanas se quiere traer a
nuestra memoria lo
que es la vida de la Iglesia en los más variados ámbitos de su trabajo diario: desde
el anuncio del Evangelio a la actividad socio sanitaria, desde
la acogida a los enfermos a la catequesis de niños y jóvenes, desde
la celebración de la eucaristía a la compañía a presos o mujeres abandonadas.
Se quiere dar a conocer así el
trabajo de centenares de miles de personas que, desde su compromiso cristiano, entregan
lo que tienen para el bien de todos: su tiempo, sus capacidades, sus donativos,
sus bienes,… incluso la vida entera. Somos conscientes, como dice
el Papa, de que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece, pero estamos
seguros de que lo más valioso es el bosque crece, que da frutos, que lleva a
cabo lo que se espera de él, en silencio, sin prisa pero sin pausa.
Cada semana se
recordará lo que la Iglesia hace en relación a un campo concreto de
su actividad y porqué lo hace. Durante esta Semana Santa tan especial os ofrecemos el tema
de la religiosidad popular.
La Semana Santa, el Camino de
Santiago, el Rocío, Loyola, El Pilar, Ávila, Montserrat, Montilla, los
santuarios marianos, las ermitas… miles de lugares se convierten en un punto de llegada para los
cristianos que, movidos por la fe, acuden a renovar sus promesas, a
reencontrarse con sus historias y su tradición, a compartir una esperanza, a
sanar el corazón.
El pueblo cristiano ha encarnado la fe de la Iglesia en su
realidad cotidiana, en su entorno concreto, junto a las otras tradiciones que
ya vivía. Vive una religiosidad popular que une lo trascendente y lo
inmediato, lo cercano y el más allá. Lo hace para establecer y hacer visible
una especial relación con Dios, con la Virgen María, con los santos. Busca
mover la voluntad de Dios, pedir su protección, su ayuda, su compasión. La
mirada a María y a los santos pretende sobre todo su intercesión ante
necesidades del mundo o ante las pequeñas dificultades personales del día a día. En
otras ocasiones, es el agradecimiento por los bienes recibidos lo que origina
una peregrinación, una marcha, un encuentro.
En cada una de esas expresiones
de la religiosidad popular la gloria de Dios, el hombre vivo, recorre las
calles, acompaña
a las imágenes de los santos como pueblo de Dios, eleva
sus oraciones y súplicas, se compromete con los necesitados, se propone cambiar
de vida. Son
en el fondo una nueva posibilidad del encuentro con Dios que cambia la vida.
La religiosidad popular, dirá
Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi hace visible una “sed de Dios que solamente
los pobres y los sencillos pueden conocer” (EN 68). De hecho, a través de esta
piedad, el
pueblo sencillo es capaz de asomarse a la profundidad de Dios como su
paternidad, su cuidado amoroso de todas las criaturas, la providencia que
cuida de los hombres, su presencia constante, la maternidad de María. Al
incorporar estos rasgos a su vida, el pueblo desarrolla un profundo sentido de
la cruz en su vida cotidiana, la aceptación de los demás, la paciencia, la
devoción.
El pueblo fiel que se enriquece
en estos encuentros populares con el Dios vivo, tiene en ellos no sólo un punto
de llegada que satisface un ansia de eternidad, sino un punto de partida para
una misión de anuncio, de proclamación sencilla del Evangelio en la vida
diaria. Esos
puntos de llegada son también un punto de salida. Desde ellos, con la fe
reforzada al ser compartida se proyecta una salida misionera.
Quienes van de peregrinación vuelven con el propósito de compartir esa fe, esa
experiencia, y hacerla viva en la vida de los demás. La religiosidad popular
expresa la evangelización de un pueblo al mismo tiempo que evangeliza al
pueblo.
Fuente:
Ecclesia