Realmente qué tan feliz te sientes. ¿Consideras que ya has vivido esa maravillosa sensación o aún no? ¿Crees que es algo efímero y pasajero o se pueden llegar a vivir largos períodos de felicidad?
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¿Acaso son felices los que viven como quieren? Conseguir lo que
deseas para -según tu- ser feliz puede crearte una infelicidad porque acabas
consiguiendo lo que no te conviene. Eso finalmente no te llevará a la verdadera
felicidad.
¿Y será que todo el que no es feliz, se le puede considerar un
infeliz?
Estas interesantes preguntas y reflexiones se realizaron en un 13
de noviembre, el día del natalicio de San Agustín,
después de una comida ofrecida por él, y en la que participaron su madre, su
hijo Adeodato, su hermano Navigio, sus dos primos hermanos Lastidiano y
Rústico, y dos discípulos suyos, Trigecio y Licencio.
Esta tertulia quedó plasmada en su obra «De la vida feliz», en
la cual nos inspiramos para elaborar este artículo, y que hoy puedas también
reflexionar sobre tu felicidad, con ideas de hace cerca de 1650 años.
Ciertamente, todos queremos ser felices, en especial ver a
nuestros hijos serlo también. De aquí se desprende la idea de que para que
ellos lo sean, de alguna manera tú se lo tienes que enseñar, con el ejemplo y
desde luego con los conocimientos necesarios para que también lo logren.
Estamos de acuerdo en que ser feliz es un bien en sí mismo, por lo
que desear el bien ya es un paso importante para alcanzar la felicidad, pues
buscando el mal no encontraremos más que sufrimiento. Aunque exista una
aparente felicidad, es sólo transitoria y superflua. «Desear lo que no
conviene es el colmo de la desventura».
Desear lo bueno es mucho más importante que conseguir lo que no te
conviene.
Quedarse en lo pasajero no
hace feliz
¿Podrá alguien ser feliz si le falta lo que desea? Realmente no,
pero tampoco se es feliz sólo por conseguir todo lo que se desea.
Es decir, si te propones ser millonario y algún día lo consigues,
por el hecho de haberlo logrado ¿ya serás plenamente feliz? Para San
Agustín no es una garantía que al reunir todas las cosas que querías, ya por
ello vas a ser inmensamente feliz.Porque finalmente tienen caducidad.
Lo que también es cierto es que el que no tiene lo que quiere, acaba por ser un
desdichado. Por lo que mucho de la felicidad está en lo que
deseas. Si lo consigues, hay muchas más posibilidades de
disfrutar y gozar tus logros, que el que no logra conseguir sus objetivos.
De aquí la importancia que San Agustín le pone a
qué debemos aspirar y alcanzar en esta vida, para ser dichosos.
Se trata pues, de darle mayor valor a lo que quieres que a las
cosas que acontecen en forma fortuita y derivadas de una supuesta buena o mala
suerte. Es un ejercicio de la voluntad.
«Pues lo pasajero y mortal no podemos poseerlo a nuestra voluntad,
ni el tiempo que nos plazca».
El santo nos pregunta: ¿se puede ser feliz al mismo tiempo que
tienes miedo? Desde luego que parecen incompatibles la felicidad y el miedo.
Por lo que no se puede ser feliz si vives con el miedo a perder lo que posees.
Si los bienes materiales o fortunas se pueden perder, entonces se tiene miedo a
quedarse sin nada, por lo que ese miedo le resta felicidad a quien se apega a
las cosas materiales, o a las fortunas que posee.
Supongamos que alguien se asegura de que nunca perderá esos bienes
que tanto ama. Pero entonces querrá más bienes y más fortuna, lo que lo lleva a
mostrarse insaciable y estar insatisfecho. Así queda atrapado en la codicia y
la ambición, lo que también lo coloca en la ansiedad por siempre querer más.
Así que un primer paso muy importante para ser
feliz, nos enseña San Agustín, es estar contento y satisfecho con lo que tienes
y aprender a disfrutar con moderación lo que ya posees. Para
ser feliz, hay que obtener los bienes que sean permanentes y que no sean
arrebatados por los vaivenes de la vida y los imprevistos fortuitos. En pocas
palabras, se es más feliz cuantos menos apegos tenemos.
Así que si algo hemos de elegir, como fuente de nuestra felicidad, es elegir
lo más trascendente que existe, lo que no se acaba, lo que no tienes miedo de
perder. Eso es sólo el amor de Dios. Así concluye el
famoso teólogo y filósofo.
Es muy interesante conocer y comprender estas reflexiones, tan antiguas
y aún muy aplicables a la vida actual.
Ya sabes ahora que para dejar de ser un infeliz desdichado, mejor
abraza con plenitud el vivir con amor. Ese es un manantial inagotable que, al
probarlo, hará que acabes por vivir feliz.
Guillermo Dellamary
Fuente: Aleteia