Este franciscano potencia la atención espiritual, una ocasión propicia para las conversiones
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El Camino de Santiago ha marcado la vocación y también el ministerio de fray Paco Castro, franciscano. |
El Año Xacobeo continúa
iluminando el Camino de
Santiago después de que el Papa lo ampliara de manera excepcional
también a 2022 debido al Covid 19. Y con el fin de la pandemia se espera
durante estos meses una gran afluencia de peregrinos por los distintos caminos
hasta la tumba del apóstol situada
en la catedral compostelana.
El conocido como Camino Francés es
justamente uno de los más transitados. Decenas de miles de peregrinos pasan por
esta vía, que en su tramo gallego comienza en O Cebreiro, una aldea situada a 1.300 metros de
altitud entre las sierras de O Courel y Os Ancares, siendo esta una de las
etapas más duras del Camino.
Allí hay un estratégico santuario custodiado por los
frailes franciscanos, que trabajan atendiendo a la pequeña comunidad local, pero
sobre todo dando asistencia espiritual a los numerosos peregrinos que pasan por
allí.
Precisamente allí se encuentra fray Francisco Castro
Miramontes, conocido popularmente como fray Paco, todo un referente en el Camino de Santiago, algo
que ha mamado desde que nació en Santiago de Compostela en 1971.
Primero desde el convento de San Francisco en
Santiago y ahora desde O Cebreiro ha trabajado para potenciar la
acogida y la vertiente espiritual del Camino de Santiago, descuidada durante un
tiempo por parte de la Iglesia.
Licenciado en Derecho, fray Paco empezó en sus años
en la universidad a dedicar su tiempo a tareas sociales y benéficas promoviendo
una serie de campañas de concienciación a través de proyectos en favor de
sectores sociales desfavorecidos.
Esta vertiente social le llevó a una
búsqueda espiritual, que al final acabó sustentando su vida. Fue así como decidió ingresar en los
franciscanos, donde ahora vive su vocación religiosa estando inserto en el
Camino de Santiago, otra parte inseparable de su existencia.
Durante años fue rector-guardián del
imponente convento de San Francisco. Allí creó el Hogar de Espiritualidad San Francisco de Asís para
la acogida de peregrinos, “un espacio abierto de encuentro y convivencia”
para los peregrinos de todo el mundo. "Para mí supone el constatar
que un sueño se ha cumplido, ya que sentía la necesidad de hacer algo por el
Camino en mi ciudad natal", contaba en una entrevista con el Correo
Gallego.
Su vida está llena de anécdotas al pie del Camino, de ahí la
importancia de un ministerio de presencia, pues Dios toca muchos corazones
durante la peregrinación.
En una entrevista con los franciscanos de Santiago contaba una
de ellas: “hace 6 años un chico alemán, joven… lo recuerdo físicamente
altísimo. Este chico tenía un billete de avión de vuelta no sé si era dos o
tres días después de llegar a Santiago. Entonces nos dijo que estaba muy a
gusto con nosotros y si se podía quedar unas noches con nosotros. Participaba en la ceremonia y
lloraba. Pero llegó un momento en que lloraba tanto que una hospitalera habló
con él. Entonces contó que pasaba un momento durísimo en su vida
porque había muerto su padre o su madre, su pareja lo había dejado y también
había perdido su trabajo… ¡todo junto! Se vino muy abajo y no sabía qué hacer.
Entonces decidió hacer el Camino de Santiago. En Santiago se sentía tan acogido
que lloraba de emoción, porque sentía que había perdido el rumbo de su vida,
pero que al conocernos a nosotros, una familia en Santiago, podía por fin
proseguir de nuevo su vida. Volvió de nuevo a su país con el ánimo de recuperar
fuerzas y seguir adelante”.
En otra entrevista hablaba también de
las conversiones en el Camino, que no deja de ser “una metáfora de la vida misma”.
“Me gusta mucho escuchar las historias
de los peregrinos, y es fácil que compartan su propia vivencia interior con
gran libertad. En este
sentido es muy importante practicar la escucha, que es también una forma de
acogida y, por tanto, de amor. Conozco de primera persona casos de
conversión, sin ir más lejos en este mismo Santuario de Santa María, que no
pocas personas nos dicen que es un lugar muy especial, con una fuerza de paz y
amor que hay quien dice sentirla tan pronto entra en este lugar santificado por
tantos siglos de historia y tantos peregrinos”, añadía el fraile franciscano.
Él mismo define el santuario situado a
pie del camino “como un
hospital para el alma”, algo muy relacionado con esta histórica ruta que
desde la Edad Media estuvo llena de hospitales de peregrinos.
“Aquí celebramos lo que damos en
llamar la Misa de los peregrinos, que siempre concluye con una bendición
especial para los caminantes. No es infrecuente contemplar en ese momento
lágrimas. Recuerdo que en
una ocasión un peregrino se acercó después de la Misa con lágrimas en los ojos
para decirme que era ateo, simplemente le sonreí y lo abracé. Él había
vivido su momento de catarsis personal. Seguramente este era su momento y
lugar. La vida es una sucesión de encuentros. Para eso hay que desplegar la
antena parabólica del alma; para sentir más allá de lo superficial, para profundizar
en el sentido de la vida, que a mi modo de ver, es profundamente espiritual”,
añadía el fraile.
Centrado en su actual misión en la
aldea lucense de O Cebreiro, fray Francisco Castro afirmaba bromeando:
"antes era urbanita y ahora soy ruralita”. Y define su misión: “aquí, en O Cebreiro, me he
convertido en un socorrista de peregrinos. Y no es una metáfora. En
más de una ocasión he tenido que salir a rescatar a algún peregrino atrapado en
la nieve. Recuerdo a uno que ya estaba sufriendo una hipotermia; y también a
una chica lesionada”.
En otra entrevista con El
Correo Gallego recordaba que en la aldea viven “unas
quince personas habitualmente, pero en primavera y verano llegan a pernoctar
más de cien peregrinos. Y
mi trabajo consiste principalmente en brindarles una acogida”.
Cada peregrino es un rostro, una
historia única: “llegan de una etapa de montaña muy dura y cuando alcanzan O
Cebreiro lo consideran como una conquista; para ellos supone una gran satisfacción”.
Allí les esperan tres frailes
franciscanos, que intentan atender a todos los que llegan así como las iglesias
de otras localidades. Pero aún así consideran vital que el santuario esté
abierto el mayor tiempo posible,
más de doce horas al día.
Los frailes también se encargan de
informar a los peregrinos sobre cuestiones relacionadas con la Ruta Jacobea y
de ofrecer cobijo a aquellos que lleguen sin recursos. “Les pagamos la estancia en el
albergue municipal y les damos alimento”, afirmaba.
“Siempre fui un enamorado del Camino de Santiago y aquí estoy
feliz. Confieso que al principio me costó un poco adaptarme al
medio, porque llegué en invierno y con esto lleno de nieve, pero ahora estoy
muy contento”, confesaba Fray Paco.
A mí el Camino siempre me marcó y la
atención de peregrinos en el convento de San Francisco ya formaba parte de mi
identidad. De ahí que en O Cebreiro me sienta muy a gusto. Ahora tengo
mentalidad completamente rural. El contacto con la naturaleza hace que aquí la
acogida a los peregrinos sea muy distinta. La gran vía de Europa genera aquí un
clima de convivencia muy pacífico.
Estoy en lo alto de la montaña, muy cerca del cielo, y también tenemos unos
manantiales maravillosos, por lo que tengo todo lo necesario para sobrevivir”,
concluía el fraile franciscano.
J. Lozano
Fuente: ReL