Es vital aprender a recibir, recibirse uno mismo y recibir todo de Dios, aprende a hacerlo
![]() |
gpointstudio | Shutterstock |
Una de las cuestiones más
importantes de nuestra vida cristiana consiste en cómo recibir la gracia del
Espíritu Santo, en cómo permanecer siempre abiertos a su acción.
A veces creemos que ser cristiano
es hacer un cierto número de cosas y que cuantas más se hacen, mejor cristiano
se es. Pero en realidad lo que más importa —más que las obras
exteriores— es la disposición del corazón que nos abre a la acción
del Espíritu Santo. Todo lo demás vendrá de ahí.
Se trata no tanto de hacer, sino
de dejarse hacer, permitir que Dios actúe en nosotros, pase a través de
nosotros.
Sin embargo,
la acción del Espíritu Santo en nosotros es a veces imperceptible. Con bastante
frecuencia es secreta.
En ocasiones nos enriquece con
sus dones, pero en otras nos empobrece, haciéndonos tomar
conciencia de nuestra miseria.
Poco importa si esta gracia es
consoladora o es una gracia que nos pone a prueba. Siempre es fecunda y
lo que importa es hacernos receptivos a ella.
Necesitamos aprender a recibir. A
veces no es tan fácil como se podría pensar, pues solemos creer que no somos
necesitados. Es vital aprender a recibir, recibirse uno mismo y recibir todo de
Dios.
Aprendamos pues cómo hacerlo:
1. LA PERSEVERANCIA EN LA ORACIÓN
«Yo os digo: «Pedid y se os dará;
buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el
que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros
que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si
pide un huevo, ¿le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis
dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el
Espíritu Santo a los que se lo pidan!»».
Lc 11, 9-13
La primera condición para recibir
el Espíritu es pedirlo en la oración. Una oración perseverante y llena de deseo; y si a veces a
nuestra oración le falta deseo, que sea perseverante igual, Dios sabrá cómo
asistirnos.
2. LA HUMILDAD
“Lo que agrada a Dios de mi alma
es verme amar mi pequeñez y mi pobreza… Huyamos de todo lo que brilla,
amemos nuestra pequeñez, amemos no sentir nada, entonces seremos pobres de
espíritu, y Jesús vendrá a buscarnos, por muy lejos que estemos, nos
transformará en llama de amor”.
Teresita de
Lisieux
La humildad es condición de
apertura. Si soy humilde acepto los consejos y las correcciones, acepto
recibir algo de los demás.
La humildad es condición para
recibirnos de Dios que quiere llenarnos, lo único que lo limita es nuestro ego.
3. VIVIR EN EL INSTANTE PRESENTE
Cuanto más estamos en el instante
presente más en contacto estamos con la realidad, con Dios, con nuestro
interior, con aquello que nos hace asumir nuestra vida y acoger la gracia de
Dios.
Los lamentos estériles, mirar
constantemente el pasado, las inquietudes por el porvenir, nos separan de la
gracia.
Si hacemos cada día lo que se
requiere de nosotros con amor, dispondremos de la gracia necesaria un día tras
otro.
4. EL DESPRENDIMIENTO
Para permitir que el Espíritu
actúe en nosotros hay que ir ligeros de equipaje, tener un corazón
libre y desprendido. Si estamos aferrados a nuestros planes no
dejamos espacio a la creatividad del Espíritu.
5. LA GRATITUD
La gratitud nos abre a los dones de
la gracia. No es que haga a Dios más generoso —porque ya lo es— sino que nos
hace más abiertos y receptivos a su amor.
La gratitud es muy fecunda porque
es señal de que hemos comprendido y queremos seguir recibiendo el amor de Dios.
El amor atrae al amor.
«El mundo necesita esperanza
y, con la gratitud, transmitimos esperanza porque si somos portadores de
gratitud, también el mundo se vuelve mejor».
Papa Francisco
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia
1 junio 2022