Didier Grandjean, de 32 años, cuenta cómo pasó de las armas a la vocación sacerdotal
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Entre 2011 y 2019, cuando ingresó en el seminario, Didier Grandjean ejerció como guardia suizo, llegando a convertirse en suboficial |
De proteger al Papa a servir y defender a la Iglesia. Este es el
camino realizado por el joven Didier
Grandjean, de 32 años, que cambió su trabajo como suboficial de la Guardia
Suiza por la vocación al sacerdocio en el seminario de Friburgo.
“Sirviendo a Benedicto
y a Francisco me cuestioné sobre el sentido de la vida, hasta que entendí lo
que Él quería de mí”, confiesa este exsoldado que entró a formar parte de la guardia
personal del Papa en 2011 y que ingresó en el seminario el 1 de septiembre de
2019.
Para ser guardia suizo existen
varios requisitos que Didier cumplía. Se necesita ser hombre,
católico, tener la ciudadanía suiza, ser menor de 30 años, medir al menos 1,74
metros y tener una reputación irreprensible.
Este joven cumplía todo esto y tenía el deseo de servir a la Iglesia
protegiendo al Romano Pontífice. En una reciente entrevista en Famiglia Cristiana explica cómo se fue fraguando en él llamada al sacerdocio.
“Vengo del cantón de Friburgo y me crie en una zona rural donde la
impronta católica todavía era muy fuerte. Empecé a ser monaguillo a los 8-9
años. También tuve la alegría de cantar en el coro parroquial y leer la Palabra
de Dios. Estos compromisos
me han permitido vivir más de cerca el misterio de un Dios que se hace historia”,
afirma Didier Grandjean.
En 2015 fue ascendido y se convirtió en suboficial. Esto le
permitió servir más de
cerca al Papa y acompañarlo tanto en sus viajes por Italia como por el
extranjero.
"Me llamaba a seguirlo
más de cerca"
Pero su vocación fue un proceso lento y paulatino que se fue
forjando en la Guardia Suiza. “Conocer de cerca a dos Papas y vivir en el
corazón de la Iglesia ciertamente no podía dejarme indiferente. Cuanto más
pasaban los años, más me daba cuenta de que a través de las personas que
encontraba y las circunstancias que vivía, el Señor me hablaba, me llamaba a seguirlo más de cerca”,
explica.
A partir de 2016 confiesa que para él fueron años bastante
intensos, no sólo por los muchos viajes y horas de trabajo sino también por las reflexiones, encuentros y
discernimiento en los que se introdujo en ese tiempo.
De este modo, Grandjean asegura que tomó su decisión de entrar al
seminario “poco a poco, hasta
que se hizo evidente”.
“Sentí entonces una gran paz, como si fuera el resultado lógico de
un camino emprendido desde hace tiempo. Vi la cara del Papa iluminarse cuando se lo dije. Él fue y
sigue siendo un verdadero padre espiritual para mí”, confiesa el joven
seminarista.
Pero si poder comunicar esta noticia directamente al Santo Padre
le produjo gran ilusión, más alegría le causó poder anunciárselo a su padre,
que sufría un cáncer terminal y estaba cerca de morir. “En ese momento no dijo
nada. Luego, unos días antes de su muerte me dijo: ‘lo sabía. Si este es tu camino, ve. Estoy feliz”, afirma
que le dijo su padre.
Algo parecido ocurrió con su abuela: “llamé por teléfono unos días
antes de dejar Roma y mi servicio. ‘Estoy
orgullosa de ti’, me dijo dos veces. Se fue diez días después, menos de un
mes antes de mi entrada en el seminario”.
Desde entonces se forma para ser ordenado sacerdote en el
seminario de Friburgo. Es feliz de saber que está haciendo la voluntad de Dios.
“Todos los días doy gracias al buen Dios que me ha guiado con tanta paciencia
todos estos años. Sé que puedo contar con la oración y la ayuda de muchos
hermanos y hermanas, aquí en la tierra y allá arriba en el cielo. ¡La comunión de los santos
no es una expresión vacía, se puede vivir con gratitud!”, añade Didier.
Por ello, puede afirmar tranquilo que mira “al futuro con
esperanza y serenidad” y aunque es consciente que experimenta y experimentará
dificultades se queda con lo con que dice un proverbio de su tierra: “el buen Dios no manda al cabrito
sin su hierba para darle de comer”.
Guardia suizo, su otra
vocación
El ahora seminarista asegura que empezó a plantearse ser guardia
suizo en 2006 cuando el cuerpo cumplió 500 años. En una feria comercial vio un
puesto de la Guardia Suiza y se llevó a casa un panfleto.
“Cuando mi
padre me vio llegar a casa me dijo: ‘Piénsalo’”, recuerda
Didier Grandjean.
Durante los siguientes años, el joven suizo explica que su
preocupación “era más bien encontrar trabajo y luego hacer el servicio militar
obligatorio. En 2009 tuve el privilegio de presenciar el juramento solemne,
realizado el 6 de mayo en el Cortile di San Damaso, dentro del Palacio
Apostólico. No tuve más
dudas: era lo que quería hacer. Recuerdo que en mi mente se mezclaba el deseo
de servir a la Iglesia en la persona del Santo Padre con la perspectiva de
vivir una experiencia única, así que llegué al Vaticano el 10 de junio de
2011”.
Supuso un enorme cambio en su vida y el comienzo en Roma no fue
fácil: “era todo nuevo, no sabía el idioma y mi timidez no me ayudaba. Sin
embargo, cuanto más tiempo pasaba, más consciente era de estar en el lugar
correcto. El descubrimiento de una ciudad como Roma, para mí que vengo del
campo suizo, fue una
revelación desde el punto de vista cultural y religioso”.
¿Un momento como guardia suizo que nunca olvidará? Didier
Grandjean lo tiene bastante claro: “el 11 de febrero de 2013. Como a todos, me sorprendió el anuncio de la
dimisión de Benedicto XVI. Ese día estaba de guardia en la entrada del Arco
delle Campane, y el anuncio nos lo dieron a través de la radio de servicio.
Estaba incrédulo, pero mi incredulidad desapareció cuando, cinco minutos
después, ¡el primer reportero apareció frente a mí!”.
El exsoldado vaticano asegura haber podido tener “la gracia de
vivir de cerca los últimos momentos del pontificado de Benedicto XVI: la última
misa, la última audiencia, la salida del Vaticano. Los días del Cónclave y la
elección del Papa Francisco estuvieron llenos de emociones. Mientras viva, no podré olvidar aquellos primeros meses de
2013”.
Origen y funcionamiento de la
Guardia Suiza
La Guardia Suiza Pontificia fue fundada por el Papa Julio II en 1506 y se trata de un
cuerpo militar formado por ciudadanos suizos, cuya tarea principal es velar por
la seguridad del Sumo Pontífice y de su residencia.
Según explica el
Vaticano, los deberes de la Guardia Suiza también son:
- acompañar al Sumo Pontífice en los viajes;
- vigilar los accesos al Estado de la Ciudad del Vaticano;
- proteger el Colegio Cardenalicio durante la Sede Vacante;
- realizar otros servicios de orden y honor.
De este modo, la
Guardia Suiza Pontificia depende directamente del Papa, quien ejerce este poder
a través del cardenal Secretario de Estado. Pero además, el
presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano
puede solicitar la asistencia de la Guardia Suiza en los casos previstos por la
Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano en vigor.
La Guardia Suiza sirve
en las Capillas Papales y en otras ceremonias y audiencias, para lo cual
recibe órdenes del Prefecto de la Casa Pontificia.
Durante la Sede Vacante, la Guardia Suiza depende del Colegio
Cardenalicio, que funciona bajo la autoridad del Cardenal Camarlengo, asistido
por los tres Cardenales Asistentes pro tempore. La Guardia Suiza custodia el
Cónclave bajo la autoridad del Cardenal Camarlengo, asistido por los
tres cardenales citados y con la ayuda exterior del Suplente de la Secretaría
de Estado.
Sus patronos son San Martín
de Tours (11 de noviembre), San Sebastián (20 de enero) y San Nicolás de Flüe, defensor pacis
et pater patriae (25 de septiembre).
J. Lozano
Fuente: ReL
2 junio 2022