La fotógrafa e ingeniera Miriam Esteban, madre de familia y colaboradora habitual de Aleteia, propone cómo educar de forma positiva a los niños en el pudor
![]() |
Luckyraccoon | Shutterstock |
Caminábamos
por la playa y de repente uno de mis hijos me preguntó: «Mamá, ¿por qué esa
señora no lleva la parte de arriba de su bikini?».
Estoy segura de que no soy la única madre a la que le han hecho
esta pregunta. La curiosidad de los niños hoy en día es la misma que hace años
pero los estímulos y la información que les llegan son muy distintos. Por ello,
no nos es posible educar de la misma manera que lo hacían nuestros padres.
El pudor sexual es una predisposición
natural que todos tenemos desde pequeños. Pero en
estos tiempos es muy difícil proteger a los niños de connotaciones que no les
ayuden a desarrollar correctamente la virtud del pudor. Pues socialmente están
bombardeados con información que les invita a no tener en cuenta la dignidad
del cuerpo y esto hace que a largo plazo, en edades más
avanzadas, no se llegue a forjar de forma natural la virtud del pudor.
Los niños
desde los 3-4 años ya suelen entender que la desnudez tiene sus connotaciones
de intimidad: piden por ejemplo cerrar la puerta para ir al baño, cambiarse de
ropa en su habitación o prefieren bañarse solos antes que con hermanos de
distinto sexo. Todos estos pequeños gestos irán formando poco a poco parte de
su identidad.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice en el punto 2522: “El pudor
protege el misterio de las personas y de su amor”, pues cuando una
persona pierde el sentido de su interioridad, su conciencia y su dignidad,
acaba haciendo de su vida un espectáculo y vendiéndose a
la corriente más fuerte.
El pudor es un elemento fundamental
de la personalidad
Desde hace unas décadas, hacer topless en la playa fue considerado
como una reivindicación liberadora para la mujer. Sacar a relucir en este
contexto la palabra pudor puede parecer un gesto de mojigatería o una defensa
muy conservadora contra la indecencia o el machismo. Pero no es así: el pudor tiene
un sentido antropológico y divino, donde entra en juego la sacralidad de
nuestro cuerpo.
“El pudor, elemento fundamental de la personalidad, se puede
considerar –en el plano educativo- como la conciencia vigilante en defensa de
la dignidad del hombre y del amor auténtico. Tiende a
reaccionar ante ciertas actitudes y a frenar comportamientos que ensombrecen la
dignidad de la persona. Es un medio necesario y eficaz para (…), hacer
florecer el amor verdadero e integrar la vida afectivo-sexual en el marco
armonioso de la persona.” (Orientaciones educativas sobre el
amor humano, 1.11-83).
Este verano la pregunta incómoda de tu hijo acerca del topless puede ser una gran oportunidad para enseñar
que amamos con el cuerpo. Hablar sobre el tema del pudor
posee grandes posibilidades pedagógicas y es imprescindible que el pudor sea
valorizado en el ámbito de la familia y de la escuela.
Todo lo que aprenden
A través de la virtud del pudor, niños y adolescentes:
- aprenden
a respetar
su propio cuerpo como don perfecto de Dios,
- aumentan
su autoestima,
adquieren un respeto por el cuerpo del prójimo,
- cultivan
su interioridad,
- entienden
mejor la importancia de preservar el cuerpo
- y
estarán más preparados para evitar (en parte) ser víctima de abusos.
Además, en este proceso, maduran la idea de buscar la importancia de
manifestar un amor verdaderamente humano en el encuentro afectivo con otra
persona.
Es necesario presentar a los jóvenes modelos de vida plena que
sean felices no solo gracias a unos determinados términos de conducta moral
sino también a virtudes concretas que permitan vivir de
un modo profundamente humano, sin complejos, sin venderse a las ideologías
dominantes. Crecerán como jóvenes arraigados a la pureza de alma y cuerpo,
siendo ello la base que les permita ser capaces de reservar las
cosas profundas del alma a la intimidad con Dios. Además,
asumirán el pudor físico como algo que está en la esencia de su estructura
personal y no es algo insustancial, pues implica en última instancia revelar la
manifestación de su propio ser.
Fuente: Aleteia