Mar Dorrio, instagramer y madre de 12, habla de ese detalle de cariño familiar que viven todos en casa cuando un hermano cumple años
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“Alicia en el país de las
maravillas» no fue nunca una lectura que me entusiasmara, pero de todo se
pueden sacar cosas buenas. Y yo, del cuento de Lewis Carroll, adoptaría (si me dejasen) la idea de celebrar
“los felices no-cumpleaños». Y es que en julio se abre la veda del tiempo de
fiesta en nuestra casa, llenándose los días de cumples y santos tan seguidos,
que nos compensaría con creces celebrar las no-fiestas, como en Alicia. Esta
semana nos hemos estrenado, y, siempre que podemos, arrancamos de la misma
manera, con el mejor regalo: ir todos juntos a Misa, y ofrecerla por el cumpleañero.
Socialmente, hemos crecido con la
tradición de pedir y ofrecer Misas sólo por los difuntos. No me malinterpretes,
eso está fenomenal. Pero, ¡qué pena no poder disfrutar cuanto antes de
semejante regalo! ¿Sabías que es el acto de desagravio más poderoso para
expiar los pecados? Imagínate a toda la familia liquidando la deuda del
cumpleañero.
En la hora de
la muerte, el consuelo más grande del alma vendrá de las Misas oídas en vida.
Si se asiste a la Santa Misa con devoción, Jesucristo perdona los pecados
veniales que todavía no se han confesado, y disminuye el poder de Satanás sobre
el alma. Este dato me llamó poderosamente la atención: una Misa bien oída
en vida, será de más provecho al alma que muchas que se ofrezcan por su reposo
después de la muerte. ¿Se te ocurre un regalo mejor?
Dar las gracias por…
Desde hace unos años, madrugamos
para que, antes del desayuno, el homenajeado ya haya recibido nuestro mejor
regalo. Un regalo que durará por toda la eternidad, un regalo que siempre
acierta en lo que necesitas, un regalo sin efectos secundarios nocivos (no se
puede decir lo mismo de los bombones), y que, además, recompensa también al que
lo regala. Es la mejor manera de mirar al Cielo: decir gracias por esta
vida, por estos años, por este hijo; reparar por tantas cosas que creemos que
hemos hecho mal con ese hijo; y pedirle al Señor «por favor, sigue cuidándole,
que no se aparte de ti»; rogarle que mire a toda la familia, y que nos veamos
así, todos juntos con Él en el Cielo; ¡no nos puede faltar ninguno!
Otro beneficio de celebrar así la
fiesta, es que puedes reunir a los que ya no están, gracias a la magia de esa
red virtual que tenemos en la comunión de los santos: estaremos más unidos que nunca
rezando por uno de los nuestros.
Una anécdota de Tamara Falcó
En relación con esta tradición de
nuestra familia, me hizo especial ilusión escuchar un testimonio de Tamara Falcó, contando cómo en Navidad su
abuela materna les daba como regalo un papel que ponía: «Vale por una Misa«.
Ella y sus hermanos se miraban con cara de póker… Pero, cuando lleguemos a la
meta, descubriremos cuánta parte de «culpa» han tenido esas Misas en la
conversión de Tamara. Hay que reconocer que con Tamara no tuvieron un efecto
instantáneo, pero lo tuvieron, de eso no cabe la menor duda. Y probablemente no
va a ser diferente contigo: a lo mejor tampoco es instantáneo, pero que ese
regalo dejará su impronta, tú y yo lo sabemos seguro.
Y, después de ir todos
juntos a Misa, un delicioso desayuno con la mejor vajilla y los mejores
cruasanes que podamos encontrar. A mediodía, comida favorita, tarta, velas y
otros regalos. No sé si te he convencido para que celebres de esta manera los
cumpleaños, pero a mí me ha servido para darme cuenta de que no es bueno perderse
las fiestas. Que no debo sucumbir a la tentación de celebrar los no-cumpleaños
para ahorrarme trabajo. Que tenemos que celebrar cada fiesta como lo que
es: una oportunidad, un momento especial, único e irrepetible…Why not?
Mar Dorrio
Fuente: Aleteia