26 – Julio. Martes. Santos Joaquín y Ana, padres de la bienaventurada Virgen María
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 13,
36-43
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es
el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos
del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la
siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los
ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al
final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y
arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran
iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el
rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino
de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
Comentario
Para entender bien el evangelio
de hoy, con la explicación del Señor de la parábola de la cizaña, sin duda es
necesario leer antes el texto completo, es decir los versículos 24 al 30 del
mismo capítulo de San Mateo, que hemos leído el sábado pasado. Esa lectura nos
aclara el origen de la cizaña: el que la sembró fue un enemigo del propietario
del campo.
Eso explica también la sorpresa
de los siervos que, un buen día, descubrieron el campo de trigo cubierto con
esta planta nociva. Hay que decir que, en las primeras semanas, las dos plantas
—el trigo y la cizaña— se parecen mucho, hasta el punto de que es muy difícil
distinguirlas. Por eso el Señor les aconseja que esperen hasta la siega, para
no arrancar involuntariamente el buen trigo.
El Señor dice que el campo es el
mundo y el enemigo el diablo. Sin caer en el pesimismo, podemos afirmar que lo
comprobamos prácticamente a diario en la mayor parte de los países. Pero esa
explicación no excluye otra un poco más personal, en la que el campo es nuestra
alma. Dios siembra en ella su gracia, como lo veíamos ayer, y el diablo la
cizaña, los malos deseos.
¿Qué hacer? En el terreno
personal, es sin duda alguna indispensable reaccionar lo antes posible, sin esperar
el fin de los tiempos. Lo que exige una de las prácticas de piedad que se ha
vivido siempre en la Iglesia: el examen de conciencia. ¿Su objeto?: a la vez
los temas personales y nuestra responsabilidad en la marcha de los asuntos del
mundo en el que vivimos.
¿Propósito? Quizás estar más
vigilantes, porque una de las causas de la abundancia de cizaña es la pereza de
los hombres. San Josemaría nos lo dice en una de sus homilías: “¡triste pereza,
ese sueño!” (“Es Cristo que pasa”, n° 123).
Alphonse Vidal
Fuente: Opus Dei