27.7.22

EVANGELIO DEL DÍA

27 – Julio. Miércoles de la XVII semana del Tiempo Ordinario

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Mateo 13, 44-46

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. 

El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra. 

Comentario

Jesús va hablando del Reino de los Cielos mediante parábolas y comparaciones claras y sencillas, muy gráficas, que pueden ser recordadas con facilidad, y que permiten volver sobre ellas una y otra vez para sacar consecuencias y concretar propósitos.

Dios tiene un plan para cada persona, para cada uno de nosotros, para hacernos felices en su Reino y trabajando por su Reino, que se concreta en la propia vocación personal. A lo largo de la vida nos va desvelando sus planes hasta que llega el momento en que nos encontramos de frente con ese regalo preparado desde toda la eternidad. Somos libres y podemos acogerlo o rechazarlo.

De una parte, percibimos la hermosura del horizonte que se abre ante nosotros. De otra, las renuncias que implica dejar todas las cosas para dedicarnos con todas las fuerzas a aquello que el Señor nos pone por delante. Jesús, presentándonos la reacción lógica de quien encuentra un tesoro escondido o una perla preciosa, nos ayuda a decidir.

La llamada de Dios es algo preciosísimo. “Si me preguntáis cómo se nota la llamada divina -dice san Josemaría-, cómo se da uno cuenta, os diré que es una visión nueva de la vida. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros; es un impulso misterioso, que empuja al hombre a dedicar sus más nobles energías a una actividad que, con la práctica, llega a tomar cuerpo de oficio. Esa fuerza vital, que tiene algo de alud arrollador, es lo que otros llaman vocación”[1].

Por eso, san Josemaría nos hace notar que “es pues nuestra llamada, cuando la hemos sabido recibir con amor, cuando la hemos sabido estimar como cosa divina, una piedra preciosa de valor infinito. Esta llamada es un tesoro escondido que no encuentran todos. Lo encuentran aquellos a quienes Dios verdaderamente elige: se pedirá cuenta de mucho a quien mucho se le entregó”[2].

Hoy, las palabras de Jesús nos hacen caer en la cuenta de lo valioso que es lo que Dios nos ofrece cuando nos llama, y nos invitan a considerar que vale la pena jugarse todo por conseguirlo: es la perla que el mercader adquiere a costa de vender lo que posee, es el tesoro hallado en el campo.

[1] San Josemaría, Carta nº 3, n. 9.
[2] Ibidem, nn. 9-10.

Francisco Varo 

Fuente: Opus Dei


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