Esto es lo que dicen san Juan Pablo II, san Juan Damasceno y la tradición de la Iglesia
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¿La Santísima Virgen María murió? ¿Cómo y de qué murió? Son, por cierto,
preguntas bastantes complicadas, y que durante años se han hecho desde los
santos padres de la Iglesia, hasta los más eximios teólogos y mariólogos
actuales.
Un tema que seguramente fue cuestión
de discusión después de que Pío XII declarara el dogma de la Asunción, pues al final, por prudencia, no se
pronunció definitivamente sobre la muerte o no de María: nunca aclaró si fue asunta después de morir y resucitar,
o si fue trasladada al cielo en cuerpo y alma sin pasar por el trance de la
muerte.
Pero
una excelente aclaración sobre el tema la hizo san Juan Pablo II en la
magnífica catequesis de la audiencia del 25 de junio de 1997. En base a esta,
ofrecemos un resumen en varios puntos:
1. Si Cristo murió, sería
difícil sostener lo contrario en lo que se refiere a su madre
San Juan Damasceno se
pregunta: “¿Cómo es posible que aquella que en el parto superó todos los
límites de la naturaleza, se pliegue ahora a sus leyes y su cuerpo inmaculado
se someta a la muerte?
Y
responde: “Ciertamente, era necesario que se despojara de la parte
mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza
tampoco evitó la experiencia de la muerte. En efecto, él muere según
la carne y con su muerte destruye la muerte, transforma la corrupción en
incorruptibilidad y la muerte en fuente de resurrección” (Panegírico sobre la dormición
de la Madre de Dios, 10: SC 80, 107).
2. Para participar en la
resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte
El hecho de que María fue liberada por su condición divina del
pecado original, que todo ser humano conlleva, no quiere decir que recibiera
también la inmortalidad corporal.
La Madre no es superior al Hijo, que
aceptó la muerte, dándole nuevo significado, y transformándola en instrumento de
salvación.
Y para participar de la resurrección de Cristo, María debía
compartir, ante todo, la muerte.
3. La muerte de María pudo
concebirse como una «dormición»
El Nuevo Testamento no da ninguna información sobre las
circunstancias de la muerte de María. Este silencio induce a suponer que se
produjo normalmente, sin ningún hecho (extraordinario) digno de
mención.
Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde
el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el
tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en
la gloria.
El ilustre mariólogo Garriguet escribió estas hermosas palabras:
“María murió sin dolor, porque vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin
pecado; sin sentimiento, porque vivió sin apego terrenal. Su muerte fue
semejante al declinar de una hermosa tarde, fue como un sueño dulce y apacible;
era menos el fin de una vida que la aurora de una existencia mejor. Para
designarla la Iglesia encontró una palabra encantadora: la llama sueño (o
dormición), de la Virgen».
4. La experiencia de la muerte
enriqueció a la Virgen
Algunos Padres de la Iglesia describen a Jesús mismo que va a
recibir a su Madre en el momento de la muerte, para introducirla en la gloria
celeste.
Así, presentan la muerte de María como un acontecimiento
de amor que la llevó a reunirse con su Hijo divino, para compartir con él la
vida inmortal.
De este modo la Virgen habiendo pasado por el destino común a
todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad
espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida.
San Francisco de Sales considera que la muerte de María se produjo
como efecto de un ímpetu de amor. Habla de una muerte «en el amor, a causa del
amor y por amor», y por eso llega a afirmar que la Madre de Dios murió de amor
por su hijo Jesús.
Fuente: Audiencia General del 25 de junio de 1997, Juan Pablo II; La Virgen Maria, Luis Garriguet; La Virgen Maria, Antonio Royo Marin; Tratado del amor de Dios, San Francisco de Sales
Maria Paola Daud
Fuente: Aleteia






