Hasta 26 exjefes de Estado instan a Francisco a condenar al régimen de Ortega. El vaticanista Juan Vicente Boo cree que una denuncia contundente podría generar una mayor persecución contra los católicos
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El obispo de Matagalpa, de rodillas, observado de cerca por la policía. Foto: Diócesis de Matagalpa |
Hasta 26 exjefes de Estado y de
Gobierno de España e Iberoamérica, todos ellos pertenecientes a la Iniciativa
Democrática de España y las Américas (IDEA),
han firmado una declaración en la que expresan su «preocupación
agravada» ante lo que está sucediendo en Nicaragua «bajo la primitiva dictadura
de los Ortega-Murillo».
Los firmantes, entre los que se
encuentra José María Aznar (España), Mauricio Macri (Argentina) o Sebastián
Piñera (Chile), advierten de que tras «perseguir y criminalizar a los
liderazgos políticos y sociales» y de «cercenar de modo radical toda la liberta
de expresión y de prensa», ahora la pareja presidencial «avanza hacia la
persecución de los líderes episcopales católicos, los sacerdotes y las
religiosas, incluso expulsándolos –como en el caso de las emblemáticas
Misioneras de la Caridad– del territorio nacional».
En las últimas
semanas el régimen nicaragüense ha encarcelado a por lo menos tres sacerdotes y mantiene detenido a Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, junto a una decena de personas, en la sede episcopal de
esta diócesis desde el pasado día 4 de agosto.
El propósito de todas estas
acciones, según los expresidentes, «es palmario: Destruir las raíces culturales
y espirituales del pueblo nicaragüense a fin de dejarlo en la anomia y hacerlo
fácil presa de dominio mediante la destrucción de su dignidad y la fractura de
sus raíces culturales».
Petición al Papa
En la declaración, los
exmandatarios también subrayan la «quema de iglesias y la salvaje destrucción
de las imágenes del culto católico», lo que deja entrever «una línea de
destrucción de bases sociales y antropológicas» que recuerdan «la quema de
libros judíos, socialistas y pacifistas, y de bibliotecas enteras, por los
partidarios del régimen nacional socialista alemán en 1933».
Por todo ello, «exhortamos a la
opinión pública de nuestros países a mantener una respuesta comprometida con el
rechazo de este morbo que amenaza la paz»; «instamos a las distintas
confesiones religiosas a expresar su igual censura»; y «esperamos una firme
postura de defensa del pueblo nicaragüense y su libertad religiosa por S.S.
Francisco, cabeza de la Iglesia católica universal».
Violación flagrante
Además de Aznar, Macri o Piñera,
otros exjefes de Estado y de Gobierno, como Felipe Calderón, de México; Alfredo
Cristiani, de El Salvador; Iván Dique, de Colombia; o Miguel Ángel Rodríguez,
de Costa Rica, han rubricado la declaración, que comienza con una defensa de la
libertad de conciencia y de religión pues esta «hace parte estructural del
plexo de los derechos humanos y del desarrollo de la personalidad de todo
individuo».
En conversación con Alfa y
Omega, Miguel Ángel Rodríguez –presidente de Costa Rica desde 1998 hasta 2002 y
ex secretario general de la Organización de Estados Americanos– justifica su
firma y la del resto de mandatarios ante «la violación tan flagrante, y brutal,
de los derechos humanos por parte del régimen de los Ortega-Murillo».
El expresidente costarricense
subraya en este sentido el asesinato de más de 300 personas durante las
protestas populares que se desataron en el país a partir de abril de 2018, los
ataques contra la oposición y los medios de comunicación –«muchos periodistas y
políticos todavía están en la cárcel», asegura– y la persecución dirigida ahora
contra la Iglesia católica. «Es indignante que unas personas dedicas a hacer el
bien a los demás, como son las Misioneras de la Caridad, hayan sido expulsadas
del país porque su organización pueda considerarse terroristas. Es algo que no
cabe en ninguna cabeza», clama Rodríguez. Precisamente fue Costa Rica el país
que acogió a las hijas de la madre Teresa expulsadas de Nicaragua.
Asimismo, Miguel Ángel Rodríguez
alude a las «impactantes imágenes» de un sacerdote teniendo que dar la comunión
a través de un cercado porque las autoridades han cerrado los templos» o al
encierro al que está siendo sometido el obispo de Matagalpa Rolando Álvarez.
Por todo ello, «con mucho cariño,
mucho respeto y como una oveja obediente al Santo Padre en los temas de nuestra
Iglesia, me duele profundamente el silencio del Papa», confiesa. En cualquier
caso, el expolítico tiene «la esperanza de que Francisco levante su voz porque
es extraordinariamente valiosa frente a la persecución que viven nuestros
hermanos obispos, sacerdotes, laicos y religiosos».
Con todo, Rodríguez es consciente
de que «existe el riesgo que ante la defensa de los derechos humanos se pueda
enfurecer aún más quién está actuando contra ellos». Sin embargo, «creo que no
nos podemos quedar callados y este es un riesgo que debemos enfrentar».
Discreta diplomacia vaticana
Frente a la postura de Rodríguez,
el excorresponsal de ABC en el Vaticano, colaborador de Alfa y
Omega y gran experto política exterior –ha cubierto la actualidad de la
ONU, de la OTAN o de la UE– Juan Vicente Boo recuerda que «ante todo el Papa es
un líder espiritual y no un diplomático o un estadista que deba hacer frente a
los problemas mundiales». En este sentido, advierte de que abundan «quienes
tratan de politizar al Santo Padre y a los católicos para sus intereses
políticos conservadores».
En cualquier caso, la diplomacia
vaticana ha actuado a lo largo de la historia en numerosos contextos, pero
siempre se ha caracterizado por la prudencia y la discreción. «Uno de los
trabajos es el de la mediación y en este caso no puedes partir de la condena
porque entonces una de las partes no te va a escuchar». En este sentido, el
Papa «debe cuidar mucho sus palabras para conseguir el mejor resultado tratando
de que se produzcan el menor número de efectos negativos».
Por otro lado, el excorresponsal
cree que una condena enérgica por parte del Santo Padre podría generar una
represión todavía más fuerte contra los católicos del país. «Ocurrió con Edith
Stein, que fue arrestada por la Gestapo a raíz de la carta de los obispos
holandeses contra la deportación de judíos». O en Cuba. «En una ocasión
coincidí con un periodista cubano que estaba infinitamente agradecido al Papa
Benedicto porque discretamente había sacado un montón de presos políticos de
las cárceles a base de no criticar a los Castro». Asimismo, «me explicaba que
la manera de ayudar y de conseguir cosas prácticas es hacerlo sin avergonzar al
dictador». Y sin embargo «estamos hartos, añadía este periodista cubano, “de
columnistas de medios de comunicación que se dedican a dar bofetadas a la gente
y con eso no se consigue nada más que dificultar la transición política”».
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y Omega