La revista La Civiltà Cattolica publica detalles del encuentro del Papa con los jesuitas en Canadá
![]() |
Foto: Vatican Media |
El 29 de julio, Francisco se reunió durante aproximadamente
una hora con los jesuitas de Canadá,
una provincia que comprende también el territorio de Haití. El encuentro se celebró
en el arzobispado de Quebec. El Santo Padre respondió a algunas de las
preguntas de sus 15 interlocutores. La revista jesuita La
Civiltà Cattolica publica el contenido de este encuentro.
Cuestionado, en primer lugar, por el devenir del viaje,
Francisco se mostró gratamente sorprendido por el clima de entendimiento entre
los obispos y los representantes de los pueblos nativos en el marco del proceso
de reconciliación por la participación de la Iglesia en las escuelas
residenciales. Esa colaboración la atribuyó a «una
Iglesia unida», aunque reconoció que no todos buscan entablar una
«familiaridad» con los indígenas: «Hay algunos que trabajan contra la sanación
y la reconciliación, tanto en la sociedad como en la Iglesia. También esta
noche vi a un pequeño grupo tradicionalista protestando, y diciendo que la
iglesia es otra cosa…». Francisco añadió que uno de los peores enemigos de la
unidad de la Iglesia y de los episcopados es la ideología.
La tradición auténtica
Siguiendo con la cuestión de la tradición, el Papa reiteró
que «la visión de la doctrina de la Iglesia como un monolito que defender es
equivocada. Insistió en que es necesario respetar la tradición auténtica y las
referencias a los orígenes, pero no hay que detenerse ahí y en el «siempre se
ha hecho así». Por eso, aseguró que mientras que «la tradición es la memoria
viva de los creyentes, el tradicionalismo es la vida muerta de los creyentes».
«El tradicionalismo es la memoria muerta», destacó.
También respondió a preguntas sobre el proceso sinodal.
Francisco fue meridianamente claro en su respuesta al recordar que la
sinodalidad no es una moda nueva o «una receta de última hora para la Iglesia»:
«Cuando decimos ‘Iglesia sinodal’ la expresión es redundante porque la Iglesia
es sinodal o no es Iglesia. Para ello hemos llegado a un Sínodo sobre la
sinodalidad (…). Me parece esencial reiterar, como hago a menudo, que el sínodo
no es ni un encuentro político ni una comisión parlamentaria. Es la expresión
de la Iglesia donde el protagonista es el Espíritu Santo. Si no hay Espíritu
Santo, tampoco hay sínodo».
Y respondiendo a una pregunta sobre la liturgia y la unidad
de la Iglesia, Francisco recuerda, por un lado, las deformaciones litúrgicas en
América Latina hace treinta años y, por otro, la posterior «intoxicación de
vuelta a lo antiguo»: «Mi acción en este campo ha seguido la línea seguida por
Juan Pablo II y Benedicto XVI, que habían permitido el rito antiguo y habían
pedido la verificación posterior. La verificación más reciente ha puesto de
manifiesto la necesidad de regular la cuestión y evitar que sea una cuestión de
moda, sino que siga siendo una cuestión pastoral».
El calvario de «Haití»
Por último, a un jesuita haitiano el caos que vive el país y
que denunciaron hace pocos días los obispos locales, el Santo Padre lamentó la
situación crítica que definió como «calvario»: «No me parece que los organismos
internacionales hayan entendido cómo hacerlo. Me siento muy cerca de Haití, también porque algunos
sacerdotes amigos míos me informan constantemente sobre la situación. Temo que
caeremos en un pozo de desesperación: de esto tengo miedo. ¿Cómo ayudar a Haití a
crecer en la esperanza? Si algo podemos hacer como Iglesia es sin duda la
oración, la penitencia… Pero debemos preguntarnos cómo podemos ayudar. Haití es
un pueblo noble. Aquí, simplemente te digo que estoy al tanto de lo que está
pasando».
Fuente: Alfa y Omega